Estos poemas pertenecen al libro A la entrada de la noche, que fue publicado por la Editorial Letras Cubanas en su colección Lengua Bífida y presentados recientemente en la librería Fayad Jamís de la capital cubana
En el agua tibia coronaba tu cuerpo.
En el desnudo de las azoteas
descubrimos los rostros de la noche,
tomamos su bajel inquieto.
Hemos venido a celebrar tu nombre
aquí crecidos
entre el duro sol y el agua.
Tomamos un ómnibus frente a la glorieta
donde los pájaros entran
para huir de la lluvia.
El anuncio en el teléfono
me puso a prueba,
confié en el refinamiento,
en la carnalidad.
Ebrio de la hojarasca
creí en los pasadizos secretos
y en la mano que en la oscuridad
siempre consoló mi frío.
La latitud de la noche extiende su mano,
llega la luz.
Desciendo por las aguas,
me vuelvo por el extremo límite de mi cuerpo
y al pie de las estatuas siento la respiración.
La luminosa sombra toma mi infancia.
Abro los ojos
y mi cuerpo permanece en la quietud,
en la memoria.
primera que conocí,
te hice cartas.
Otra vez en aquel piano
creabas tu fruta mágica,
tu fruta de operetas.
Así, dorada la voz
y el sonido en el cristal
vuelves a hilvanar las resonancias
y tu música convertida en vitrales
alumbra mi recuerdo.
La vasija cada vez más llena,
la mujer que arrojaba su camisa
sobre el tránsito insoportable.
De la ventana del frente gritaban indecencias.
Teníamos hambre,
todo era visible,
los amuletos colgaban de los clavos de la casa.
En el sillón dormía una señora
que ni se enteraba de los amantes.
No le importaba que lloviera
ni las vasijas llenas de agua.
Cuando el cielo se llenó de piedras
nos marchamos
hacia los hombres de la noche.
Al pie del Abra tomé el aire
necesario para el final.
Ya resulto indiferente,
cercano al despojo de las ilusiones.
Ahora, se incrementen las voces
de este lugar sin amparo,
se truncan los sueños
y la belleza de la historia.
No regresaré a la Isla.
Ha caído la noche.
Alguien me dice que una madam viene,
entra sin tocar la puerta.
Alguien me dice
que su espíritu es dueño de este espacio.
Busco a tientas la quebrada imagen
y se me pierde en la llovizna.
Las cenizas de la casona
se unen en la noche fría,
en la música del saxofón del vecino
que ensaya al anochecer.
Alguien me dice
que llenas de lluvia y tristeza este lugar.
Y yo extraño tus pasos.
Lázaro Castillo (Yaguajay, 1974). Poeta, crítico e investigador. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y del Comité Internacional Cultural Académico (CICA) de México. Máster en Cultura Latinoamericana con Mención en Teoría y Crítica por el Instituto Superior de Arte. Su obra publicada la integran, entre otras, los títulos: Negar cualquier complicidad (2006); Biografía sucia (2008); A la entrada de la noche (2011); La vida breve (2011); Hilado de las máscaras (México, 2013); Sujeto a las visiones (El Salvador, 2013); Desde la pendiente (2017). Textos suyos han sido incluidos en diversas antologías nacionales y extranjeras, entre las que se destacan: La isla en versos (2011) y Memorias de una Isla (Chile, 2013). Ha obtenido los premios Fayad Jamís, 1998; Premio Casatintas, 1998 y 2003; Premio de Poesía Libre (Argentina 2007). Mención en el XVII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba (2012), y la distinción La Gitana Tropical (2015). Fuente: Claustrofobias Promociones Literarias