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La triste realidad

Se dice que la nómina de médicos brillantes la inauguró el recordado personaje Hawkeye en el clásico nombrado Mash, que estuvo en pantalla en Estados Unidos entre 1972 y 1983

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Para ser su primer día en el Chastain Park Memorial Hospital, de Atlanta, peor no le podía haber ido al joven doctor hindú Devon Pravesh (Manish Dayal), graduado de la Harvard Medical School, a pesar de que llegó con los deseos de comerse el mundo, vestido implacablemente con su corbata cara y el reloj de oro que le regalara su novia. Sus ilusiones pronto se las echará a perder quien tendrá la tarea de convertirse en su tutor, el prestigioso pero «insoportable» doctor Conrad Hawkins (Matt Czuchry), el cual se encargará de bajarlo de las nubes y darle la bienvenida al «mundo real», porque ya es tiempo, le dice, de olvidar «el cuento» que le hicieron en la universidad.

Desde el principio, la superenfermera Nicolette Nevin (Emily VanCamp), antigua (y enseguida entenderemos que presente y hasta futura) amante de Hawkins le sugerirá al inexperto Pravesh que intente no quedarse con una primera y errónea impresión y empezar a odiar a su mentor, pues aunque este le haya dejado claro que: «Nunca me equivoco. Haz lo que sea que te diga, sin hacer preguntas», lo más importante siempre será que ese tipo de rasgos risueños (que tanto le favorecen) con apariencia de «maleducado, despectivo y arrogante, aprieta un tornillo, arregla el ruido, te cobra cinco pavos y problema resuelto».

Y no obstante, en ese capítulo piloto de The Resident (El residente), drama médico con el cual la FOX se apareció en 2017 y cuya segunda temporada ahora transmite Multivisión en las noches de lunes, miércoles y viernes, el alumno tratará de hacer que su profe lo respete, antes de que se vuelvan colaboradores cercanos. Entonces es cuando se empecina en sacar de un paro cardiaco a una paciente, Chloe, para provocarle, sin quererlo, muerte cerebral.

Una compleja situación que propiciará un significativo diálogo entre Devon y Nic que, aparentemente, nos pondrá al descubierto lo que se propusieron con esta serie los guionistas Amy Holden Jones, Hayley Schore y Roshan Sethi.

—¿Habrá una investigación?, le pregunta asustado el muchacho a la sabia enfermera.

—¿Bromeas? Lo más posible es que te den una medalla. Cada día que Chloe esté en la UCI, ellos facturan miles de dólares. Para ellos es un gran día de paga. La medicina no es practicada por santos, Devon. La medicina es un negocio.

Ahí está una de las bases del argumento de El residente, en la que  en cada capítulo el espectador se enfrentará no solo a casos en los cuales el protagonista indiscutible de la serie, Conrad Hawkins, nos demostrará cuán brillante es en su profesión, sino también a otros en los que nos harán ver por qué, según la misma Nic, «los errores médicos son la tercera causa de muerte en Estados Unidos, después del cáncer y las enfermedades cardiacas».

Hay en esta ficción muchos otros momentos igual a ese. Como aquel en el cual Nic (¿quién si no?) agarra a la doctora nigeriana Mina Okafor (Shaunette Renée Wilson) con las manos en los suministros del Chastain o, para ser más exactos, con las muestras gratuitas de medicamentos que llegan al hospital, y que ella sustrae para ejercer en su propia casa, poniendo en peligro tanto su licencia como su visa para permanecer en el país, como bien esta le recuerda; a lo cual la cirujana responde: «Lo sé, ¿pero se supone que debo mirar hacia otro lado cuando la gente de mi comunidad muere de enfermedades tratables?».

Sin embargo, no habrá que seguir todas las entregas de El residente para comprender que se trata de una producción en que nada nos sorprenderá, porque ha sido vista por muchos de nosotros con marcada insistencia, y hasta con más gracias y efectividad, en muchas otras parientas de género, al estilo de las afamadas Anatomía de Grey, House, Private Practice, The Good Doctor...

A estas alturas, es difícil encontrar una obra de este tipo que no sean como mínimo decorosas en su realización y que no reúnan en sí todas las probadas fórmulas para lograr entretener y hasta sumar a un ejército de seguidores, y El residente no clasificará como la excepción. Pero no nos engañemos: El residente es más de lo mismo. ¿Que los actores que asumen los papeles principales no han sido bien elegidos? A decir verdad, los creadores de estos dramatizados saben cómo elegir a un buen casting. El problema aquí es que estos personajes no tienen mucho de dónde sacarles. Y poco ayuda que la historia esté llena de lugares comunes.

Desde el primer minuto nos percatamos de que de Conrad Hawkins, quien odia al padre que lo abandonó (Marshall Winthrop, interpretado por Glenn Morshower), no solo será la bellezura de la serie, sino también el gran héroe, el invencible, capaz de darse cuenta de todo y de solucionarlo todo. El mismo que hasta «luchará» contra su mejor amigo, el doctor Jude Silva (Warren Christie), por el amor de la linda y angelical Nic (menos mal que siempre encuentran alguna habitación vacía del hospital donde desahogarse), y que no cejará en su empeño de enfrentarse a los villanos más villanos que tal vez existan: el demonizado doctor Randolph Bell (Bruce Greenwood), jefe de Cirugía que pisotea con júbilo su ¿ética?, y la oscurísima doctora Lane Hunter (Melina Kanakaredes), una oncóloga para temer, ¡temer!

Pero que quede claro: por mucho que se esfuerce, al parecer Matt Czuchry no dejará de ser el abogado Cary Agos, de The Good Wife, aunque lo notemos con más posibilidades histriónicas que Emily Van Camp, quien no sé si alguna vez podrá entregar un poquito más de vida a sus creaciones, porque da la impresión de que su tope le llegó con la Emily Thorne, de Revenge, y con la Amy Abbott, de Everwood, serie que, por cierto, también pasa Mutivisión por estos días.

En su rol de residente poco popular como consecuencia de su escasa empatía con los enfermos, pero que es una maga con sus manos, el personaje más llamativo sigue siendo para mí la doctora que viste Shaunette Renée Wilson, a quien ya habíamos visto en Billions y que aquí se encarga, además, de dar el siempre bien recibido toque multirracial, que igual le encargaron a su colega, el doctor Pravesh.

Con su guion poco ambicioso, The Resident no representa la diferencia, aunque nos mostrará en sus tres temporadas que por suerte existen en el Chastain Park Memorial Hospital muchos médicos y enfermeras tratando de hacer lo correcto. Ojalá y eso se asemeje más a la realidad en un país donde el director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, asesor del presidente Donald Trump, acaba de anunciar en CNN que entre 100 000 y 200 000 personas podrían morir en Estados Unidos a causa de la COVID-19. Aunque bien lejos de esta ficción televisiva, el panorama no deja de pintarse muy triste.

 

Mash 

 

Se dice que la nómina de médicos brillantes, pero desagradables o excéntricos la inauguró el recordado personaje Hawkeye en el clásico nombrado Mash, que estuvo en pantalla en Estados Unidos entre 1972 y 1983. La serie se concentraba en la cotidianidad de un grupo de médicos militares que desarrolla su labor en un hospital de campaña durante la guerra de Corea. Basada en la película homónima de Robert Altman, que a su vez bebió de la novela de Richard Hooker, esta producción, con 11 temporadas y 251 episodios, se considera uno de los más importantes hitos del antibelicismo en la historia de la televisión norteamericana.

 

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