El texto de COP26 no logró dar respuesta a la cuestión más crítica del estado climático planetario
La imagen, el pasado fin de semana, de Alok Sharma, presidente de la Cumbre sobre el cambio climático (COP26), pausando su discurso durante 40 segundos de silencio para enjugarse los ojos y pedir disculpas, salió por un breve momento de la formalidad de los actos políticos para dar la vuelta al mundo.
Incluso para aquellos que no siguen las noticias, ni se toman la molestia de entender los temas científicos más críticos, el aplauso de al menos 200 delegados internacionales que hizo trasfondo a la emoción incontenida de Sharma habrá causado, cuando menos, curiosidad.
Mucho se ha criticado, polemizado y protestado, incluso en las calles de Glasgow donde el encuentro de líderes mundiales analizó qué hacer para frenar el cambio climático, pero es el momento de aquilatar los resultados de la cita, de resumir un ABC para comprender con total claridad qué se acordó, qué quedó pendiente y, con ello, tal vez descubrir en lenguaje fácil, ¿por qué, con tanta lejanía de los protocolos usuales, Alok Sharma terminó su discurso de clausura con un discreto llanto?
Poco antes de la inauguración en Glasgow de la COP26, la revista científica Nature publicaba un artículo que resumía el estado de la cuestión climática al que debería responder la agenda resultante de la cita, y algo muy clarificador, las expectativas de los científicos hacia la respuesta efectiva de los líderes mundiales.
El trabajo dejaba claro los dos temas: por un lado, la crítica urgencia de lograr la limitación de emisiones de dióxido de carbono a 1,5°C y, por otra parte, que los principales científicos del clima no confiaban en que los gobiernos realmente tomaran decisiones concretas al respecto.
La información llegaba de una encuesta aplicada en septiembre de 2021 a los 233 autores y editores del Sexto Informe de Evaluación del Grupo de Trabajo I del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC). La gran mayoría de los 92 científicos que respondieron a la encuesta contestaron lo siguiente:
El mundo está experimentando una crisis climática (88 por ciento); lo más probable es que el calentamiento global alcance o supere los 3 °C a final de siglo (75,5 por ciento); verán impactos catastróficos del cambio climático en su vida (82 por ciento), y los científicos deberían participar en la defensa de este tema (81 por ciento).
Los expertos enfatizaron que para los acuerdos de la cita, la necesidad crítica era limitar el calentamiento a 1,5 °C, lo cual haría toda la diferencia en tema climático, pues los impactos que podría producirse con una diferencia de tan solo 0,5 °C (de 1,5 °C a 2 °C) de incremento del calentamiento global a final de siglo son enormes:
La pregunta ahora es, si no fue en la principal cumbre, ¿dónde se decidirá la solución real al problema? Foto: Swissinfo
La elevación del nivel global del mar sería diez centímetros superior, la probabilidad de que el océano Ártico quede libre de hielo en verano sería de un mínimo de una vez por decenio en lugar de una vez por siglo, los arrecifes de coral se extinguirían prácticamente en su totalidad.
De un modo aún más práctico la comunidad experta aclaraba previo a la cita que la única receta para limitar el calentamiento a 1,5 °C es que las emisiones netas globales de dióxido de carbono de origen humano disminuyan en 2030 alrededor de un 45 porciento respecto a los niveles de 2010, y sigan disminuyendo hasta alcanzar el cero neto aproximadamente en 2050.
Ahí estaba, en letras de molde rojas, la mayor tarea por pactar para los líderes reunidos en Glasgow.
Después de largas discusiones que se extendieron más allá del tiempo previsto, y tras la redacción de varios borradores, «tira y empuja» de representantes de unos y otros países, y manifestaciones críticas a los alrededores del cónclave, la cumbre sobre el cambio climático emitió un documento final que logró mostrar algunos avances, pero no asegura la imprescindible limitación de las emisiones.
El documento que marcará la agenda global sobre el cambio climático para toda la siguiente década fue firmado por los casi 200 países que asistieron a la COP26, pero no es legalmente vinculante.
Entre los puntos a favor, el texto logró la histórica mención de que el carbón es la principal fuente del calentamiento global y un compromiso para reducir su uso. Se llegó a un acuerdo para imponer metas más estrictas contra la quema de carbón el año entrante y la resolución de que países desarrollados aporten al menos el doble de financiamiento a países en desarrollo con el fin de lograr la reducción del uso de combustibles fósiles.
Por otro lado, la mayor limitación estuvo en la resistencia de India y China a que se firmara el término «eliminación» gradual del uso de carbón como fuente de energía, y en su lugar se suscribiera una «reducción» gradual, una diferencia que puede ser definitoria cuando de acción concreta se trata.
En resumen, para entender porqué lloró Alok Sharma debemos comprender que lo que ahora nos parecen diferencias sutiles, como unos pocos puntos de grado Celsius o la palabra «reducir» en lugar de «eliminar» decidirá al futuro cosas tan críticas como cuántos metros subirá el nivel de los mares de todo el mundo, o cuántas tormentas desastrosas podrán azotar el planeta en un año.
La urgencia de un texto que «obligara» a los decisores a evitar a toda costa el carbón como principal responsable de estos problemas terminó por impulsar apenas un documento considerado «débil» por organizaciones ambientalistas como Greenpeace, y solo compromete a los países a reducir el carbón sin tregua, o sea, la quema de carbón que se realiza sin algún tipo de mecanismo que atrape y almacene el carbón en el ambiente.
Así de sencillo se pueden sacar las lágrimas no solo a un funcionario, sino a todo el que pueda comprender que la meta principal para la reunión no halló una resolución contundente como la que el clima del planeta necesita a gritos.
Está por lograrse que en el futuro cercano otros acuerdos puedan evitar las lamentaciones más importantes, las de todos los habitantes de un mundo cada vez más llevado a sus límites naturales.