PRIMERO que todo, me gustaría agradecer al Primer Congreso Internacional sobre infancias y adolescencias Creciendo al futuro por darme la oportunidad de exponer mis ideas y que estas sean escuchadas y valoradas.
Es bueno que los niños, adolescentes y jóvenes tengan un lugar para hablar de lo que desean y sienten. Ojalá estos eventos se hicieran más frecuentes y masivos, para que no solo unos cuantos chicos y chicas hablaran sobre sus preocupaciones.
Hoy vengo en representación de todos los niños y niñas del país para compartirles algunas recomendaciones sobre temas que dificultan el desarrollo de la juventud cubana desde mi experiencia personal.
Los jóvenes necesitamos ser reconocidos por nuestros logros y con nuestras diferencias, ya que no somos iguales y no debemos ser tratados de la misma manera. Cada persona es un mundo distinto y único. Tenemos que aprender a convivir en un mismo universo.
Lo mejor de todo es que cada uno pueda reconocer para qué es bueno y pueda desarrollar sus talentos y habilidades.
Cuando era estudiante de primaria tenía una instructora de arte que hacía obras de teatro con los niños de nuestra escuela a partir de los contenidos de las clases. Era una forma didáctica e interesante de aprender las materias que dábamos, muy distinta de las clases tradicionales, las cuales promueven el aprendizaje de memoria y nos provocan aburrimiento y desinterés. Esa técnica la trato de aplicar en mis seminarios integradores y trabajos prácticos en la secundaria.
Creo que en las escuelas se debería aprovechar más el tiempo aprendiendo sobre música, cine, literatura, teatro e historia universal de maneras prácticas y creativas. Se deben impartir talleres en cada escuela sobre apreciación de las artes, cultura general, salud y sexualidad, y no solo por maestros, sino por especialistas o gente más preparada en esos temas. Así podemos tener elementos que nos permitan diferenciar lo bueno y lo malo, lo que tiene calidad y lo que no.
La escuela y la familia tienen que ser espacios de amor. Ni los maestros, ni compañeros de clase o familiares nos pueden impedir soñar o desconfiar de lo que somos capaces. Y necesitamos orientación, para cuando eso pase, saber cómo actuar o pedir ayuda. En estos lugares
debemos sentirnos queridos, confiados y valorados.
La Organización de Pioneros José Martí debería prestarnos más atención, preocuparse por nuestras inquietudes y apoyarnos para que podamos ser más felices.
Conozco niñas de mi edad que ya son madres. Sé de niños que tienen otra orientación sexual y sufren bullying. Vivo en un pueblo (fuera de la capital) donde faltan opciones para emplear el tiempo libre, donde hay gente que no ha ido a un teatro, ni sabe de otra música que no sea el reguetón.
Tengo amigos que no tienen claro lo que quieren ser cuando sean mayores. Me gustaría tener lugares de recreación para salir con mis amigos.
Lo único que no nos debe faltar es compañía y amor. Todos necesitamos tener nuestra propia identidad, aceptarnos como somos y querernos. La sociedad nos debería apoyar en ese proceso para evitar que mañana más amigos míos sigan marchando lejos.
Considero que si se toman estas recomendaciones en cuenta, podremos lograr juntos una Revolución más completa, una Cuba más plena.
(*) Palabras pronunciadas por Lucía, adolescente de 13 años, en la clausura del Congreso en nombre de sus contemporáneos.