Las noticias van de la mano. Barack Obama anunció en su discurso del Estado de la Unión que retirará 34 000 soldados de Afganistán a finales de este año, cuando debiera retirar a todas sus huestes; el gobernador de la provincia afgana de Kunar, Fazlullah Wahidi, dijo a la prensa que «fuerzas extranjeras llevaron a cabo el ataque sin informarnos», y se refería a que la OTAN, que encabeza Estados Unidos, había matado a diez civiles, cinco de ellos niños, durante un golpe aéreo, y el Pentágono informó que ha creado una medalla de honor para premiar a los soldados estadounidenses que desde una computadora operan los drones, segadores a distancia de miles de vidas en Afganistán, Paquistán, Yemen y Somalia, por ahora…
El asesinato prosigue sin el menor recato, y más aún recibe su condecoración, la Medalla por Acción de Guerra Distinguida. Ya no tienen que ir al campo de batalla a arriesgar sus vidas mientras matan, se han revertido los requerimientos bélicos, y en aras de una tecnología de avanzada, los operadores desde los oscuros cuartos de computación tienen impacto directo en las operaciones de combate. Como dijo Panetta, «las herramientas modernas, como las plataformas pilotadas remotamente y los cibersistemas, han cambiado la manera en que se pelean las guerras» (…) «ellos remueven al enemigo del campo de batalla».
Nada dijo de cuántas personas mueren en ese bombardeo a «ciegas» a miles de kilómetros de distancia, no les importa cuántos de ellos son civiles, ni cuántos son niños. Se recuerda en esta ausencia de conciencia el reportaje que el diario alemán Der Spiegel hiciera a Brandon Bryant, un operador de drones que vio un día en la pantalla de su ordenador la figura que le hizo preguntar a su «copiloto»: «¿Acabamos de matar a un muchacho?», y el otro soldado le respondió: «Sí, creo que fue un niño»….
Bryant «voló» más de 6 000 horas en sus drones desde la base militar de Nuevo México, y afirmó: «Yo vi hombres, mujeres y niños durante ese tiempo (…) nunca pensé que podía matar a tanta gente». Se dio de baja porque la conciencia le produjo estrés postraumático.
Pero otros recibirán el premio e incluso algunos oficiales ni siquiera consideran tormentoso asesinar a los menores, porque a su manera de ver esos niños son usados por los insurgentes o serán sus potenciales enemigos en el mañana.
La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) decía no hace mucho que el número de niños muertos por las fuerzas estadounidenses se había duplicado de 2010 a 2011; aludían a un reporte de Naciones Unidas que no daba datos del 2012.
Y debe leerse también en los símbolos de la medalla: una rama de laurel —no precisamente para caracterizar la paz— rodea un globo —probablemente el terráqueo— y un águila imperial se destaca en el centro.
Estamos a expensas de quienes se creen los dioses del mundo y, por tanto, dueños y señores de haciendas y vidas… Si su presidente tiene el Premio Nobel de la Paz, sus soldados también merecen ser condecorados por la sangre de otros que derraman.