Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

En mis tiempos…

Autor:

Luis Mario Rodríguez Suñol

Los jóvenes siempre hemos estado de moda. Nos ha tocado vivir en el ojo del huracán y ser vistos a través de él. El tiempo indicará la escena indicada en la que cambiaremos de rol. Mientras tanto, seguimos como proyectistas del futuro y ejecutores del presente, que heredamos de nuestros padres según sus modos y circunstancias.

Por eso, los que niegan a los jóvenes son, indiscutiblemente, seres irracionales, pues las canas no se pintan con carburo, se decoloran por la experiencia acumulada en el recorrido del almanaque que, aunque algunos parezcan olvidarlo, tuvo su parada obligatoria en la juventud.

En más de un ómnibus, cola o reunión he recibido, de forma indirecta, el látigo de los escépticos. Esos que nos visten de irresponsables e incongruentes con afán demoledor y sin proponer a cambio un programa constructivo. Les corroe un idealismo utópico sin consistencia práctica, que reniega del presente y se aferra al pasado. «En mis tiempos…» es su eslogan favorito.

Quieren que seamos como ellos. Así de simple y así de insensato. Nos diseñan el prototipo de joven que debemos ser a partir de sus fundamentos «analógicos», y el resultado es incompatible con nuestras expectativas «digitales». Después, para colmo, le echan la culpa al desarrollo.

Los adultos tienen los jóvenes que han sido capaces de moldear algunos. Pero siempre han existido dos bandos: los de quienes abren puertas y los de quienes levantan muros.

Tampoco es muy fácil comprendernos y más cuando entre nosotros no faltan quienes desafiamos patrones y a sus patrocinadores, protestamos demasiado, nos creemos sabérnoslas todas, andamos con piercings, tatuajes y como sordos por la vida (y por los audífonos). Pero qué vamos a hacer, somos jóvenes, eso es así de complejo.

Claro, dentro de esa masa generacional existe pluralidad en los modos de actuación, interpretación del presente y proyección hacia el futuro. Siempre ha sido así, solo que también siempre ha existido dentro de la masa una vanguardia, responsable de transformar el pensamiento del resto de los jóvenes y catalizar sus perspectivas en función del cambio.

André Marcel, escritor belga, manifestó: «No corresponde a los jóvenes entendernos, sino a nosotros comprenderlos a ellos. Al fin y al cabo, no podrían ponerse en nuestro lugar y, en cambio, nosotros ya hemos ocupado el de ellos».

La juventud es un radar de inseguridades y certezas, ingratitudes y promesas, una «interferencia» en los patrones de conducta que no pocos adultos pretenden que sigamos. Y como radares, buscamos más allá del presente, para indagar en el futuro inmediato que nos toca construir.

Los que confían en los jóvenes nunca nos verán como un problema, sino como parte fundamental de la solución. Nos dejarán correr y desbocarnos, pero luego nos sanarán con la experiencia y nos alentarán a correr de nuevo. Saben que en esta carrera de relevo la confianza y la preparación son claves en el resultado final.

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