Los jóvenes investigadores deben ser hombres de nuestro tiempo, tener criterios propios sobre los fenómenos que se desarrollan a su alrededor y estar dispuestos a involucrarse en ellos, innovar y crear. Sobre sus sueños y desafíos, y cómo visualizan la ciencia cubana en el futuro, JR intercambió con jóvenes asociados a la Academia de Ciencias de Cuba, la más alta categoría para quienes laboran en el campo científico desde temprana edad
Los jóvenes investigadores están llamados a construir una sociedad cada vez más equitativa y desarrollada. Para ello es necesario innovar, perfeccionar, buscar nuevas y mejores alternativas, es preciso no repetir las fórmulas fallidas del pasado, enfrentarse a mentalidades anquilosadas y, sobre todo, trabajar con optimismo.
Esta es la certeza de la Doctora en Ciencias Geográficas Vivian Oviedo Álvarez, joven investigadora que ha desplegado una intensa labor en los diagnósticos ambientales de varias comunidades de la capital, en el proceso de diferenciación territorial del envejecimiento poblacional en Cuba, así como en diagnósticos ambientales del país y otras naciones.
Al intercambiar con ella y otros investigadores menores de 35 años de edad, que han sido seleccionados como asociados a la Academia de Ciencias de Cuba —la más alta categoría para quienes destacan en el campo científico desde temprana edad— encontramos que, aunque no son pocos los desafíos del hacer ciencia en la Cuba actual, para ellos solo con la participación y la complementación de las nuevas generaciones y las experimentadas se podrá alcanzar el desarrollo científico, económico y social del país al que aspiramos.
Claro está, esa no es tarea que se consiga de un día para otro. «Ser joven investigador implica retos, compromisos y responsabilidades. Es poner en nuestras manos los pilares y principios que rigen el desarrollo científico y tecnológico, pero en favor de toda la sociedad y no para la concentración de unos pocos, como suele ocurrir en otros contextos económicos, sociales y políticos», señaló.
Ello implica romper el estigma de «joven inexperto», hacer un buen uso de las nuevas tecnologías de la información y tener todas las posibilidades de superación profesional.
Además, los jóvenes investigadores deben tener acceso a publicaciones de alto impacto y posibilidad de publicar en ellas, y el acceso a equipamiento y medios adecuados para la realización de las investigaciones, añadió.
Una de las líneas que conectó el pensamiento de los entrevistados es la necesidad de hacer ciencia a partir de los problemas que se detecten en la práctica y la cotidianidad.
Así —aseguró Vivian— podremos introducir y generalizar nuestros resultados, de forma tal que el desarrollo científico realmente contribuya al presente y futuro de la nación.
«Por ejemplo, si consideramos que una sociedad es una especie de colmena, pudiera decirse que el científico es la abeja exploradora». Así definió el Doctor en Ciencias Químicas Roberto Cao Milán el «arte» de hacer ciencia.
Para este joven, un investigador es quien se dedica a generar conocimiento que permite encontrar soluciones a los problemas de la cotidianidad.
Cao Milán, quien se dedica al estudio de la nanoquímica, investiga el uso de nanopartículas metálicas en la potenciación de catalizadores Redox para el reconocimiento molecular de especies de interés, incluyendo biomoléculas. Señala que ser un científico joven tiene la ventaja de que se poseen más energías para acometer estas metas y la mente fresca para acoger nuevas ideas y para procesar gran flujo de conocimiento.
«El joven investigador que vive en Cuba es un sujeto muy preparado, capaz de resolver con mucho pragmatismo e ingenio los problemas de la ciencia y su sociedad, aunque deba enfrentar dificultades para llevar adelante su proyecto… Aun así no se amilana, dijo Cao.
«De ahí la importancia de que sea consciente de su realidad nacional, y nunca deje de ser optimista, altruista, apasionado. Debe ser ético, pero no conservador; intrépido, no debe temer a las discrepancias, ni a la crítica, riguroso, con disposición de servir a la humanidad, ser capaz de trabajar en equipo», insistió la Doctora en Ciencias Biológicas Déborah Geada López.
La joven, que ha laborado en el diseño y optimización de procesos de purificación de planticuerpos, y ha estudiado con profundidad la genética y química del tabaco y sus derivados, así como la generación de biodiésel y otros usos no fumables de esta planta, advierte que la juventud incide de manera decisiva en este trabajo.
