Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Solo saber

Autor:

Susana Gómes Bugallo

Hay muchas cosas que Irma no puede callar. Ni esta femme fatale para Cuba por estos días, ni ningún otro fenómeno meteorológico con nombre de persona.

Entre esos impermisibles están los simbólicos, los que nos atropellan por un rato el alma, los que nos zarandean y empapan los ojos. Como el niño que rescató al Apóstol de entre el fango agresivo de la lluvia interminable, o la mujer que pidió frente a las cámaras a los esposos de las compañeras del Gobierno de Cojímar que no las dejaran, que ellas eran únicas, que iban a llegar tarde por ayudar a la gente de ese pueblo costero, pero que no se pusieran bravos por eso, que ellas merecían todo lo bueno.

Nadie puede silenciar esas expresiones únicas de Cuba. Porque pueden más que todo. Pero, del otro lado de lo que no podemos dejar de oír, están las explicaciones necesarias, la información a tiempo, las razones al alcance, los motivos comprensibles para entender cuando algo pasa o cuando no.

Si bien es tangible el esfuerzo de todo el que trabaja para restablecer el andar normal del país, también ha sido loable la transmisión constante de quienes, debido a su profesión de comunicadores, no han dejado de estar en todas partes y poner al tanto a cada pedacito del Archipiélago de cuanto se mueve, se revive, se combate, se reanima. También la preocupación de los Consejos de Defensa por abordar minuciosamente lo que preocupa y actuar en consecuencia.

Sin embargo, allí a donde no llegan ninguno de estos medios de comunicación tradicionales por la falta de fluido eléctrico para ver la televisión, las pilas que acabaron sin carga o los inexistentes radios que no siempre están al alcance; o allí donde están estas vías, pero no pueden abordar con exactitud el estado actual de una cuadra, una manzana o un pueblo entero por razones obvias de espacio y tiempo, hay otros modos de brindar información que se imponen y no aparecen como debieran.

Es una necesidad imperante estar informados. Y más en estos días de contingencia, en los que en saber reside la clave de entender, apoyar, estar dispuesto y sumarse a lo que sea que haga falta. No solo las noticias buenas hacen falta. Hay que conocer, por ejemplo, si la corriente eléctrica demorará más de lo previsto porque falta no sé qué; si el agua solo vendrá por un rato porque no se ha restablecido como debería algún fragmento de algún sistema de algún lugar. Pero saber. Para poder esperar como se debe y entender como se espera.

En muchos pueblos pequeños bien se hubiera agradecido en los primeros días después de Irma (o todavía hoy) un altoparlante de los que a veces anuncian conciertos no tan imprescindibles como el obligatorio pronóstico de la sinfonía de una pila de agua llenando el cubo del baño.

Porque las dudas generan desconcierto. El desconcierto desorienta. Y la desorientación desespera. La información que se maneja diariamente a nivel de país y de provincia —que es la que generalmente pasa por los medios— no siempre tiene todos los detalles que el ama de casa de cualquier rincón de Cuba precisa a su alcance para entender cuántos recipientes de agua deberá llenar, o para cuántos días habrá que cocinar, o si debe estar al tanto de desconectar su refrigerador porque lo que parece luz eléctrica permanente solo son pruebas y arreglos de poco rato, y no es bueno confiarse aún, porque falta por reparar.

Parecieran insignificancias, pero bien sabemos que no lo son. Las autoridades de cada pueblecito, consejo popular, o caserío perdido en cualquier paraje, deben estar atentas por entregar todos los avisos que se requieran, por explicar qué pasa y qué no pasa, por convocar a sus delegados del Poder Popular y encargarse de que expliquen todo y a todos, y verificar, y pasar por aquí y por allá, para despejar preocupaciones que no debieran sumarse a las inevitables que acompañan el andar después de que un huracán como este desanda con detenimiento la gran mayoría de nuestra casa verde. Hay cosas que Irma no debiera callar.

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