Las mejores obras del quehacer contemporáneo
La poesía como asunto de vida o muerte que se instala en la biografía de un poeta suicida, la poesía entendida como diario devenir de quebrantos, silencios, gritos, rabia, dolor, ausencia, mucho más allá de la escritura misma y en abierta discusión con sus exigencias… La poesía como santo y seña de la pesquisa que lleva adelante el narrador de una historia donde las diversas coordenadas de una existencia —la del poeta, léase lo posible de su nombre ubicuo, Ángel Escobar— deslindan luces y sombras de una palabra herida: he ahí el firme trazado narrativo de La cinta métrica, de Efraín Rodríguez Santana, novela que a partir de aquellas demarcaciones se convierte en un audaz thriller metafísico, donde también se asiste a una novela de formación apartando los visillos en la ventana del lector. El autor logra mantener un suspense de raro pero pertinaz equilibrio en esta historia de una voz desgarrada y doliente, un destino cumplido desde la condición de poeta piel adentro. (Eugenio Marrón)
Destaca en este conjunto de relatos titulado Esperando por el sol, de Raúl Flores Iriarte (Ediciones Matanzas), el sinsentido de una realidad, el modo un tanto rocambolesco en que los acontecimientos van llevando a los personajes de una situación a la otra, en medio de un caos que ya no intentan comprender y a través del cual fluyen como imperturbables testigos de sus propias vidas. Entre los mayores aciertos del autor están precisamente esa mirada fría, desprejuiciada, y su habilidad para construir relatos desbordantes que sin embargo logran cerrar sobre sí mismos y atrapar un sentido, una imagen reveladora, cierto orden que prevalece a pesar de la arrolladora fuerza centrífuga del absurdo. (Daniel Díaz Mantilla)
Cuba en sepia, de José Antonio Michelena, es un libro hermoso de Ediciones Boloña que cuenta nuestra historia nacional en breves y animados artículos de costumbres. Es esta la empresa de Michelena, que, a su vez, honra a una extensa lista de cronistas y articulistas de costumbres que prestigian la literatura cubana desde el siglo XIX. Serán muchos los detalles curiosos que podrá el lector entresacar de estas páginas: desde el surrealista Colón que nos confundió con Japón, en ese entonces llamado Cipango por los europeos, hasta los orígenes, desarrollo y decadencia de nuestro transporte público. Sea entonces con justeza divulgado este libro, regalo sencillo y valioso de su autor a nuestra cultura nacional. (David Leyva González)
La hija del reo se apropia de fuentes tan legítimas como lejanas en el devenir de la poesía para entregar un poemario de sólida estructura —cada poema puede ser leído independiente o como capítulo de una historia cuidadosamente proyectada—, elegancia de un discurso poético acendrado y elocuente, en el que a partir de una ensoñada circunstancia, Sonia Díaz Corrales logra uno de los libros más plenos y hermosos de la reciente poesía cubana, a la vez que engalana la condición del poema como privanza a la sombra de lecturas entrecruzadas, en las que el amor y la muerte, la lejanía y el retorno, la pérdida y la ausencia, son cuestión de ubicua universalidad. (Eugenio Marrón)
Un estilo depurado, libre de afectaciones y adornos vanos, y una mirada dura, con frecuencia irónica, destacan en Recreos para la burocracia (Ediciones Unión) donde Sigfredo Ariel da cuenta de un presente, de un mundo a ratos absurdo, de un país y una cultura que se reinventan y sobreviven más allá o más acá de sus fronteras, desde los ojos singulares del poeta. Como escenas reunidas, como fragmentos significativos de un viaje interminable, los textos testimonian esa amalgama de azares y arraigadas costumbres que se entretejen para construir una identidad, un sentido, un rumbo que es siempre hacia el origen. (Daniel Díaz Mantilla)
Valiéndose de innumerables técnicas narrativas que no conspiran contra la fluidez del argumento, en El niño congelado, Mildre Hernández ha conseguido una historia donde la imaginación desbordada se mezcla con un peculiar dominio del lenguaje signado por la economía de medios y los escuetos diálogos siempre puestos en función de esta suerte de thriller donde el lector infantil y juvenil encontrará sorpresas y motivos diversos para una reflexión que no encaja en la lógica tradicional. Se trata de un libro apasionante en sus aparentes dislates donde animales y personas, en cierto sentido, marginales y marginadas, vuelcan su humanismo en busca de una posible felicidad. Con esta obra, ganadora del Premio Casa de las Américas 2015, Mildre Hernández se sitúa entre los nombres más prestigiosos en el campo de la literatura para niños y jóvenes del continente americano. (Marilyn Bobes)
