El programa presentado por Google acapara cada vez más usuarios y se sitúa ya en el tercer puesto detrás de Internet Explorer y Mozilla Firefox, a pesar de que en esas estadísticas no incluyen a los cubanos por culpa del irracional bloqueo de Estados Unidos
Los datos publicados esta semana por la consultora Net Applications podrían ser históricos en el cibermundo, pues por vez primera en más de una década el otrora omnipresente Internet Explorer ha caído en la preferencia de los usuarios por debajo del 60 por ciento en el mes de abril, cediendo terreno a sus dos grandes competidores: Mozilla Firefox y Chrome.
Ambos navegadores, de código abierto, pero patrocinados por instituciones diferentes, han ido mordiendo constantemente el pastel que antes casi se comía exclusivamente el Explorer, atacado no solo por las vulnerabilidades explotadas por los creadores de programas malignos, sino también por las disposiciones que lo acusan con toda razón de querer erigirse en ente monopólico.
Del Mozilla Firefox hemos hablado en más de una ocasión en esta página. Sobre Chrome también, aunque en menor medida, y no tan solo porque vaya en tercer puesto.
Hay otra razón de peso fundamental para los cubanos: por culpa del irracional bloqueo Chrome es casi un desconocido en la Isla para muchos amantes de la informática.
Cuando uno intenta acceder a la página de su creador, el buscador Google, se tropieza inexorablemente con un cartel en inglés que nos advierte de que ese programa —con todo y que es de código abierto—, no está disponible para Cuba.
La explicación, una vez más, es el entramado de las leyes del bloqueo, que impiden a Google exportar software a países «enemigos» de Estados Unidos como Cuba, Siria, Corea del Norte, Irán o Sudán.
El argumento es poco menos que irracional, no solo por ser una aplicación gratuita y libre para su descarga, con lo cual no se estaría infringiendo ninguna tonta ley. Además Chrome es un programa de código abierto inscrito en el movimiento del software libre, uno de cuyos postulados es precisamente el «libre» intercambio de aplicaciones, algo de lo cual, al parecer, Google todavía no se ha enterado, sujetando este a licencias «específicas».
La estadística de Net Applications muestra que la participación de mercado de Internet Explorer cayó el mes pasado al 59,95 por ciento, por primera vez desde que hace mucho este navegador superó al histórico Netscape.
Y aunque la caída en picada de la aplicación de Microsoft no es nueva, lo novedoso es que su competidor más cercano, Firefox, se haya mantenido casi estable, y sea Chrome quien le ha quitado terreno al otrora omnipotente coloso de Bill Gates.
Mientras que el crecimiento de Firefox fue prácticamente plano, manteniéndose en el 24,5 por ciento desde marzo hasta abril, el mayor beneficiario de la disminución del Explorer fue el buscador de Google, que incrementó su presencia desde 6,13 por ciento en marzo al 6,73 por ciento en abril, duplicando así sus números en el último año.
El buscador de Google ha crecido constantemente desde su presentación en diciembre de 2008, impulsado por su más cómoda interfaz, múltiples utilidades, su rapidez de carga de las páginas, una fuerte campaña publicitaria, y por carambola debido a los problemas de seguridad que tanto desprestigian a Internet Explorer.
Quienes lo han instalado aseguran que Chrome consume poca memoria y ha atrapado a muchos por sencilleces como el uso de colores diferenciados en la barra de direcciones, conocida como Omnibox, la cual muestra el dominio del sitio en color negro y el resto en gris, algo muy útil para diferenciar el verdadero espacio donde se navega.
Otra utilidad es la apertura de pestañas, algo que ya tienen también sus competidores, pero que en el caso del explorador de Google se ejecuta como procesos independientes, por lo cual al fallar una página esta no afecta al resto de las indagaciones.
Esa navegación por pestañas influye decisivamente en otro de los platos fuertes de Chrome: la seguridad. Además de que periódicamente el programa descarga actualizaciones de dos listas negras de sitios de suplantación de identidad y que contienen software malicioso, está concebido con un sistema que en el argot informático se conoce como «caja de arena».
Bajo ese presupuesto, cada pestaña abre de forma independiente a la otra, por lo que si se entrara en alguna web maliciosa, un supuesto atacante no tendría acceso a los documentos de la computadora, a escribir o robar información de esta, y además el software malicioso que se estuviera ejecutando finalizaría en cuanto se cerrara la pestaña.
Chrome también utiliza un modo de navegar de «incógnito», muy similar a la navegación privada que tienen el Explorer o Firefox, en los cuales el usuario se desplaza por Internet sin dejar huellas y borrando los archivos temporales que se creen en su máquina.
Otra de sus utilidades es el Administrador de procesos, que permite ver individualmente estadísticas de sitios web o plugins, el uso de memoria del sistema, ancho de banda y consumo de tiempo de CPU o microprocesador de la computadora, además de dar la opción de finalizar la ejecución de cada elemento individualmente, sin que se afecte el resto.
Si cuando se lanzó oficialmente en septiembre de 2008 sus metas eran mejorar la seguridad, velocidad y estabilidad que los navegadores existentes ofrecían, todo indica que Chrome ha ido poco a poco cumpliendo con esas expectativas, si bien todavía se le critica que no existan versiones definitivas para sistemas operativos basados en GNU/Linux o en Mac OS, los otros dos grandes rivales del Windows de Microsoft.
Lo bueno, bonito y barato —las famosas tres «B» que cualquiera buscaría para un producto— se conjuga en el Chrome, el cual fue desarrollado mediante una red de colaboradores en todo el mundo, que fueron ayudando a consolidar el proyecto paulatinamente.
Como quizá pocos programas, y tratándose de uno de código abierto, Chrome nació del proyecto de software libre denominado Chromium, creado con participación comunitaria bajo el ámbito de Google Code, para fundamentar las bases del diseño y desarrollo del navegador.
Por definición, y a pesar de las reconocidas habilidades de muchos cubanos en la informática e incluso en el desarrollo de aplicaciones de código abierto, es muy posible que ninguno de ellos haya podido participar en este proyecto o si lo hiciera pasara por encima de las leyes de Estados Unidos, pues también Google Code está «bloqueado» para Cuba.
La primera versión de la sencilla interfaz del navegador de Google vio la luz el 2 de septiembre de 2008, aunque se tuvo que esperar hasta el 11 de diciembre del mismo año para que el público tuviera un programa más estable y definitivo.
Disponible actualmente en más de 50 idiomas para la plataforma Windows, Chrome fue ensamblado partiendo de 26 diferentes bibliotecas de código abierto, a pesar de que todavía está en desarrollo su versión definitiva para Linux, lo cual revela que Google apuntó más contra el Internet Explorer de Microsoft, mayoritario en el mercado de los buscadores, que a una verdadera propuesta participativa enfocada en desarrollar software libre.
En las estadísticas sobre el crecimiento del navegador de Google no contamos los cubanos, que además tenemos otras múltiples prestaciones de Google prohibidas.
El bloqueo contra Cuba en el campo informático no solamente sigue en pie, sino que el cerco se intenta estrechar aún más para ahogar el desarrollo del país en ese sector.
Y es que el odio irracional y sin sentido de quienes defienden el ya probadamente ineficaz bloqueo contra los cubanos no entiende siquiera de términos en materia de software como «libre» o «abierto», y obliga a que Google Chrome siga siendo para los que vivimos en esta Isla… apenas una estadística más.