La sentencia a muerte por ahorcamiento dictada el domingo contra Saddam Hussein por una corte de cinco jueces reunidos en la Zona Verde de Bagdad, no resuelve en absoluto los problemas de los ocupantes estadounidenses; está por ver si ayuda en algo a los republicanos en las elecciones legislativas y para gobernadores de este martes y, por el contrario, parece que ha añadido un poco más de gasolina al infierno que es Iraq.
Nada de sorpresa en la decisión que no pocos en el mundo ven más como un ejercicio de venganza que de verdadera justicia, puesto que más de un abogado defensor fue muerto y sobraron también las amenazas a los jueces, más un sinnúmero de irregularidades.
Hubo voces disonantes, incluso entre los propios aliados europeos de Washington que tienen en sus constituciones el rechazo a la pena de muerte.
Por su parte, el jurista argentino Leandro Despouy, relator especial de la ONU sobre la independencia de los jueces y abogados, dijo que el depuesto presidente debía ser juzgado de nuevo por un «tribunal internacional independiente e imparcial que reúna todas las garantías que permitan recibir el apoyo de Naciones Unidas», agregó que «la legitimidad y la credibilidad (del tribunal) es dudosa» y puntualizó porque fue «instituido durante una ocupación que muchos consideran ilegal, integrado por jueces seleccionados durante esta ocupación» y «fue financiado principalmente por Estados Unidos».
Pero preocupan sobre todo los temores de que se abra más aún la brecha entre chiitas y sunnitas y la animadversión adquiera ahora colores más fuertes.
Este lunes, a pesar del férreo toque de queda impuesto desde días antes de que se conociera el veredicto para evitar lo que Estados Unidos llama la violencia, cinco soldados norteamericanos fueron reportados muertos en incidentes separados y un helicóptero «cayó» en Salah Ad Din, de donde es Tikrit, la ciudad natal del ex presidente iraquí. Noviembre viene entonces con una cuota de sangre que puede ser superior a la del doloroso octubre y sus 105 bajas mortales, toda vez que ya suman 18 los uniformados que regresarán a sus hogares envueltos en la bandera de las barras y las estrellas.
Las armas sonaron en Bagdad, en el distrito Amil y en el barrio de Adhamiya, también en Iskandariyah y en Hillah... Hubo manifestaciones en contra de la sentencia en Falluja, Mosul y Samarra...
No parece entonces que la posibilidad de ejecutar a Hussein haga mucho cambio en la situación iraquí y en el empantanamiento en que se encuentra la administración Bush.
Precisamente este lunes, una encuesta del diario The New York Times y la cadena de televisión CBS News, divulga que el 61 por ciento de los norteamericanos considera que su gobierno debiera cambiar su táctica militar en Iraq, el 27 por ciento piensa que deben retirar ahora todas las tropas, y solo el ocho por ciento considera que la actual estrategia militar es correcta. La cifra de sus muertos y heridos (2 831 y 21 400, respectivamente) es suficiente para sustentar esos criterios.
Y si la condena a muerte de Saddam Hussein, tan oportunamente anunciada antes de las elecciones en EE.UU., pudiera convencer a incautos de que Bush ha alcanzado «victoria» en Iraq, las muertes de los jóvenes estadounidenses —verdaderas ejecuciones realizadas por una administración guerrerista que algún día deberá ser juzgada por sus crímenes de guerra— apuntan a la derrota.