La joven de 17 años grita. Su cuerpo recibe una brutal paliza y al espectáculo asisten decenas de personas que permanecen impávidas. Sus tres agresores se ensañan. Uno le sujeta los pies y otro la cabeza y un tercero, con barba negra y turbante, la flagela con una correa de cuero.
Lamentablemente, no se trata de un hecho aislado. Cada año miles de mujeres en Paquistán son víctimas de violaciones y palizas o las rocían con aceite hirviendo o ácido, a manos de hombres, cuyo honor se ha sentido mancillado.
Protestas femeninas contra el extremismo y la violencia. Foto: EFE Las imágenes difundidas por la prensa paquistaní han conmocionado a la opinión pública y ha generado diversas protestas, tanto dentro como fuera del país. En esta ocasión, pareciera que el verdadero pecado de la joven ha sido ser pobre, pero no, fue acusada de mantener relaciones ilícitas y castigada por ello. No sabemos su nombre, aunque podría llamarse de mil maneras, porque tal vez en ese mismo momento otras corrían su misma suerte, quien sabe si ahora mismo ocurre. En la grabación de mala calidad colgada en gran cantidad de medios digitales se ve que es obligada a tumbarse en el suelo. Grita, gime. No importa.
Ella vive en el valle de Swat, al norte de Paquistán, territorio cedido por el gobierno provincial a los talibanes a cambio de paz, y donde estos han impuesto la sharia (ley islámica).
«La chica ha sido correctamente castigada de acuerdo con la sharia.Tenemos que proteger nuestra religión y abstenernos de los modos de vida occidentales», expuso a la prensa el portavoz de los talibanes en la zona, Muslim Khan, según la cadena privada Express TV.
De acuerdo con este personaje, el video difundido solo pretende boicotear el frágil proceso de paz en el valle, otrora destino turístico de la nación. Pero del ser humano vejado y golpeado nada dice, o sí: ¡Que se lo merecía!
Los habitantes de la zona condenaron los hechos, pero los agresores se mantienen impunes. «¿Por qué no hacen nada contra los que lo hicieron? Es un silencio criminal», expresó el mecánico Nasir Jan, según Reuters.
Ante la presión, el Tribunal Supremo paquistaní ha ordenado investigar el caso. Los cables recogen que el presidente de ese órgano de justicia, Iftikhar Chaudhry, convocó a los funcionarios y policías de la zona para que le fuera explicado el incidente, y lo calificó de «cruel violación de los derechos fundamentales».
Sin embargo, no se espera que los culpables sean juzgados, cuando cada año aumenta de forma alarmante el número de mujeres que mueren a manos de sus maridos u otro familiar, o que son víctimas de violaciones para saldar algún tipo de deuda.
La joven de 17 años, rostro oculto por la burka, seguramente sanará de los moretones dejados por la golpiza, pero, mientras la justicia llega en el acalambrado corcel que suele usar para viajar a este país, donde las leyes protegen a los maltratadores y condenan a las víctimas por el mero hecho de ser mujeres... muchas continúan llenando las listas de vejadas con sus nombres. Otras, ni eso.