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Rellenar los huecos con palabras

Yanier H. Palao (Holguín, 1981) es uno de los jóvenes poetas en Cuba que nos atrevemos a sugerir

Autores:

Sheyla Valladares
Yunier Riquenes

Yanier H. Palao (Holguín, 1981) es uno de los jóvenes poetas en Cuba que nos atrevemos a sugerir. Ya cuenta con varios libros publicados, entre ellos, Peces en bolsas de naylon, Música de fondo, Vaciados, y su Premio Calendario 2013, Esteros. También su labor como promotor puede encontrarse en el libro La isla en versos, compilación que realizara con Luis Yuseff y Ediciones La luz.

Los temas en la obra de Yanier van desde la otredad, la naturaleza, los pequeños pueblos y las grandes ciudades. Es un individuo que ha recorrido el país desde Báguanos, en su natal provincia de Holguín, hasta llegar a la capital de todos los cubanos, donde reside actualmente. Su literatura es expresión de la vida que ha conocido. Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz.

—¿Cuáles temas/visiones/angustias pueden detonar tu necesidad de escribir?

—Escribí desde pequeño, tuve una infancia sola. En el barrio había un único niño de mi edad, nunca fuimos amigos. Mi escritura nace de lo que adolezco, de lo que me falta. Voy rellenando esos huecos con palabras, fue así, es. Empecé sin saber, sin intenciones. Mis textos publicados y los que están sin publicar son como hojas de una historia clínica, hablan del paciente que soy, de lo que me duele, pero sin llegar al llanto, a la queja, ni a los reclamos.

—¿En tu caso el silencio escritural también puede ser una manera de creación?

—Sin duda alguna, y todo lo que hago para agenciarme la vida. Dice Maguerite Duras que todo escribe a tu alrededor. Eso es lo que hay que llegar a comprender, todo escribe. Lo que no todo se llega a escribir; o sea a transcribir, a llevar a la materia, al papel o a la pantalla de la computadora.

—¿Cuáles impulsos te llevaron a escribir tu primer libro?

—Mi primer libro no tiene un impulso. Me avergüenzo de él, solo dos poemas salvaría. Es un individuo y su entorno más cercano. Quise registrar, captar al otro y reconocerme, pero no lo logré.

—¿De qué manera la voz que en él prevalece ha mutado hasta hoy? ¿Qué elementos de esa primera vez permanecen en la escritura de tu más reciente volumen? ¿Pueden ser extrañas estas dos criaturas?

—A veces se llevan muy mal, en otras ocasiones son como viejas amigas. El querer poder reconocer al otro ha sido una constante, ver y tomar notas (eso quiero mantenerlo). Se me da fácil, es mi voz más natural. Pero en uno cohabita lo que quiere ser, lo que quiere alcanzar. Ahora hay una voz más práctica, menos contemplativa, una voz que informa, es ideológica, toma partido, es cínica, abusadora, es más libre, especula. Incluye valoraciones sobre arte, o cualquier materia que pueda apoyar la trama en el texto. Es una voz orquestada, falsa, en aras de buscar cierta sinceridad.

—Los géneros literarios no son compartimentos estancos, ni son elementos inamovibles. En este sentido, ¿cómo organizas tu escritura, cuánto tiene de porosa, de mutable?

—No organizo nada. Hay textos que aparecen en mis libros y luego un narrador o editor entiende que ese poema es un cuento. Eso me gusta. En mi último libro, Esteros, quise incluir un cuento, me costó trabajo convencer al editor, el libro lo llevaba. Mis primeros poemas fueron partidos por otras personas. Yo solo escribo, más bien vomito mis textos. Escribo sin tener muy claro a dónde quiero llegar, ni siquiera qué digo. Hay poemas ya publicados que salieron de una forma pero se gestaron de otra. Siempre escribo a mano, sin puntuación, lleno frenéticamente la hoja, luego parto los versos y creo que aprendí. Lo que más me gusta es llenar la hoja de palabras, no saber si al final es un cuento o uno de esos textos que he hecho últimamente.

—Has publicado la mayor cantidad de libros con editoriales territoriales… ¿Cómo has visto el proceso?

—En la Riso te pueden sacar mil ejemplares igual que en Letras Cubanas, te lo posicionan en las mismas librerías. Hay libros bellísimos hechos por estas casas editoriales, libros con una importancia cultural. Hablo por ejemplo de Los parques, antología poética, editado por René Coyra bajo el sello Reina del mar Editores, Cienfuegos. Son editoriales que tienen tanto prestigio como las nacionales, ya que no solo se han dedicado a la promoción de escritores locales, sino que incorporan clásicos internacionales.

«Una selección de la poesía de Robert Frost fue publicado por Ácana, en Camagüey. Editoriales como Matanzas en la homónima ciudad, La luz en Holguín, se imponen. Esta última ha editado los ensayos y la poesía completa de Gastón Baquero, empeños editoriales que por tradición deberían estar bajo el sello de las editoriales supuestamente más importantes del país. Textos de premios nacionales de literatura y autores de renombre aparecen en editoriales de provincia, legitimando el catálogo de estas».

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