Se tratará 2024 de otro período difícil para cubanos y cubanas. Nada hace profetizar que grandes soluciones aparecerán súbitamente, por arte de magia, ayudas exteriores o misericordia enemiga. Aunque perviven la convicción y hondura del esfuerzo, que jamás nos ha faltado.
Ningún mortal se atrevería a presagiar el éxito en el tiempo de cualquier medida, por la variedad de planes en contra que nos trazan (estilo la traición de La Fernandina), experiencias recientes y daños acumulados, algunos incluso de magnitud natural.
Las trombas del bloqueo estadounidense (tan injustificable y extraterritorial), la pandemia y los conflictos bélicos, cada día más globales, repercuten a la entrada del Golfo de México con superior fuerza que en otros lares. Y las maximizan también las insuficiencias propias e inercias enquistadas.
Alcance de metas y avances casi siempre se ralentizan o paralizan en su totalidad por un banco extranjero multado al realizarnos una transacción, efectos de la hostilidad trumpista, o el seguimiento pirata a un navío que nos transportó combustibles y la persecución de cuanta solidaridad y consideración se nos demuestre en cualquier esfera socioeconómica, ya sea por un concierto anunciado, por un estudio de mercado o una donación material.
Durante los últimos cinco años, además, y muy dolorosamente, se han marchado fuera de la Isla familiares y amigos, conocidos y desconocidos, con muchas o pocas razones, pero empujados por la extensión de malos ratos y reunificaciones negadas de forma descarada e hipócrita; enmarcado su flujo en la flexibilidad migratoria de la Cuba actual, aspecto este que, si deja de abordarse en el análisis del fenómeno, conduce a parcialidad y miopía.
La política imperial diseñó ese éxodo desde principios de la Revolución, cual arma que apunta a la disminución demográfica en función de bomba cronometrada, fractura de la unidad y voladura en pedazos del escenario emancipador y socialista frente a sus narices.
Pero la resistencia, en la que somos expertos y ejemplo, la que tanto admiran naciones de otros confines, tendrá mucho de creatividad y victoria, y de soltura de ataduras productivas y espirituales, según se desprende de lo debatido en el 7mo. Pleno del Comité Central del Partido y en las últimas sesiones de nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular.
Además de ser valerosos y tozudos, innovadores y ahorrativos, o combativos en grado superlativo, también pensamos en triunfar, entregándonos calidad de vida, prosperidad y sostenibilidad. Cambiando lo que deba ser cambiado, escuchando unánimes aprobaciones, notorios disensos y opiniones variopintas.
Se trabaja en soluciones endógenas mayoritariamente, priorizando, al decir del Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, lo que seamos capaces de producir, e identificando alternativas reales (sin más dilación, y sí acudiendo a la audacia y creyendo en la mística de Cinco Palmas), que aporten respuestas tangibles para poner comida en los platos, en lo que enfatizó el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: «No olvidemos nunca que lo que el pueblo espera son resultados (…) Y no solo eso, sino mucho más».