Las palabras, el flujo de las aguas, la salida al camino, al trillo o la vereda propia se concentran en el tramo final —donde concurren sin encono modos varios de hacer versos, inspirados y entrañables descubrimientos de la naturaleza propia o de la ajena, también de la naturaleza de la poesía— para desembocar, nunca mejor dicho, en evocaciones íntimas y compartidas, deseos inconfesos, añoranzas de ser y hacer, de volver a vivir lo recordado, lo hondamente sentido. El poeta queda expuesto. No al borde del camino, sino en él, andando; alguien vivo, latiendo, dispuesto a compartir risa y entrañas. Trillos/ precipicios/ concurrencias (Alfredo Zaldívar, Ediciones Matanzas) es el camino y el andar, el testimonio de una vida sensible, con sus partidas y retornos, sus lejanías enfrentadas al magma siempre intenso de Matanzas, donde está el mundo, o sus raíces, esas raíces a las que, por mucho que uno lo intente, no siempre alcanza a renunciar. (Zaida Capote)
El convidado del juicio, esta nueva antología de la prosa reflexiva de Antón Arrufat, recoge textos de diferentes épocas y abarca diversas expresiones: entrevistas, discursos, testimonios, memorias, crítica literaria, cartas, ensayos. En todas las piezas que la integran puede reconocerse el sello personal de un autor que dialoga apasionadamente con la obra de quienes le precedieron y con la de sus contemporáneos, enunciando siempre, a través de esas valoraciones, su propio modo de concebir la literatura y la labor del escritor. El yo del autor, su mirada más íntima, sus gustos, sus preferencias y sus antipatías son el prisma a través del cual se realizan estos encuentros con la escritura, suya y de otros. Esta perspectiva, unida al testimonio de una época vivida con singular intensidad propician que El convidado del juicio sea leído como un recorrido por la historia personal del autor. Vuelven a apreciarse en este libro la riqueza y elegancia de la prosa, la agudeza de los juicios, la sinceridad y el poder de penetración característicos del ensayo de Antón Arrufat, género en el cual es considerado un maestro. (Margarita Mateo Palmer)
La crítica y el ensayo de Virgilio Piñera ha ido resurgiendo de manera progresiva en las últimas décadas. Sin embargo, dos esforzados intelectuales y apasionados del tema, Pablo Argüelles y Carlos Aníbal Alonso, han dado un gran golpe sobre la mesa al compilar en dos tomos lo conocido y olvidado del Piñera de revistas y periódicos en Virgilio Piñera al borde de la ficción. Como grandes novedades el lector podrá encontrar colaboraciones perdidas sobre crítica de arte, así como estudios de disímiles obras de la literatura cubana y universal. Otro mérito de estos tomos es el meticuloso trabajo de notas, alertando de las publicaciones príncipes, detalles de las mismas, fechas y títulos de interés, así como un catálogo final donde se refieren las polémicas en vida del autor en diversas publicaciones. No hay dudas de que estamos en presencia de un libro de colección, preciada investigación de más de 800 páginas que agradecerá el lector presente y porvenir. (David Leyva González)
En Encuentros cercanos de vario tipo. (Ensayos sobre literaturas en diálogo) (Letras Cubanas), Mayerín Bello constata singularidades, meandros y riquezas múltiples desde ensayos dialogantes. Dividido en tres partes, en la primera coloca la literatura italiana en una posición de mutuo intercambio con la cubana y la latinoamericana. Aquí se posesiona de obras como El arpa y la sombra, de Carpentier, e Isabel, tres carabelas y un charlatán, de Darío Fo. En un segundo momento del volumen se acerca a nuestra primera obra teatral conocida, El príncipe jardinero o fingido Cloridano, de Santiago Pita; de Leopoldo Alas (Clarín) su novela La Regenta, mientras los poetas florentinos Guido Cavalcanti y Dante Alighieri son percibidos en una relación fecunda, a la vez que cada uno fue expresión individual de un derrotero intelectual de recíproca valía. De Félix Pita Rodríguez, Mirta Aguirre y Eliseo Diego, en el tercer segmento de la obra, se revalorizan sus respectivos Elogio de Marco Polo, Maquiavelo, su tiempo y El Príncipe y Muestrario del mundo o Libro de las maravillas de Boloña. Un texto sobre la traducción literaria cierra el volumen, caracterizado por el rigor, la pasión y el encanto de la prosa. (Cira Romero)