La información publicada en The Wall Street Journal es aterradora a la vez que indignante, injusta, insultante: altos funcionarios de Estados Unidos —el cómplice principal en el crimen de genocidio que se perpetra contra Palestina— concluyen que no se alcanzará un acuerdo de alto al fuego en Gaza antes de que el presidente Joseph Biden termine su mandato, es decir el 20 de enero de 2025. Por tanto, seguiremos presenciando, prácticamente inermes y casi al detalle, durante 122 días, por 2 928 horas, mientras transcurren 175 689 minutos, el intento de exterminio de un pueblo.
Se sabe, lo han dicho, incluso los medios hegemónicos que también apoyan y hasta responden a intereses israelíes, que Benjamin Netanyahu ha estado obstruyendo las negociaciones para el intercambio de prisioneros. Lo más injurioso y amargo en el augurio de esos funcionarios, que son partícipes de la violación, es que culpan al movimiento de resistencia Hamás, porque dicen que el principal punto de no acuerdo es la proporción de prisioneros de ambas partes que serán liberados.
Esa es una versión totalmente manipulada, pues está visto que a Netanyahu y los ultras que le acompañan en el genocidio poco les importan los rehenes israelíes y cada vez que asoma la posibilidad de un acuerdo sube la parada de sus exigencias. Ahora insiste en mantener el control del llamado Corredor Filadelfia, la frontera entre Gaza y el Sinaí egipcio.
A la vista están las verdaderas intenciones del régimen sionista, su expansión territorial a la que aspiran mediante una guerra que han ido ampliando con países vecinos, cruzando líneas rojas provocadoras, además de arrasar prácticamente con la Franja de Gaza e ir a diario incursionando con sus fuerzas militares y bombardeos en localidades de la Cisjordania Ocupada, donde además utilizan las fuerzas de los colonos extremistas y sus ocupaciones territoriales.
Téngase en cuenta que una guerra regional podría involucrar además a Irán, Irak, Siria, Turquía, Yemen, y evidenciar la presencia de Estados Unidos.
Utilizados como trampas explosivas indiscriminadas, dispositivos electrónicos con detonaciones simultáneas, como localizadores y walkies talkies, en uso por combatientes de Hezbolá, pero también en manos de civiles en el Líbano, provocaron durante la semana concluida la muerte de al menos 37 personas
(entre ellas dos niños) y heridas a más de 3 400, y constituye el más reciente y atroz acto de guerra y su extensión regional. Según los médicos de un hospital de Beirut, dijo The Intercept, muchos de los heridos habían perdido ojos o sufrido amputación de miembros.
En una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad se destacó que durante su guerra en Gaza, el ejército israelí ha utilizado a gran escala algoritmos y sistemas de inteligencia artificial para dirigir sus ataques aéreos a áreas residenciales donde supuestamente localizan casas de potenciales militantes de Hamás.
Volker Türk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, fue uno de los participantes en ese debate, donde se mostró horrorizado por la amplitud e impacto de la agresión, y alertó: «Estos ataques representan un nuevo acontecimiento en el teatro de la guerra, en el que las herramientas de comunicación se convierten en armas que explotan simultáneamente en mercados, calles y casas durante la vida cotidiana», y agregó: «Esta no puede ser la nueva normalidad. La guerra tiene reglas para todas y cada una de las partes en este y cualquier otro conflicto armado».
El Alto Comisionado afirmó que atacar a miles de personas civiles o miembros de grupos armados, sin saber quién porta los dispositivos por estallar, ignorando su ubicación y su entorno en el momento de la explosión, viola las leyes internacionales de derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario. «Es un crimen de guerra cometer actos de violencia destinados a sembrar el terror entre los civiles», puntualizó, a la vez que dijo que sus autores deben rendir cuenta a la justicia.
Las preguntas son imprescindibles: ¿Cómo y cuándo se alteraron los dispositivos para que estallaran? ¿Hay vinculación de las capacidades técnico-militares estadounidenses en ese ataque? Si Israel ha violado otra ley de guerra, ¿cuándo se aplicará a Benjamin Netanyahu y a su ministro de Guerra, Yoav Gallant, el peso de una condena de la Corte Internacional de Justicia?
Y una interrogante que no puede faltar: cuando se hace cada vez más urgente y necesario poner fin al genocidio que Israel perpetra contra el pueblo palestino, ¿acaso hay todavía margen para la diplomacia, si el llamado mundo Oocidental ampara desvergonzadamente a Israel?