«Por naturaleza todos los que transitan por la juventud se caracterizan por ser intrépidos, curiosos, desinhibidos, polémicos y críticos», añadió.
¿Cómo visualizan la ciencia cubana en el futuro? Para Roberto Cao el futuro de la ciencia cubana dependerá mucho de cómo se cuide hoy a nuestros jóvenes investigadores y también de cómo se inviertan los recursos para el desarrollo de este sector de la sociedad.
En la medida en que se logre transformar las limitantes a nivel objetivo y subjetivo, cambiar mentalidades y esquematismos, buscar las mejores maneras para invertir los recursos para el desarrollo de la ciencia en Cuba, y alcanzar las metas y proyectos de una sociedad socialista.
Cuba es un país subdesarrollado, pero con un proyecto social muy grande que, lógicamente, necesita de recursos. Los investigadores cubanos no están exentos de esa realidad, sin embargo, conservan la mente fresca y hasta el romanticismo para generar ideas innovadoras y dedicar esfuerzos a sus proyectos, agrega Cao.
«Los jóvenes no solo son la fuerza, el motor que impulsa cualquier proceso, sino que pueden llegar a ser generadores de ideas realmente revolucionarias en el plano económico, científico y social de cualquier país.
«Generalmente en un laboratorio los que hacen los estudios son jóvenes que están en fase de realización de sus doctorados o maestrías.
Sobre el mañana de la ciencia cubana, la Doctora en Ciencias Químicas Tania Farías Piñeira, aseguró: «es muy prometedor, si se logra una total participación de los jóvenes en la investigación, con una formación y superación continua, que garantice el relevo para seguir cosechando sus frutos».
«La ciencia cubana debe integrarse cada vez más a los procesos económicos del país. Se debe investigar priorizando la búsqueda de respuestas a problemas concretos de la economía y con una visión más integral de los resultados a obtener, teniendo en cuenta el producto o la solución en sí», puntualizó el Doctor en Ciencias Agrarias Rafael Rodríguez Hernández.
Pero también debe concebir los escenarios económicos y sociales en los cuales ese producto de la ciencia puede generalizarse, alertó.
El joven ejemplificó que en sectores como la ganadería se necesitan tecnologías basadas en los recursos nacionales que sean rentables, y que económicamente puedan competir con los alimentos concentrados que hoy cuestan al país millones de dólares que se podrían dedicar a desarrollar otros sectores, y que actualmente se emplean en garantizar un alimento que bien se puede producir en nuestras tierras.
El futuro de la ciencia cubana tiene que seguir respondiendo al desarrollo del país, estimó. «Ojalá dejemos de padecer las consecuencias del bloqueo económico impuesto por el Gobierno estadounidense», precisó Vivian Oviedo.
«Por otra parte, —expresó— la formación de científicos y académicos debe ser cada vez más proporcional al desarrollo sostenible que requiere la nación, y se precisa que en la espiral en la que se desarrolla la ciencia, la práctica corrija, renueve, modifique y se revierta en las pautas teóricas del conocimiento».
Cuba seguirá siendo un país de mujeres y hombres de ciencia y de pensamiento, advierte la Doctora en Ciencias Técnicas Leticia Arco García.
«Para ello es necesario rescatar los círculos de interés en educación primaria, los entrenamientos de concursos, todas aquellas actividades en distintos niveles de enseñanza que permitan aplicar métodos investigativos, razonar, profundizar, deducir y experimentar, de forma tal que se propicie el interés por la actividad científica».
Para el Doctor Rafael Rodríguez Hernández, llegar a convertirse en científico fue poder hacer realidad con sus propias manos, «lo que uno soñaba desde que era alumno de primaria en una escuelita de Güines, y pensaba que ser biólogo o físico, como tus padres, era lo más grande del mundo, sin imaginar nunca que hoy sería Asociado Joven de la Academia de Ciencias de Cuba.
«Si tuviera que elegir, creo que volvería a recorrer una y mil veces el camino que me condujo a ser miembro del colectivo de investigadores, técnicos y obreros del Instituto de Ciencia Animal, centro del cual me enorgullezco, y en el que conviven muchos de los ejemplos personales que he seguido en mi vida profesional y personal», confesó.
«En Cuba existe una historia y un prestigio científico que mantener y superar. Durante todo el quehacer científico destacan el esfuerzo y creatividad en la solución de los problemas», definió Leticia Arco García.
