Antes del año 2000, los libros de teatro apenas existían, las editoriales que empezaban a recuperarse de la larga crisis de los 90 tenían el teatro entre relegado y abandonado. Llegó así el alumbramiento de Tablas-Alarcos
Cuando pensábamos el eslogan, identidad e iniciativas para festejar los 20 años de Ediciones Alarcos, queríamos jugar con la canción de Gardel y la de María Teresa Vera, y a la vez nos resistíamos escudados en el ¿qué nuevo jugo podríamos sacarle? Una idea rondó siempre nuestros encuentros: un elefante era imprescindible en la campaña, y nos imaginábamos una manada de ellos, con esa cadencia descomunal, llegando a cada uno de los edificios relacionados con las artes escénicas, o amontonados encima de una tela de araña que armaría una especie de trazado de ciudad, porque ninguna metáfora parecía quedarle mejor al trabajo de la casa editorial que aquella en la que la resistencia no solo había estado a prueba muchas veces, sino que había sido el soporte de cada una de nuestras acciones.
Celebrábamos el estar muy cerca de llegar a los 200 títulos, y allí pesaban menos todas las circunstancias en las que no hubo papel, en las que los poligráficos colapsaban, porque nos quedaba la satisfacción de haber logrado libros únicos, de haber conseguido los derechos de autores cotizadísimos ahora mismo a nivel mundial, de haber compilado el teatro cubano de un modo no solo representativo sino cotidiano, acompañándolo en su devenir, propiciando que a la vez que estuvieran poniéndose determinadas piezas, también pudieran leerse en nuestra revista o nuestros libros. Tablas-Alarcos había encontrado la manera de alimentar cada una de sus colecciones, desde aquella premisa en la que su fundador, Omar Valiño, había soñado una editorial para el libro escénico.
Fue en abril del 2000 cuando lo nombraron de la revista Tablas. Teatrólogo de formación, su pensamiento aupaba darle un nuevo sentido cada vez menos periodístico a la publicación. Así nació en septiembre, el primer número de la tercera época de Tablas (el segundo de ese año) y El baile título fundacional que no solo se quitaba el sombrero frente al gran Estorino, sino que redondeaba el sueño de fundar un sello editorial que permitiera hacer del teatro un género visible también en letra impresa.
Antes del año 2000, los libros de teatro apenas existían, las editoriales que empezaban a recuperarse de la larga crisis de los 90 tenían el teatro entre relegado y abandonado. La mesa estaba servida para la idea que había propuesto al Consejo Nacional de Artes Escénicas, cuenta Valiño en El feliz alumbramiento de Tablas-Alarcos, la entrevista que a razón del décimo aniversario le hiciera Dainerys Machado.
Omar Valiño, Adys González de la Rosa, Abel González Melo, Norge Espinosa y Haydée Gutiérrez Grovas constituyeron ese primer equipo que fue pensando en colecciones, nutriéndose de la experiencia «madre», como le gusta decir a Omar, que ya era la revista. Alarcos cuenta ya con más de 60 libros de dramaturgia cubana contemporánea en su colección Aire Frío, casi 30 teóricos y de investigación escénica nacional acopiados en La selva oscura, cerca de 40 imprescindibles de las artes escénicas de todos los tiempos en Biblioteca de Clásicos, casi 20 de dramaturgia y teoría contemporánea internacional en Escenarios del Mundo, y diez manuales o testimonios de directores y actores que, dentro de la colección Cuadernos Tablas, redondean algunas de las vertientes editoriales que se propone la casa.
Agrupando casi 40 títulos más, otras colecciones han surgido de la necesidad de ampliar estas vertientes. Es así como apareció Oralia, representante de la narración oral y sus técnicas; Antologías, que compendia textos diversos alrededor de una temática, país o público; Teatros Completos, donde se gestiona una edición de lujo para autores fundamentales; y se han hecho otros exclusivos que nos gusta llamar Ediciones Especiales, además de varios materiales digitales que agrupamos en la colección Multimedia.
Parecería bastante, pero hace dos años, motivados por el constante intercambio y apoyo con el Archivo Digital de Teatro Cubano de la Universidad de Miami llegó Sualos/Swalows, hermosa metáfora de esa rutina de ida y vuelta que tienen las golondrinas y la producción teatral que se gesta en Cuba y Estados Unidos.
