Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) Poeta y editor. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas. Su último poemario publicado, El Valle de Acor, mereció el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara, en 2011. Ha obtenido, además, premios como Poesía de Primavera, Mangle Rojo, Calendario, Fundación Fernandina de Jagua, Navarro Luna, José Jacinto Milanés y Emilio Ballagas.
La turbación que eres
sale al balcón de la patria
a llorar por la patria.
Carga el jolongo a través de ciudades
que lucharon contra lo colonial
y hoy sobreviven gracias a lo colonial.
Sortea el mar inexistente de Santa Clara
creyendo llevar el remo de proa,
el remo de tu vida, por supuesto,
el único remo.
La turbación que eres desembarca
en las costas que son otros,
en las playas de Caibarién o Matanzas
si es posible.
Ciertas familias le dan cobija
como a insurrecto, como a prófugo;
ceden su cama para ti, sus jarros de miel,
el café que la turbación degusta
mientras lee poemas para la turbación ajena.
Después del día mambí,
cuando el cuerpo se tumba en la hamaca,
en la hamaca del sueño nacional
a dormir la turbación,
las acres cosas de tu vida
parecen, no sé, un poco dulces.
Sales a las cinco
de la mano con tu amor.
Cruzas y recruzas sobre el San Juan murmurante.
Has vivido siempre con el río a la cintura:
Escamandro personal, devenir heraclitano.
Cruzas y recruzas sobre la vida
de quien es para tu vida un puente.
Muchachos altos como bagás
cabecean en la orilla.
Junto a la Ermita de Monserrate
habrás hecho tal vez tu confesión:
no pensaste escribir la palabra loma,
miedo provincial a decir altísima loma
y quedar en soledad como ha quedado
el sueño de Cuba en la manigua.
Sales a las cinco
hacia la entraña del día mambí.
Avanzas entre la gente que marcha a sus trabajos,
entre la gente que vive
medio aturdida, medio degollada.
Tomar un taxi a Santa Clara
con gente de igual o diverso pensamiento,
incluso, de militar pensamiento.
Entrar al Condado, a la batalla,
o al registro de vivienda, ese filo,
aunque nuestras casas no valgan
lo que la manigua.
Con su carga de nativos y turistas,
los caballos se fatigan tomando la pendiente de Dobarganes
igual que en una carga contra soldados españoles.
En industrias textiles y mecánicas
la gente hace la guerra necesaria
y es licenciada como un ejército.
Subes la loma del Capiro con tu hermano
o con el espíritu de quien se dispone a ser tu hermano
y miras la ciudad, el campo de los guerreros,
la columna invasora de tu amor
cuando se acerca.
Ahora mismo la vida transcurre
entre el Bélico y el Cubanicay,
entre dos ríos,
y tu madre recoge naranjas agrias
que sombrean en el patio
para exprimirlas sobre el arroz.