Como uno de esos campesinos que con la mano sobre la frente interroga el horizonte y sabe, de un golpe de vista, si va a llover, reaparece este maestro, que además fue periodista, para decirnos las urgencias de la prensa cubana.
Nada hay en su discurso de altisonante o vanidoso. Nada que no sea puro pensamiento, martillado en la fragua de los días, en las frías madrugadas de planas calientes, en los consejos de redacción, en las aulas de la Universidad.
Digo Julio García Luis y parece un santo y seña para un gremio entero. Rápido se decodifica: Ética, Pedagogía, Cronista, Militante, Decano. La enciclopedia mental lo trae de vuelta como editorialista de Granma, reportero de los viajes del Comandante en Jefe, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en los años tensos de fines de los 80 y principios de los 90, líder académico de la Facultad de Comunicación durante más de una década.
Digo Revolución. Socialismo. Periodismo. La prensa y los periodistas cubanos ante el siglo XXI, y rápido se entiende que es más que un libro, aunque lleve ese formato. Que las 205 cuartillas amalgamadas por la editorial Pablo de la Torriente para el IX Congreso de la UPEC y que ahora se presentan en los colectivos periodísticos del país, guardan un aliento que las trasciende.
¿Por qué?, podríamos preguntarnos. Y vendrían entonces muchas respuestas de la razón. Tenemos allí más que un libro, porque como afirma Rosa Miriam Elizalde en su prólogo, parte de una monumental investigación que «recupera el desdeñado acento del periodista cubano y su dignidad, renueva y vigoriza las opiniones morales y políticas que nos angustian» y «pone al día los viejos idearios de emancipación».
Es más que un libro porque nace, como las clases de los grandes filósofos, de una pregunta. En este caso: «¿Es viable una alternativa revolucionaria y socialista al modelo de prensa liberal, que no encaje a su vez en un patrón ideológico decimonónico o en uno de tipo soviético o de prensa de Estado?». Y tras un cuerpo ensayístico medularmente agudo, donde vuelve una y otra vez a la interrogante y sus mil cabezas, la responde de la mejor manera posible: combinando el ala de la pasión y el ancla de la realidad.
Va más allá de un volumen de páginas impresas porque deviene síntesis teórica como no se ha producido antes en nuestra nación sobre las funciones y misiones del oficio periodístico; porque en él se escuchan las voces de los mejores representantes del gremio, entrevistados por Julio, para buscar en la hoguera de todos, el fuego necesario.
También porque desmenuza, sin estridencias ni oportunismo, los aciertos y errores del modelo de prensa que terminó siendo en la URSS un calco pobre de la burocracia, sin fuerza para denunciar cómo aquella le había ido robando, poco a poco, el poder al pueblo.
Supera la letra impresa porque arde en él la «ética de la liberación» que ha sido nuclear en la historia de la patria y de su periodismo; porque no se ruboriza en diseccionar las manquedades de nuestros medios en estos últimos 50 años, porque no le «pasa la cuenta» a nadie, sino a las actitudes pobres de espíritu; porque no aspira a la perfección y, antes bien, invita a disentir.
Pero pienso que por encima de todo, Revolución. Socialismo. Periodismo... se eleva de sus palabras, porque en él late, aunque ya no esté, un hombre bueno. Y baja la mano gruesa de la frente, para decirnos sonriendo que el periodismo, el verdadero, solo es uno de los tantos nombres de la Generosidad.