Pero el trabajo de esta casa editorial no se ciñe solo a su revista y libros. Testigo de la escena cubana e internacional, la gestión y organización de espacios, proyectos y conmemoraciones han sucedido a la par de cada nacimiento editorial. «Queríamos que Tablas se convirtiera en un centro de expansión de las artes escénicas, en un proyecto cultural», comentó Omar en la citada entrevista, y a pies juntillas habló de los Noventa Virgilios en 2002, los Ochenta Estorino y los Setenta Eugenio, serie de conmemoraciones que sirvieron, además de para el homenaje, para ese «mover las piedras» del que siempre le gusta hablar.
«Los eventos de la casa editorial se concentran en jerarquizar la figura de grandes dramaturgos cubanos, también le hemos dedicado eventos a la dramaturgia misma, a pensarla, discutirla, espolearla y jerarquizarla al mismo tiempo», explicaba y se refería a Tubo de Ensayo, proyecto desde el que Yohayna Hernández, William Ruiz, Dianelis Diéguez y Amarilis Pérez Vera, otros «alarquianos» que fueron sumándose al equipo, ideaban una serie de iniciativas que, además de «generar contactos con el público y con otras manifestaciones parecidas fuera de Cuba», patentizaban la visión de que «parte de los proyectos se ocupan de tironear de la tradición.
Como es de esperar, estos espacios fomentan un aprendizaje y un pensamiento que determinan poéticas y modos de actuar. Cada uno, con sus características, desde los más experimentales hasta los más apegados a determinadas tradiciones, no necesariamente anquilosadas, ha influido en el modo de concebir y enfrentarse a la dramaturgia y la puesta en escena de un gran número de directores, actores, escritores y teatrólogos cubanos. En tal sentido, y para promover la creación y la crítica teatral, cada dos años Tablas-Alarcos convoca a los premios Virgilio Piñera de dramaturgia, Rine Leal de teatrología y Dora Alonso de dramaturgia para niños y de títeres, además de otorgar la Beca Abelardo Estorino para jóvenes dramaturgos. Estos premios constituyen una suerte de medidor, una herramienta que permite dirigir la mirada a lo que se está escribiendo en materia de teatro en el país.
Igual objetivo persiguen los Encuentros con la Crítica. Un profundo análisis de las puestas en escena que cada territorio propone, se convierte en un ejercicio para perfilar y pulir el hecho artístico y en una fuente de información de la que se nutre la editorial para gestionar los textos que acompañarán el panorama escénico con la mayor representatividad posible.
Después de varios años se están haciendo las gestiones con la empresa de Correos de Cuba para volver a colocar a Tablas en los estanquillos. Se entregaron varios ejemplares de 50 títulos a la Biblioteca Nacional José Martí, para que los compartiera con la biblioteca Elvira Cape, de Santiago de Cuba. Se hizo una donación significativa a los Conjuntos Artísticos Integrales de Montaña, mientras se envió un gran número de ejemplares de revistas al Consejo Provincial de las Artes Escénicas de la Isla de la Juventud y la Casa de la Memoria Escénica.
Veinte años que han marcado el privilegio de medir, guiar, movilizar y aprender de las artes escénicas, siempre en circunstancias de sobreponerse, nos llevó, uno de esos martes en que discutíamos eslogan e identidad, a Los riesgos del equilibrista, el hermoso poema de Eliseo Diego. Una pata de elefante representaría toda la fuerza y a la vez tantas cosas que queríamos expresar, del poeta nos adjudicamos esa frase rotunda que es «la voluntad también de aventurarse». Y solo lo intuíamos: una nueva aventura empieza hoy. La suerte es que, retomando otros versos del poema: Lo que verdaderamente importa/ es que cada paso del ensimismado equilibrista/ puede muy bien ser el último de modo/ que son la medida y el ritmo los que guían esos pasos.
Agradecida de ser parte de este reto me subo a la cuerda, los que amamos nuestro trabajo sabemos que entregarnos a él siempre es un modo de hacer funambulismo.