La torre Eiffel exhibe el color azul y las 12 estrellas de la bandera de la UE. Foto: AP Cuentan que un niño holandés, al descubrir un hueco en un dique que contenía al mar bravío, introdujo un dedo en él, con la esperanza de evitar que se ensanchara y así dar tiempo a que su amigo avisara a los adultos. Pero durante el tiempo que esperó, las olas comenzaron a saltar por sobre el muro y a empaparlo, mientras a él se le acalambraba el brazo...
Ahora que Francia asumió la presidencia semestral de la Unión Europea, su jefe de Estado, el conservador Nicolás Sarkozy, tiene el dedo en el muro. El orificio se llama Irlanda, o mejor, el «NO» de los irlandeses al Tratado de Reforma de la UE, que debía entrar en vigor en 2009 para otorgar personalidad jurídica al bloque comunitario. Sin embargo, de poco le sirve a Sarkozy su empeño, si dos olas —Polonia y la República Checa— saltan el malecón y lo empapan.
Para el presidente francés, es esencial durante estos seis meses enrumbar el Tratado que él mismo contribuyó a sacar adelante en Lisboa, en diciembre de 2007. Incluso las autoridades polacas y checas dieron su beneplácito en aquel entonces, pero ahora, pretextando el «NO» irlandés, quieren «zafarle el cuerpo». En Varsovia, el presidente derechista, Lech Kaczinsky, ha dicho que «no tiene sentido» ratificarlo después del «NO» irlandés, y su par checo, Vaclav Klaus, afirmó que «la UE debería dejar de hablar de su futuro sobre la base de tratados rechazados».
Hay un tercer país, Alemania, en que el jefe de Estado, Horst Köhler, no firmará el Tratado hasta tanto el Tribunal Constitucional no se pronuncie sobre su validez, ante dos recursos en contra presentados por un diputado conservador y otro de izquierda. Pero Sarkozy, quien junto con la canciller alemana Angela Merkel se empleó a fondo para lograr el proyecto de texto europeo, no teme por Berlín, sino por Praga y Varsovia. Ya les lanzó la amenaza: mientras no se aplique el Tratado de Reforma, no habrá nuevas adhesiones a la UE. ¡Y polacos y checos desean tan ardientemente la pronta integración de Croacia!
Un aparte aquí: ¿Es en verdad tan imprescindible que el texto salga adelante para aceptar a Croacia? Parece un «dale al que no te dio». Un muchacho tira una tiza, pero el maestro le echa una filípica al que está al lado. Los irlandeses frenan, los croatas pagan. Aunque, cuando Rumania y Bulgaria entraron en 2007, franceses y holandeses le habían dado un portazo dos años antes al intento de Constitución Europea. ¿Y ahora? ¿Justos por pecadores?
Habrá que calibrar la advertencia. Sarkozy, líder de uno de los seis países fundadores de la UE, puede estar mostrando músculo ante aquellos que apenas llevan tres días en el bloque comunitario y, lejos de facilitar las cosas, las complican. Y por supuesto, no porque planteen ningún tipo de reivindicaciones para los sectores más vulnerables a los vaivenes de mercado, porque tanto en Praga como en Varsovia no hay ni mucho menos gobiernos preocupados por la deriva neoliberal de la UE, ni por el retroceso en algunas de sus políticas de protección social. Indirectamente, el inquilino del Palacio del Elíseo los ha llamado a «recogerse al buen vivir».
Y con otros ha tenido palabras. Sarkozy, que en este semestre desea priorizar un pacto europeo sobre la inmigración, reimpulsar la defensa conjunta, revisar la Política Agrícola Común y alcanzar un acuerdo de protección del medio ambiente —entre sus propuestas se incluye elevar las tasas a las importaciones de los países más contaminantes—, ya tuvo un rifirrafe con el comisario de Comercio de la UE, Peter Mandelsohn, a quien acusó de estar detrás de un preacuerdo de Bruselas con la Organización Mundial de Comercio para eliminar subsidios agrícolas, que tanto dañan las exportaciones de los países del sur, añadiéndoles más pobreza que la que ya penan...
Según Sarkozy, la iniciativa provocaría la pérdida de 100 000 empleos en la UE, al disminuirse en un 20 por ciento la producción agrícola y en 10 por ciento las exportaciones de esta. «Los hechos que describió no son exactos, y las críticas que hizo no están justificadas», dijo el comisario británico. «No está prohibido tener desacuerdos en Europa», devolvió la estocada el mandatario galo.
Como se ve, estar al frente de una maquinaria con 27 palancas, 27 frenos y un sinnúmero de controles, es de todo menos fácil. Y a Francia le toca ahora manejarla...