Casi 750 cadáveres, muchos de ellos con signos de tortura, aparecieron en Bagdad el pasado mes. El dato lo trae un reporte de The Washington Post, que achaca la carnicería a «rivalidades sectarias» entre sunnitas y chiitas. Aunque no explica por qué, antes del 20 de marzo de 2003, jamás de esa «enemistad» manó tanta sangre en un mes.
El hecho es que, de tan abultada matrícula, la morgue de la capital iraquí está sobresaturada, repleta. Y ahí, en el patio de la instalación, ya se van colocando los cuerpos sin vida de personas con historia, con seres queridos que ya jamás los verán regresar a casa, el pan necesario bajo el brazo y un poco de afecto en el corazón para repartir entre los suyos que apenas viven en medio de ese abismo.
Recuerdo entonces el plan de cierto descerebrado, maniático «libertador de oscuros rincones». En su visión de la Cuba que le agradaría regir, el aturdido explica que «el gobierno de EE.UU., en cooperación con donantes privados, iniciará un programa de asistencia para establecer un servicio central de adopción de niños».
¡Pero claro! El muy listo espera que, implantada la «liberty», la morgue de Bagdad quede ridículamente pequeña —patio incluido— en comparación con la de La Habana. Y una ventaja: aquí los niños llorarían a sus padres... en español, como en el sur de la Florida. ¡Adopciones expeditas! ¡Money a manos llenas!
Asombrosamente emprendedor el espíritu empresarial de este señor. Y sorprendente su capacidad para la fantasía. El inclemente sol de Arabia puede provocar alucinaciones...