La falta de cultura de ahorro energético y los problemas eléctricos se «cobran la vida» de muchas computadoras y en no pocas ocasiones de la información que contienen
Cuando Thomas A. Edison popularizó el uso de la electricidad con su invención de la primera lámpara, en 1879, no podía sospechar que más de un siglo después la corriente eléctrica se convertiría en algo imprescindible para la Humanidad.
Hoy resulta especialmente importante para el desarrollo de las nuevas tecnologías, que no pudieran existir sin ella, aunque algunos exageren en su uso, convirtiéndose en verdaderas máquinas derrochadoras.
Desde ese punto de vista, si bien es cierto que en nuestra vida «eléctrica» cotidiana los equipos de cómputo no son los que más consumen, tampoco puede desdeñarse el gasto que ocasionan cuando no son bien operados.
Además, la costumbre perenne de muchos de mantener constantemente encendida la computadora, e incluso otros periféricos, aun cuando no se estén usando, podría ser uno de los factores que acelera su desgaste, y por ende, que reduce su vida útil.
Otro factor que influye mucho es la «calidad» de la electricidad que consumimos, pues los vaivenes del voltaje, y en especial las llamadas transientes de sobrevoltaje (picos eléctricos muy frecuentes al restaurarse el servicio luego de haberse interrumpido), pueden ser eficaces asesinos de equipos tan delicados como los que hoy se utilizan en el mundo de los bytes.
Ante la falta de conciencia de muchos trabajadores para que no dejen encendidas sus computadoras cuando se retiran, en algunos países las empresas han optado por «apagar» a la fuerza los equipos a una hora determinada, programándolos para ello a través de las redes en que están conectados.
Un estudio de la consultora Gartner, realizado en Estados Unidos, llegó a cifrar entre 6 500 dólares y 43 000 dólares anuales el ahorro que podría lograr una pequeña empresa simplemente aplicando políticas de control al consumo energético de los equipos de cómputo.
Estas drásticas medidas, sin embargo, que bien pueden funcionar para una institución, no son útiles para los usuarios individuales o en aquellos lugares donde existen muy pocas computadoras.
Para estos casos es mejor seguir recomendaciones básicas, como apagar el ordenador cuando no se esté usando, incluso si se sale a almorzar o uno piensa regresar un poco más tarde de alguna gestión en la calle.
Aunque parezca obvio lo anterior, la costumbre de dejar encendida la computadora está muy generalizada, incluso con el pretexto de pasarle un antivirus, dejar «descargando» o copiando algo de la red, o simplemente descompactando el disco duro.
Todas estas opciones pueden programarse para que cuando se terminen de ejecutar, la máquina se apague y no quede en un límbico estado de suspensión, donde sigue «tragando» electricidad, que en una sola PC puede parecer poca, pero si sumamos muchas o se convierte esto en costumbre diaria, engorda el reloj contador.
Casi todos los sistemas operativos traen incorporada la opción de apagar el equipo cuando esté inactivo por cierta cantidad de tiempo, y también es falso que consuman más cuando se vuelvan a encender.
Quizá pueda parecer poca cosa, pero según otro estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos, teniendo en cuenta las tarifas que allí se aplican, esta configuración tan simple podría ahorrar un promedio de 50 dólares por persona cada año.
Otro consejo sano es que se activen los periféricos, como impresoras, escaners o bocinas, solo cuando se vayan a utilizar, no solo para ahorrar, sino también para alargar su vida útil.
Igualmente es recomendable imprimir solo lo que precisemos realmente leer, porque aun cuando se utilice papel reciclable, el gasto en watts de la acción, el de tóner o cinta y el del equipo, deberían llevarnos a pensar dos veces si realmente no es mejor leer en pantalla.
No desdeñe tampoco tener en cuenta la ubicación en el local de la pantalla de la computadora. Que esté iluminada, pero sin que reciba luces o reflejos molestos, pues uno de los elementos que más gasta de un monitor es la intensidad de brillo y contraste, que además contribuye mucho a acelerar la llegada de los espejuelos.
Muy pocas personas se dedican a leer, tanto en las computadoras de escritorio como en las portátiles, los parámetros eléctricos con las cuales trabajan, y especialmente el rango de voltaje que pueden soportar.
Mucho menos se le presta adecuada atención, y por consiguiente inversión, a la instalación de equipos reguladores de voltaje, backups o protectores eléctricos, porque siempre se confía en que «nada va a pasar», y por ende es un gasto injustificado.
El problema es que se piensa solo en el costo del equipo o pieza rota que se debe reponer en caso de daño, y solo cuando esto pasa es que se lamenta el tiempo perdido, que también cuesta, y sobre todo la frecuente fuga de información en ocasiones irrecuperable.
En tiempos en que nuestra vida está cada vez más en bytes, el daño por problemas eléctricos a un disco duro fijo o extraíble, a una memoria flash y a un DVD o CD-Rom, nos puede privar de datos relevantes y hasta de recuerdos no tan imborrables que solo teníamos en formato digital.
Pero proteger puede no ser tan sencillo. En Cuba, no pocas veces estamos expuestos a los vaivenes de voltaje provocados por redes eléctricas con problemas, así como hay escacez del equipamiento adecuado para preservar las PC.
En la red de tiendas recaudadoras de divisas, donde se venden a la población equipos eléctricos, no solo los protectores y reguladores de voltaje son relativamente caros, sino que en muchas ocasiones es muy difícil encontrarlos.
Algo similar sucede con los backups, prácticamente inexistentes, como también ocurre con otros dispositivos más específicos como relojes de medición, además hay una total ausencia de software que se puedan instalar en las computadoras con el fin de optimizar su rendimiento eléctrico, los cuales no son comercializados en ningún lugar.
Si a eso le sumamos la falta de repuestos y su alto costo, y le agregamos los problemas de obsolescencia tecnológica, que provocan que una placa madre rota ya no exista en el mercado y por ende haya que cambiar esta, el kit de memorias, el microprocesador y hasta el set de cables, será fácil calcular cuán caro puede salirnos un sobrevoltaje.
Tampoco deben preocuparnos solamente los llamados transientes, ya que los vaivenes eléctricos, muchas veces imperceptibles, pueden ocasionar que los dispositivos trabajen fuera de rango por mucho tiempo, y por consiguiente, acelerar su desgaste, ya sea el de las fuentes, o los problemas que estas generan cuando trabajan mal, desatando una reacción en cadena hacia el resto de los componentes de una PC.
En cuestiones de ahorro hace falta mayor cultura, pero también algunas inversiones, institucionales o personales, que si bien pueden parecernos caras en un inicio, se rentabilizan mucho con los gastos que evitan.
La falta de previsión, la poca costumbre de inventariar como pérdidas evitables las roturas de equipos por cuestiones eléctricas, y la escasa conciencia del valor intangible que tienen las informaciones que se escapan cuando perdemos un equipo de cómputo, hacen que casi todos vean estas inversiones como gastos y no como necesidades impostergables.
Aun así, mucho podemos hacer teniendo mayor cultura del ahorro y la previsión. Al menos, si está leyendo esto en una computadora, recuerde apagarla cuando termine, si no la va a usar más.