La higiene comunal es vital para mantener un entorno limpio y saludable para todos los habitantes de una comunidad. Sin embargo, en muchos lugares, como en Isla de la Juventud, la falta de conciencia y responsabilidad por parte de los ciudadanos y la inestabilidad en la recogida de desechos, ha llevado a un estado deplorable, que afecta gravemente el medio ambiente.
La intermitencia en la recolección, por falta de recursos y también de alternativas, provoca que las personas arrojen basura en lugares inapropiados, porque los contenedores dispuestos para tal fin no son suficientes. Pero esa actitud contamina y genera vectores. Además, la falta de educación sobre la importancia de separar los residuos para su posterior reciclaje es otro factor que contribuye a la mala higiene comunal.
En un encuentro con delegados de uno de los consejos populares más poblados del territorio, donde la indisciplina caotiza la imagen del escenario comunitario, la periodista Ana Esther Zulueta, en calidad de investigadora social, enfatizó en que ese fenómeno es expresión de malos hábitos culturales: «No se puede ignorar que lo vertido al entorno regresa a casa en forma de plagas transmisoras de enfermedades», dijo.
En ese sentido, sugirió que una mejor gestión de los desperdicios sólidos domésticos pudiera minimizar el impacto ambiental, a partir de un adecuado manejo de los desechos que pudieran clasificar como materias primas para el reciclaje —práctica que distinguió por años el quehacer de los CDR y de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM)— y los requeridos para la elaboración de compost, a fin de mejorar la calidad de los suelos.
Ante esa postura, me vinieron a la mente las intensas jornadas desarrolladas por el proyecto Isla Verde, en este Municipio Especial hace apenas tres meses, en las cuales, además de proyectar filmes de alta calidad y factura sobre el cuidado del medio ambiente, también se realizaron talleres educativos de gestión ambiental. Pero, al parecer, todo quedó en el éxtasis del momento y realmente no transformó la conducta de los ciudadanos.
Es cierto que muchas personas no están conscientes de la necesidad de clasificar los desechos en orgánicos e inorgánicos, lo que dificulta su posterior tratamiento y aprovechamiento, por lo que pululan focos de acumulación de basura y desechos que pueden generar enfermedades transmitidas por vectores.
Para combatir esas malas prácticas en la gestión de la higiene comunal, es fundamental fomentar la conciencia ambiental desde el hogar y las escuelas; promover programas educativos que demuestren la importancia de mantener un entorno limpio y cómo hacerlo correctamente.
Urge entonces implementar políticas públicas que incentiven el reciclaje y la separación de residuos; aumentar la frecuencia de la recolección de basura y adoptar medidas concretas para preservar nuestro hábitat para las generaciones futuras.