Martha Luisa Hernández Cadenas (1991), teatróloga y creadora escénica, se desempeña como asesora dramática de Teatro El Público. Ha dirigido las puestas en escena La que nunca conocí (a partir de Ansia y Psicosis 4.48, de Sarah Kane), Charlotte Corday y el animal (a partir de Charlotte Corday. Poema dramático, de Nara Mansur) y en coautoría con Rogelio Orizondo, El poeta azul. Su poemario Días de hormigas (puesta en escena) fue reconocido con el Premio David de Poesía 2017. A él pertenecen estos poemas.
Leo el cuaderno de mi madre,
escribió para mí: "Mi hija, demasiado perdida en observarlo todo, tiene los rizos llenos de luz".
Y con mi dedo dibujo la página,
pienso en mi madre joven y radiante,
pienso en mi madre viviendo en esta casa todavía,
pienso en mi madre con todo el tiempo para verme crecer.
Tal vez no sea tarde para volver a vivirlo todo,
como aprender a dar pasos,
a mirar,
a decir,
como aprender a ser nuevamente una,
a dibujar el primer gesto.
Tal vez este dedo y esta página sean mi teatro,
esa especie de fe escénica que siempre transmiten las hormigas.
Otra recaída,
aullido que se enciende.
Despertar con saliva en la cara,
porque también heredé de mi madre la epilepsia.
Qué suerte contar con una plaga,
una marcha de huellas tóxicas y asesinas,
proletarias del jengibre frío derramado antes de la convulsión.
Y qué suerte vivir en una ciudad tan quemada,
y qué suerte estos meses de padecimiento y encierro,
y qué suerte mi teatro de obsesiones,
y qué suerte la buena insolación,
y qué suerte el faltante de analgésicos,
y qué suerte la función número cien,
y qué suerte encontrar el cuaderno de mi madre en una caja,
y qué suerte conocer a la muchacha,
la muchacha que mi amigo dramaturgo llamó desde mi casa,
querer a mi amiga suicida,
quererla mucho.
En este día de suerte saberlo: heredé toda la felicidad de mi abuela y mi madre.
Extraviarme en la persecución,
suena antioxidante el limón que mancha y ahuyenta a la plaga,
y encontrarme conmigo en la recaída,
porque una poeta escribió Rehab —valioso aporte para mis vencimientos—,
y otra poeta escribió Sin tierra común.
Otra vez en el mismo suelo,
el de la misma casa,
donde cupo casi todo.
Convulsión/recuperación.
Distinguir esos puntos de fuga luminosos al abrir los ojos,
ellos, travestidos de hormigas y de amor,
idénticos a las muestras revisadas en los laboratorios de mis medias.
Salir esta noche al bar,
tropezarme con todos los hombres amados,
incluso, aquellos escritores a los que amé y les escribí una tesis.
Una recaída natural por ser tan joven y estar tan sola,
es todo lo que quise para mi escenario:
ver impactos de hormigas en los rayos ultravioletas,
hormigas muriendo en mi cerebro tras la convulsión,
hormigas muriendo tras la recaída,
hormigas en la punta del cigarro,
hormigas en el clítoris,
hormigas en la espuma,
hormigas en el ano,
hormigas en el corazón,
un hormigueo permanente en el corazón.
Convulsión/recuperación.
Ahora que empiezo a recuperarme estoy lista para nuevos diálogos, nuevos teatros,
y escucharlos decir con mi misma suerte: "Días de hormigas".
Madre, otra vez no lo logro, otra vez sé que nada volverá a repetirse, y me cuesta mirar a la muchacha perderse, y me cuesta verte morir, y me cuesta estar tan enferma, es hora de no pensar en la escena, el escenario está dentro de mí. Madre, quemo el cuaderno, quemo nuestro cuaderno.