El destacado músico cubano Enrique Bonne Castillo, creador del ritmo pilón, falleció este martes en Santiago de Cuba, a los 98 años. Autor: Archivo Publicado: 14/01/2025 | 08:04 pm
SANTIAGO DE CUBA.—Este 14 de enero falleció en esta la ciudad que tanto amó, Enrique Alberto Bonne Castillo, el creador del ritmo Pilón, el compositor de unas 200 canciones de casi todos los géneros, cuya labor autoral enriqueció el pentagrama nacional casi hasta el final de sus días.
Tenía 98 años y ni el cáncer tenaz logró eclipsar nunca su eterna sonrisa ni el optimismo con que, campechano, recibía en su hogar de calle D, en el reparto Sueño, lo mismo a músicos y personalidades de la cultura que pasaban a beber de su lúcida conversación, a disfrutar de sus anécdotas de cómo creó el Pilón o a admirar su hermosa historia de amor con su esposa Juana Elba, que a los múltiples santiagueros que le reciprocaban el cariño que supo conquistar, como uno de los más entrañables hijos de la urbe caribeña y musical.
Premio Nacional de Música 2016, Premio Nacional de la Televisión, Premio Internacional Casa del Caribe, Premio Excelencia Musical de los Estudios Siboney, de la Egrem, figuran entre los numerosos reconocimientos que recibió en su fructífera vida. Los premios, confesó a un periodista, los recibía como «estímulo para seguir peleando…»
Nacido en San Luis el 15 de junio de 1926, inició su carrera artística en el perfil autoral en 1950; en 1951 grabó el cha cha cha «Italian Boy», y a principios de la década de los años 60 crea su antológico grupo Tambores de Bonne, que hasta hoy mantiene su impacto en el carnaval santiaguero y otras festividades del país.
Voces y agrupaciones imprescindibles del pentagrama nacional como la orquesta de Mariano Mercerón, Pacho Alonso, Fernando Álvarez, la orquesta Aragón, Van Van, la Original de Manzanillo, y muchos otros dentro y fuera del país defendieron sus creaciones: danzones, boleros, guarachas, sones, congas, chachachá, merengue, montunos, frutos de décadas de labor intensa.
En la televisión y la radio cubanas, de las que fue permanente asesor; en los carnavales santiagueros, en el quehacer de la Uneac, pervivirá su huella, esa que trascenderá el tiempo tanto como sus innegables aportes musicales y su proverbial sencillez, que lo convirtió en Maestro no solo de la música, sino también de las relaciones humanas.
«(…) Cuando me fuera quisiera que me recordaran como soy (…). Que me recuerden con conga porque fui un gozador…», expresaría a un colega, ante la certeza del fin. Por eso aunque costará acostumbrarse a la idea de que ya no estará más entre nosotros, en el Santiago rítmico e intenso que amó hoy suenan los tambores y se empina el Pilón.
«A cualquiera se le muere un tío», seguro nos diría, y fiel a su estirpe de hombre de pueblo, muy a su manera, tal vez replicaría: «Dame la mano y caminemos», «Yo no quiero piedra en mi camino», «Que me digan feo». En los que le conocieron y los que sabrán de él como ícono y paradigma de la música cubana quedará la certeza de que fiel a su país y a su terruño, continuará viviendo en el lirismo de uno de sus temas inolvidables: «Usted volverá a pasar».