«Los jóvenes investigadores también tenemos que asumir, en ocasiones, otras tareas, y por tanto sacar tiempo extra para investigar, y lograr obtener los resultados esperados. Investigar es una labor de mucha entrega y dedicación», comentó.
Leticia investiga el desarrollo de un esquema general de procesamiento textual que permite el indexado y recuperación de información, la representación textual y el descubrimiento automático de grupos de documentos que aborden la misma temática, identificando, además, los documentos más representativos de cada grupo, las palabras claves y aquellos documentos de otros grupos que se relacionan con ellos.
Desde esta integración de la teoría y la práctica, Leticia ha podido llevar a sus alumnos de la Facultad de Matemática, Física y Computación de la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu, las enseñanzas que le guiaron antes a ella.
Por su parte, señala Rafael que, independientemente de todas las satisfacciones profesionales o personales que brinda su trabajo, ser un joven investigador es sobre todo sacrificio.
Sin embargo, coinciden los jóvenes, no falta el deseo de crear, innovar y potenciar el trabajo en equipo en pos de proyectos que nazcan de las inquietudes y las interrogantes de la cotidianidad.
«También la familia siente sobre sus hombros el peso de nuestras responsabilidades. Son noches, semanas y a veces meses ausentes del hogar, lo cual implica sin dudas un reto para cada uno de nosotros, sobre todo cuando tenemos hijos, el tiempo nos falta y sabemos que también es nuestra responsabilidad con la sociedad el formarlos adecuadamente como ciudadanos, confesó.
«Por eso digo que, detrás de cualquier resultado que obtengamos, no solo está el colectivo que cooperó en la investigación, también está la familia, pues sin su apoyo sería imposible», aseguró.
«Creo que es vital el papel de los jóvenes en la investigación y el desarrollo del país. Sin dudas, las mismas cualidades que nos permiten identificarnos como grupo poblacional en una sociedad, son catalizadoras de la productividad científica, la originalidad, la ruptura con los dogmas establecidos, la consagración desinteresada y la búsqueda de la novedad científica.
«Ahora, eso hay que potenciarlo con una mayor participación en los niveles de decisiones, con un mayor acceso a recursos a través de proyectos de investigación, con una labor de tutoría más efectiva y profunda por parte de los investigadores de mayor categoría y experiencia laboral.
«Además, estoy convencido de que el joven investigador revolucionario, apasionado con su trabajo, incondicional de su país y sobre todo de su pueblo, ese pueblo que se levanta cada día a generar la riqueza material o espiritual que sustenta nuestra labor, solo se logra con una formación integral desde que es tan solo un pionero lleno de sueños y utopías», dijo Rafael.
Para él, los científicos no deben ser solo entes aislados cuya única responsabilidad social es generar resultados, publicaciones, tesis y premios.
«Los científicos jóvenes debemos ser hombres de nuestro tiempo, debemos tener criterios sobre los fenómenos que se desarrollan a nuestro alrededor y estar dispuestos a involucrarnos en ellos y aportar», apuntó.
Rafael sostiene que no hay ninguna contradicción en asumir responsabilidades administrativas, sindicales, políticas… y ser partícipe de este esfuerzo mancomunado que hacemos los cubanos para mantener lo que hemos conseguido generación tras generación y avanzar hacia una sociedad moderna, próspera, sostenible, culta, y sobre todo humana y solidaria.
«Eso creo que es lo que nos identifica como científicos cubanos, pero también lo que nos da una cuota de universalidad», sentenció.
La labor de la Academia de Ciencias requiere de una proyección dirigida a sectores importantes de la sociedad y establece la condición de Asociados Jóvenes, a aquellos científicos de 35 años o menos, que han obtenido resultados relevantes.
La nominación de candidatos a Asociados Jóvenes se hace por instituciones científicas, centros de educación superior, sociedades científicas y otras entidades u organizaciones nacionales de reconocido prestigio que, de mutuo acuerdo con la Academia, adquieren la condición de Auspiciadoras.
Para el ejercicio 2012-2018 la Academia de Ciencias cuenta con 43 Asociados Jóvenes de todo el país, la mayoría ya con un doctorado y estudios de pos-doctorado realizados, que desde sus centros y universidades generan nuevos conocimientos y transfieren hacia nuestro país importantes resultados, con aportes en nuestro desarrollo económico y social.