Breve descripción moderna del paraíso
Si hubiera una descripción moderna del paraíso, bien podría ser la sala de la casa de Juan José. Sentado en el sofá, junto a su esposa María Frida, disfrutan de un concierto de música clásica que transmiten en la tele. Los acompaña su pequeño hijo, Lázaro Amadeus, que juega con un diccionario, golpeando con suavidad a Shakespeare, el perro pequinés, mientras Cervantes, el gato, ronronea plácidamente durmiendo en la alfombra.
—«Arráscame» la espalda, le pide con dulzura él a ella.
—Se dice ráscame, le responde ella con igual ternura, pero poniendo énfasis en la palabra corregida.
—¿Por qué disfrutas tanto llamarme la atención?, pregunta él con menos dulzura, y con un poco de malhumor.
—No disfruto llamándote la atención, lo hago para que aprendas; además, estás delante del niño y eso le puede traer como resultado un aprendizaje erróneo.
—Pero si Lachy está jugando con el perro; no sabe de lo que estamos hablando… ¡y solo tiene un año!
—La educación se inculca desde edades tempranas, y ya te he dicho que los motes son feos y para toda la vida: el niño no se llama Lachy, comenta ella tratando de mantener la calma, pero con cierta autoridad.
—¡Ya sé que el niño se llama Lázaro Amadeus, que al perro no le puedo decir Chaky, porque se llama «shakiespere», y al gato no lo puedo llamar diciéndole misu, porque se llama Cervantes!, objeta él visiblemente molesto.
— «Chéspir», así es como se pronuncia el nombre del perro, y no te pongas bravo porque todo lo que hago es para bien de nuestra familia; para que Lázaro Amadeus se crie en un ambiente de conocimiento, de cultura, de formación profesional…
—¡Ay María Frígida!
— ¡María Frida!
— ¡Como tú quieras, el caso es que nada de eso resuelve ni la «mitá» de las cosas que hacen falta en esta casa! ¡Si este burro que está aquí no va y araña todos los días en la tarima del agro como un león, te ibas a acordar del día en que nacieron todos esos «lustrados» de la lengua y la cultura!
—Ilustres, se dice ilustres, y baja la voz, que ya Lázaro Amadeus nos está mirando inquieto. Cuando hablas así te conviertes en un ser retrógrado y oportunista. Todo eso es coyuntural.
—Será de dónde tú quieras, aunque tengo la razón: ¿No es verdad profesora?
—Mejor dejémoslo ahí…, responde María con impotencia en su voz.
—Pero si fuiste tú quién empezó… ¿por fin me vas a rascar la espalda o no?, le pi-
de con cierta dulzura Juan José a María Frida, mientras recuesta la cabeza en sus piernas. Ella comienza a pasar su mano por la fornida espalda del hombre sin decir palabra. Juan José suspira complacido y comenta:
—Qué difícil es conseguir paz y «almonía» en esta casa…
—Armonía, se dice armonía…