Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha obtenido reconocimientos como los premios Emilio Ballagas 2010, Luis Rogelio Nogueras 2012, Celestino de Cuentos 2017 y Heredia 2020, este último por Prácticas salvajes, del cual le ofrecemos un avance
Evelin Queipo Balbuena. Licenciada en Letras por la Universidad de Oriente. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha obtenido reconocimientos como los premios Emilio Ballagas 2010, de la Ciudad de Nueva Gerona 2011, Luis Rogelio Nogueras 2012, de la Ciudad de Camagüey 2015, Celestino de Cuentos 2017 y Heredia 2020, este último por Prácticas salvajes, del cual le ofrecemos un avance. Miembro de la AHS y de la Uneac, tiene publicados, entre otros, los libros Leyendas urbanas, Lluvias ácidas, La máquina de recuerdos, Pies en el cielo, manos en la tierra, Un niño llamado Chusette, Oros Nuevos. El Viejo Continente y Una casa sin nombres.
Domesticación
Domesticar una serpiente constrictora es como criar cuervos. Siempre se puede tener certeza que, más temprano que tarde, te sacarán los ojos: unos, a picotazos; la otra, por asfixia.
Domesticar una constrictora es igual que domesticar poemas. Los crías y siempre acaban asfixiándote; porque son criaturas salvajes, no piensan, solo sobreviven en la jungla de la literatura. Los grandes poemas se tragan a los pequeños. En consecuencia, los grandes poetas sufren de una asfixia peor que los poetas menores. Ya lo dijo Exupéry: «uno es para siempre responsable de lo que domestica».
Respiración anaeróbica
Cuando escribo, forzosamente tengo que prescindir de mis ejercicios aeróbicos. Cuarenta minutos diarios toma el entrenamiento que aumenta mi capacidad pulmonar. La creación literaria dura todo el día y ocurre en ausencia de oxígeno. Para resistir mis células inician un proceso alternativo: la fermentación. Si tengo suerte podría lograr un compuesto orgánico: el poema. La vie sans l´air. Así la definió Louis Pasteur.
Solo unos pocos y yo sabemos a qué se refería el científico francés. La mayoría cree que hablaba de química orgánica; pero nada más alejado de la verdad.
La manera de leer
Cierta vez un hombre leyó estos poemas y enmudeció. La piedad se apoderó de su rostro. A partir de ese instante muchos hombres comenzaron a leer estos versos y enmudecieron. En el fondo cada uno se creyó capaz de cambiar mi realidad, para así cambiar mi poesía.
Yo, como es lógico, he leído peores textos escritos por los hombres y enmudezco. En el fondo también me creo capaz de cambiar su poesía, pero no su realidad.