Este artículo es una deuda pendiente que tenía con alguien a quien quise y admiré mucho.
Lo conocí en 1989, en mi etapa de dirigente estudiantil como vicepresidente nacional de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). En aquel entonces él había sido promovido a Primer Secretario del Partido en Las Tunas, mi tierra natal.
Yo presidía un equipo nacional integrado por dirigentes juveniles y de los organismos receptores de la fuerza de trabajo estudiantil. Andábamos realizando un recorrido nacional por las distintas provincias organizando las Brigadas Estudiantiles de Trabajo (BET) en las universidades para las venideras vacaciones.
Enterado él, a través de los dirigentes tuneros de nuestra visita, quiso atendernos personalmente y saber de primera mano de que se trataba. Como a las 8 de la noche, hora convenida para recibirnos, todavía no había concluido una reunión previa que él estaba realizando con un grupo de cuadros y científicos tuneros y como esta se demoraba, cuestión que después comprendí le pasaba a menudo, nos invitó a participar en ella y nos dimos un baño involuntario de Zeolita que duró como dos horas.
Nos saludó con mucho cariño. La primera impresión que recibí fue realmente gratificante, vi en él a un hombre muy inteligente, movilizador, con una gran energía positiva, facilidad para comunicarse e identificarse con el auditorio, alto poder de convencimiento y decisión. Era lo que se denominaba un líder local.
El encuentro fue breve, pero muy estimulante, era la única provincia donde nos recibía la principal figura política territorial. Ese año las tunas fue de las mejores provincias del país en la organización de las BET. Detrás de ese resultado, sin lugar a dudas, estuvo el carácter emprendedor de Jordán.
Después de aquel encuentro, lo dejé de ver durante algún tiempo, luego nos reencontramos en 1993 cuando ya era ministro de la agricultura y yo jefe de la granja agrícola San Vicente en Guantánamo, donde se desarrollaba un fuerte proceso inversionista para convertir 50 caballerías de tierra que anteriormente habían sido dedicadas al cultivo de la caña para sembrarlas de plátano bajo la tecnología de riego por microjet.
Quedó impresionado con la cultura platanera que iban logrando los guantanameros y la belleza de aquellos campos recién fomentados que pronto darían sus frutos al pueblo. Bromeando le hice una apuesta y les pedí que él y su equipo entraran al platanal y que le pagaríamos a buen precio cualquier hierba que encontraran. Aceptó el reto, se adentró en el campo y salió al poco rato con el orgullo de no poder vencerme.
Dos años después coincidimos en una reunión en la sede del Partido Provincial de Guantánamo. El presidía un encuentro entre científicos del Ministerio de la Agricultura y productores guantanameros. Yo había sido convocado, en mi nueva responsabilidad como jefe del Contingente Agrícola II Frente Oriental Frank País y miembro no profesional del Buró Provincial del PCC.
Creo que el impacto que recibió de los resultados logrados por el contingente en materia de organización de la fuerza de trabajo y escuchar una intervención mía sobre lo que debía ser el sistema de capacitación hizo que meses después me solicitara para trabajar a su lado como viceministro de la agricultura para atender la actividad de los Recursos Humanos.
Trabajé junto a él desde junio de 1995 y hasta el 2005, compartiendo durante 10 años los días más difíciles del periodo especial. De él aprendí una buena parte de lo que hoy soy.
La última vez que lo vi fue el jueves 22 de septiembre de 2005 en la funeraria de Calzada y K, pero ya no respiraba. Junto a su féretro, Lucrecia, su viuda, se abrazó a mí y visiblemente emocionada me contó que minutos antes de morir estuvo recordando dos nombres, el de Aldaín y el mío.
Lo lloré como el hijo que pierde a su padre y me juré hacer lo posible para no dejar que su ejemplo se olvidara. Un rato después fue sepultado en el cementerio de Colón de La Habana; en el panteón de las FAR. A su sepelio acudió el General de Ejercito Raúl Castro, entonces, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Segundo Secretario del Partido y prácticamente el buró político y el consejo de Ministros en pleno.
En la despedida del duelo, el miembro del Buró Político Esteban Lazo Hernandez destacó como una de sus más grandes cualidades que «jamás faltó a la confianza depositada en él por la máxima dirección del país, a la que profesaba una fidelidad absoluta».
Aunque ya han pasado 15 años de su muerte, no puedo evitar recordarlo con sistematicidad, sobre todo cuando me toca enfrentarme a situaciones difíciles y complejas, pues de Jordán aprendí que del cerco se sale como el acostumbraba a decir: «tirando tiros».
Jordán fue y será por siempre mi jefe, mi compañero y mi amigo.