Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Callen las armas!

Que ensordecedor sean nuestros gritos y reclamos, para opacar el estridente, fragoso y desapacible ruido de las guerras en vísperas del nuevo año

Autor:

Juana Carrasco Martín

Las celebraciones de fin de año para el mundo entero —motivaciones religiosas o no—, van acompañadas de buenos deseos, de bienestar, armonía y paz para todos. Este 2024 necesita más que nunca que tales aspiraciones se conviertan en realidades. Para muchos ha sido una vuelta al Sol sombría, les tocó guerras, desplazamientos forzados, situaciones económicas difíciles, adversas condiciones geo-ambientales, crisis humanitarias, tensiones e incertidumbres locales o individuales... Y las preocupaciones crecen exponencialmente para el próximo 2025, porque se avizoran peligros en desarrollo y a ritmo vertiginoso.

El papa Francisco, el miércoles 25 ha hecho un llamado de urgencia al mundo: «!Callen las armas!», clamó por «superar las divisiones», en su tradicional mensaje «Urbi et orbi» (A la ciudad y al mundo) con Gaza Palestina, Ucrania y Sudán como contextos y realidades extremas, pidió cese el fuego y paz justa para poblaciones extenuadas por el hambre y la guerra pensando en «los niños ametrallados» y las «bombas sobre escuelas u hospitales»; llamó a derribar muros de separación, ideológicos y materiales.

No hay que ser cristiano, musulmán, budista, hinduista, judío, del sincretismo religioso, agnóstico o ateo para considerar la urgente necesidad de esos pensamientos esperanzadores: solo hay que ser humano, cuando otros imponen o proponen un permanente festín de sangre y violencia, con todas las consecuencias directas o colaterales.

En la asolada y destruida Franja de Gaza, los palestinos se enfrentan no solo a los bombardeos indiscriminados, también a rigurosas temperaturas invernales cuando son escasos los alimentos, el agua, las medicinas. Y en Belén, también palestino y donde dicen creyentes y la Biblia nació Jesus de Nazareth, durante este segundo diciembre bajo brutal asedio, apenas llegaron peregrinos y turistas, ni encendieron el tradicional árbol navideño en la Plaza del Pesebre, tampoco se escucharon las músicas de la ocasión.

Imposible desconocer que la actual agresión israelí ha costado hasta este día 446 la vida a 45 361 palestinos en Gaza, casi el 70 por ciento de las víctimas mortales son niños y mujeres. Cada una hora muere un niño en Gaza, según Philippe Lazzarini, el jefe de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).

Leo esto en una información de France24: Reda Abu Zarada, de 50 años, desplazada del norte de Gaza con su familia, describió a AP cómo los adultos duermen con los niños en brazos para mantenerlos calientes dentro de su tienda: «Las ratas nos pisan por la noche porque no tenemos puertas y las tiendas están rotas. Las mantas no nos abrigan. Sentimos que sale escarcha del suelo. Nos despertamos helados por la mañana. Tengo miedo de despertarme un día y encontrar a uno de los niños muerto de frío».

Y repaso este poema del intelectual palestino Ramzy Baroud para responder a la pregunta ¿Dónde está Dios con todo lo que está sucediendo en Gaza ahora mismo?:

Dios es un refugiado de Gaza

No, no adoramos al mismo Dios, porque el mío camina descalzo por las calles de Jabaliya, sus heridas sin sanar, sangrando en la tierra— manchando su piel aceitunada, marcándolo para siempre.

Mi Dios es el lamento de las madres, dolientes en al-Mawasi, rezando todavía por la salvación, besando los rostros cenicientos de sus hijos muertos.

Mi Dios son dos niños, transportando los restos de sus padres en una carreta tirada por burros, buscando frenéticamente la tierra vacía, para enterrar a su amado antes de que regresen los soldados.

Mi Dios es coraje, paciencia, justicia. El sumoud de un pueblo cuyo espíritu no puede ser confinado a un titular o a la teoría de un erudito.

Mi Dios es la niña refugiada obstinada, que se niega a abandonar su búsqueda de un hogar, inquebrantable, a pesar de la tormenta, su corazón aún anhela el lugar que llama suyo.

Y sobre todo, mi Dios es libertad. Un fuego que ningún poder puede apagar, Una llama que corta a través de la opresión, Una luz que guía el camino.

Mi Dios es un refugiado de Gaza, que lucha por liberarnos a todos de todos los falsos ídolos que nos mantienen encadenados en un silencio ensordecedor.

Paralela a esa gran tragedia que ha marcado con oprobio el 2024 en la historia de la humanidad, existen, además, los desamparos y dramas permanentes, sin conflictos bélicos mediantes, en un mundo preñado de desigualdades que hacen cada más ostensibles la avaricia y el egoísmo de otros.

Sin intenciones segundas tomo estas cifras, porque son los datos disponibles en las enmarañadas redes y medios del universo digital, cuando en este cierre de año las personas realizan los mayores gastos personales y de festejos, mientras otros tienen todas las carencias imaginables.

Solo en Estados Unidos entre regalos, comidas y decoraciones festivas se estima que el comercio minorista venda 1,35 billones de dólares, 4,8 por ciento de crecimiento respecto al 2023. Pese a la inflación que anda en olas a través del orbe, también son multimillonarias las compras en los países poderosos como Reino Unido, Alemania y Francia. Por supuesto, los bolsillos tampoco están llenos por igual en esos lugares, pero el promedio supera en mucho a quienes residen en el sur global, por ejemplo. Mientras tanto, uno de cada seis niños de esta Tierra vive en la pobreza extrema.

Que ensordecedor sean entonces nuestros gritos y reclamos, para opacar el estridente, fragoso y desapacible ruido de las armas.

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