Tres días después del asesinato de 17 personas en un preuniversitario en el sur de La Florida, se llevó a cabo una exposición de armas en un local situado a menos de una hora de distancia en automóvil al sur del lugar de los sucesos. En la exposición se exhibían armas de todo tipo, desde algunas de bajo calibre, hasta rifles de asalto como el famoso AR15.
Anualmente, en Estados Unidos, se llevan a cabo centenares de estos eventos y a ellos acuden miles y miles de ciudadanos que, solamente con el pago de una módica suma de dinero, tienen acceso a la exhibición.
Las exposiciones no son solamente para enseñar los diferentes tipos de armas que están en el mercado para la venta, sino también, para que el que quiera comprar lo haga en el momento y salga de las mismas con su arma preferida.
Con una insensibilidad increíble, los organizadores de la exposición que se realizó en Miami declararon a la prensa que no pudieron suspenderla ya que se habían gastado mucho dinero en organizarla. Mientras los familiares de las víctimas de la matanza enterraban a sus seres queridos, a unos cuantos kilómetros al sur se vanagloriaban los mercaderes de la muerte de lo bien que les iba con las ventas de tan mortíferos equipos.
Cualquier persona sensata se tendría que preguntar qué locura es esa? ¿Cómo es posible que sea tan fácil adquirir un arma de fuego? ¿Cómo se puede justificar el hecho de que sea legal que un adolescente pueda, tranquilamente, llegar a una armería y adquirir un rifle de asalto que en realidad solo sirve como arma ofensiva?
En realidad no creo que alguien racional tenga una respuesta racional para esta pregunta.
¿Qué clase de sociedad ha creado este gran país que no puede evitar que legalmente se compren armas de fuego sin ninguna restricción con la misma facilidad con que se puede comprar cebollas en una bodega?
El derecho de poseer el arma preferida está inscrito en la Constitución de este país y data del siglo XVIII. Hoy, en pleno siglo XXI, se continúa aplicando la misma ley de hace más de 200 años, y lo peor es que la Enmienda constitucional que ampara ese derecho ciudadano ha resultado casi imposible de derogar o alterar, dado que existe mucho dinero de por medio para tratar de evitar que eso suceda.
La teoría de los que defienden ciegamente que la famosa Enmienda siga vigente es que todos tenemos el derecho de tener un arma de fuego para nuestra defensa personal o familiar. Pero la discusión no está ni siquiera en si eso es deseable o no, sino en el tipo de arma y calibre que la ley permite comprar.
¿Se puede justificar que un padre de familia tenga un arma de guerra en el cuarto de su casa? ¿Qué hace con un rifle de asalto que solo es producido para el combate?
Nadie de los que tienen la posibilidad de dar una respuesta o de crear leyes para hacer ilegal la tenencia de armas de asalto o de cualquier tipo, en manos de particulares, se atreven a actuar.
Son contados los representantes, senadores, gobernadores, alcaldes y hasta presidentes de Estados Unidos que se hayan atrevido a meterse con la industria de las armas de fuego. Es tanto el poder económico que tiene ese conglomerado que la mayor parte de los políticos no se atreven a irle de frente y crear leyes que impidan la facilidad con la que cualquiera, incluyendo locos, desquiciados, enfermos mentales, adolescentes, asesinos o una persona normal y racional, llegue a una armería y compre el arma que quiera.
En realidad, es muy difícil imaginar cuál pudiera ser la solución al problema que tiene ante sí la sociedad norteamericana.
También habría que preguntarse si, con impedir que se compren las armas por la libre, se solucionaría el problema que enfrenta este país. No creo que solamente con leyes que impidan su adquisición o tenencia, se acaben estas masacres que ocurren con tanta frecuencia. Hay otros factores envueltos que conducen a la creación de una sociedad tan violenta como la norteamericana, tales como su propia historia de guerras, invasiones y matanzas por parte de los Gobiernos, las proliferaciones de las mafias organizadas, los asesinatos a presidentes en funciones, la aniquilación de los pueblos originarios, los abusos de los cuerpo policiales, el alto consumo de drogas, los seriales de televisión con alto contenido de violencia, las películas de acción, los juegos de video violentos, la soledad en que se crían los niños, etc., etc.
Los actos violentos están en el ADN de este país, por lo tanto, me temo que, desgraciadamente, cada cierto tiempo seguiremos viendo y lamentando hechos como los ocurridos en el preuniversitario floridano en donde 14 adolecentes y tres adultos fueron asesinados.