Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Retaguardia del sospechoso

Autor:

Haydée León Moya

Hasta el día que lo fueron a buscar, Pedro creía que lo tenía todo previsto: los mandados de la bodega en casa, las ropas limpias y ordenadas como su hogar. Todo. Y una mochila con lo que él consideró necesario en caso de que tuviera que aislarse: carné de identidad, historia clínica, prendas interiores y los medicamentos que le controlan la presión arterial.

Por eso, cuando llegaron en una ambulancia desde su área de salud y le informaron que le aplicarían el protocolo establecido para personas que tuvieron algún tipo de contacto con casos confirmados de contagio con la COVID-19, él pensaba que estaba listo para partir a uno de los centros acondicionados con ese propósito en Guantánamo.

«¿Y Palomo, Gabriel y Carlota? ¿Y mis plantas?», se preguntó. Entonces se dio cuenta de que algo había faltado en sus previsiones desde que él mismo informara a su médico de la familia de ciertos síntomas sospechosos.

No se detuvo: corrió a resolver el problema con la gente del barrio, los mismos que cuando vieron la ambulancia llegar a su casa corrieron, casi en masa, para lo que necesitara su vecino, que vive solo y es un anciano.

Y determinó: el perro, para la casa de Daniel, que es veterinario; Gabriel, con Idalmis, que le encantan los gatos… «¿Y Carlota?», interrogaron otros. «Ah, con los muchachos de allá del fondo, que siempre vienen a verla», dijo uno, pero a Pedro no le pareció muy buena idea y por eso tocó a la puerta de Inés, una de las ancianas más generosas del barrio, aunque de muy estirados modales.

«Discúlpeme, Pedro, pero esa cotorra tiene un vocabulario que no me gusta para nada», respondió dulcemente ella, y la entendió, porque es algo con lo que él tampoco comulga… Al final no le quedó otra que dejársela a los jovencitos del fondo que, no obstante las «lecciones» que le habían dado a su mascota, él sabía que no escatimarían en cariño y alimento.

«¿Y sus plantas, Pedro, sus plantas tan bonitas?», indagó alguien. «Yo me encargo —dijo el Presidente del CDR—. Pero para que no haya entradera a su casa, me deja la manguera que usted utiliza, la conecto en aquella toma y todos los días se las riego sin problemas, así que vamos a poner todas las maticas en su portal, que tiene seguridad».

Tras ese solidario operativo, se fue Pedro mucho más tranquilo a uno de los dos centros de aislamiento acondicionados en esta provincia para atender casos como el suyo. «Estaba tranquilo allí, porque sabía que mis “seres queridos” no estaban solos. Los extrañé mucho, y si por algo quería salir de todo eso era para abrazar de nuevo a mis mascotas y atender mis plantas.

«Es que todos tienen un valor sentimental muy grande para mí, porque eran el delirio de mi difunta esposa y luego pasaron a ser mi mejor compañía y entretenimiento», me dijo el anciano guantanamero, que felizmente regresó a su casa tras descartarse la sospecha de contagio con COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que ha resultado un gran brote a nivel mundial.

Al anciano de esta historia le funcionó muy bien la solidaridad de los vecinos, pero también su actitud y disciplina personal. Por el bien suyo y de su fiel compañía, lo mejor para él fue apegarse al cumplimiento de las medidas que adopta el país para contener la propagación de esa pandemia.

Dice que en medio del estrés que ya le había provocado el correcorre por su posible contagio, lo aliviaba el hecho de haber puesto a buen resguardo, en manos amorosas y responsables, a esos animales con los que ha establecido un vínculo afectivo muy fuerte.

Como él, seguramente muchas personas aisladas o ingresadas a raíz del brote epidémico han encontrado la mano extendida de familiares, vecinos y amigos que le han quitado preocupaciones o sufrimientos en ese sentido. Y es lo deseable, que en lo posible esa retaguardia sean personas cercanas, conocidas, ya que por un tiempo pierden su espacio habitual y el cariño de sus amos.

Lo que sí es irracional es abandonarlos y que se sumen a la triste lista de animales callejeros, sin amparo alguno y expuestos al maltrato físico. Y es doblemente irresponsable, por la   angustia causada al animal y porque el abandono los convierte en portadores de otras enfermedades que, a diferencia de la COVID-19 que en la actualidad no hay evidencia de que se transmita a través de las mascotas, sí pueden afectarlos a ellos, pero también a nosotros mismos.

 

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