Derecho y cultura han de ir de la mano y por eso he venido exaltando la rica cultura jurídica acumulada por nuestro país desde los tiempos forjadores de la identidad nacional.
Todos los regímenes sociales de explotación del hombre por el hombre han impuesto sus objetivos en la promulgación y aplicación de las leyes y se han encargado de tergiversar sus aspectos esenciales para imponer su dominación.
Este año, a propósito del aniversario 140 de la cristalización de la cultura cubana, proclamado como día especial de recordación, quiero destacar la importancia de las Reflexiones de Fidel Castro en cuanto a la necesidad de un mínimo de filosofía, y podemos hacerlo a partir de los principios contenidos en su trabajo sobre «La ley de la selva». Efectivamente, se ha generado el salvajismo.
El imperialismo en su fase actual ha echado por la borda los principios jurídicos en que dijo sustentarse la moderna civilización. No tiene siquiera la cultura para tergiversar la ley. Por eso, proponemos como referente para el pensar filosófico del siglo XXI los versos inmortales del Himno Nacional bolivariano: «Gloria al bravo pueblo/que el yugo lanzó/la ley respetando/la virtud y honor». Proponemos, asimismo, llevar a cabo investigaciones sobre nuestra tradición jurídica a partir de la Constitución de Guáimaro de 1869, que marca el inicio de la república de Cuba, y que, como hemos dicho, nutrió el célebre alegato de Fidel Castro La historia me absolverá que cumplió, el 16 de octubre, 55 años de haberse pronunciado.
Hay que llevar a cabo un riguroso análisis orientado hacia la práctica concreta, desde las infracciones de las regulaciones del tránsito hasta las matanzas en plena calle en diversas ciudades y parajes del mundo, y desde luego, el arbitrario secuestro —no se le puede llamar de otra forma— de nuestros cinco héroes. Podemos resaltar, de igual modo, a sus familias, ejemplo y respuesta digna frente a la trasgresión arbitraria de la ley, para nombrarlo de algún modo. Puede analizarse igualmente la libertad de que gozan asesinos como Posada Carriles y Orlando Bosch, autores confesos del crimen de la voladura del avión de pasajeros cubanos en Barbados. Por ahí hay que empezar; si no se empieza por ahí, no habrá nuevo pensamiento filosófico. Y es que no hay civilización sin el rigor de la ley.
Empecemos el examen de la cultura general integral a que nos ha llamado Fidel con el principio de que la justicia es el sol del mundo moral. Ella es también, como afirmó Segismundo Freud —quien no gustaba decir cosas agradables— la primera y fundamental categoría de la cultura.
Hoy se ve bien claro en América Latina y el Caribe la importancia de la ley y de los fundamentos jurídicos del Estado. Los procesos para dotarse de nuevas Constituciones en Venezuela, Bolivia y Ecuador, refuerzan la idea de que son el imperialismo y las oligarquías locales las transgresoras de la ley y las que se oponen al orden jurídico que expresa la voluntad soberana de la mayoría de la población
Hay que poner de moda la legalidad y en esto tienen enorme responsabilidad los juristas, y dentro de ellos los jóvenes estudiantes y sus profesores. He ahí el valor de un Club Martiano dedicado a explicar y desarrollar el cultivo de la ley como nuestra primera responsabilidad. Solo así podemos emprender el camino del mundo mejor al que aspiran millones de hombres y mujeres en todo el planeta, y Cuba tiene un importante papel que desempeñar porque posee una inmensa tradición en este terreno.
1 J. Martí, Obras Completas. t. 5, p. 108