Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Por uno y por todos

Autor:

Luis Sexto

Entre los términos de nuestra lengua diaria, este comentarista elegiría como palabra clave para el año que comienza a «participación» y su verbo «participar». Son palabras muy usuales. Y por ello uno estima que deben de ser restablecidas en su original significado de «tomar parte». Porque no muchos podríamos asegurar que cuando participamos, en verdad estamos tomando parte. Participar o, más bien, hacerse elemento, pieza mediante un voluntario, convencido, ético compromiso.

Uno de los errores de algunos humanismos que han pretendido redimir al hombre, convertirlo en un huésped de un paraíso terrenal, radica a mi parecer, en que no han tenido en cuenta la dimensión subjetiva del hombre y su inclinación esencial a las pasiones. Es cierto que la sociedad forma, educa, impone una relación, pero ¿puede, por ejemplo, una sociedad solidaria evitar automáticamente la envidia, la ambición, la intriga, la ingratitud o la inconformidad, la indiferencia o el descomprometimiento?

Quizá ciertos lectores de esta página piensen lo contrario. A veces, el mayor obstáculo del cambio hacia el mejoramiento humano está en que existen ideas que no aceptan que haya que mejorar a las personas o a la sociedad, ni atraerlas a la participación de las metas colectivas, porque de por sí, como en un acto robótico, se corrigen, se adjuntan o se integran. Ahora bien, si las actitudes negativas parten de la subjetividad, también la anuencia, la aceptación del perfeccionamiento y sus urgencias tiene un componente en lo subjetivo, allá en lo más individual de los individuos: la conciencia.

Y si así fuera, la ética —ética de la participación— tiene por tanto que estar en el punto de partida del mejoramiento. Porque la ética, el saber por qué se ha de actuar ajustado a estos principios y a tales normas, o por qué el vivir en sociedad obliga a ciertos compromisos, es el foco que concierta, organiza e impulsa la colaboración solidaria, para ayudar a cambiar las circunstancias y parejamente a los demás, y en el proceso de cambio cambiar uno mismo. Este es el juego dialéctico, complicado y simple: cambiar cambiando; cambiar aquello, cambiándonos también para luego resultar, junto con todo, mucho más mejorado.

La historia de Cuba ha estado sostenida por la ética. Sin la ética como parte integrante y actuante de la ideología revolucionaria, quizá la nación cubana hubiera sido sometida y por ende anulada en la corrupción colonial o neocolonial. Por ello, no parece excesivo hacer recordar que las transformaciones que en Cuba ocurran en la economía y en otras esferas de la sociedad, se orientan hacia el mejoramiento general. Y que ningún proceso de perfeccionamiento colectivo puede prescindir de la vocación ética de nuestra historia. Lo cual es como decir, la aspiración a la utopía mejoradora, que para concretarse en justicia e independencia ha desafiado a tempestades, carencias y armas hostiles.

Hemos de ver, por consiguiente, cómo el perfeccionamiento social implica una toma de conciencia, un «tomar parte» que corrija las percepciones que quizá se deformaron en la subjetividad de muchos de nosotros. Vayamos a encararnos éticamente en lo interno. Y empecemos a aceptar que ya será una actitud innoble creer que de mí depende muy poco, o que habré de seguir «luchando» con los trucos de una participación aparente, camaleónica, alimentando la picaresca que me convierte en sanguijuela o en estorbo de mis compatriotas.

De cada uno de nosotros, dependerá mucho, si no todo. Y la suma de la acción individual, el aprovechamiento que cada sujeto haga de las oportunidades abiertas, también influirá en el signo general de la puesta al día de nuestra sociedad. Puesta al día que es como decir conducirla a más justicia, porque será más participativa y más efectiva al fortalecer los lados de un centro fuerte, aunque no unipolar. Por ahora, no conozco nada que convierta las quejas y las necesidades en obras y soluciones, salvo la participación consciente —esto es, trasuntada del diccionario a los actos— en la estrategia donde cada uno tendrá responsabilidad por sí mismo y por la nación.

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