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Terribles promesas para el segundo mandato de Donald Trump

Con un presidente electo que considera que tiene el poder máximo y este le da la posibilidad de hacer de todo, crecen preocupaciones en EE. UU.

Autor:

Juana Carrasco Martín

Algunos analistas las han contado. Hasta este momento, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien tomará posesión del cargo el 20 de enero de 2025 como repitente en la Casa Blanca, ha hecho 28 promesas para poner en práctica desde su primer día, dijo la publicación Politico, cuál más agresiva o destructora. Otros medios han registrado muchas más medidas, como The Washington Post, que menciona 41. Eso sí, casi todas ya dan pesadillas a no pocos en Estados Unidos y el resto del mundo.

Trump se enfocó en la frontera en su primera amenaza, con el objetivo de impedir el flujo migratorio de las empobrecidas poblaciones del explotado sur y lo acompañó con disparos de guerras comerciales contra China, México y Canadá, en lo cual mostró experticia en su primer mandato, por lo que va a repetir dosis que intimidan y ponen en riesgo a la economía mundial, de por sí maltrecha.

Su plan amenaza con redadas masivas tras los más de 11 millones de personas indocumentadas que viven en el país; pero, mucho más que eso, promete también poner fin a la ciudadanía por nacimiento de los hijos de esos inmigrantes, un principio consagrado en la Enmienda 14 de la Constitución estadounidense.

La promesa de acabar con las guerras descorrió cortinas del ¿cómo?, con un espantoso escarnio al inmolado pueblo palestino, que pone a temblar de ira a la humanidad: les prometió el verdadero infierno, como si este, iniciado por el sionismo israelí que encabeza Benjamin Netanyahu, no superará los ocho círculos del de Dante, con la incongruencia de que los condenados son la inocencia y el derecho a la independencia en su propia tierra.

Un Trump despiadado, brutal y cruel dando el ultimátum surgió tras una simple cena con Sara Netanyahu, la esposa y consejera del genocida, en el Trump International Golf Club, en Florida, el pasado domingo por la noche, según reveló Margot Martin, subdirectora de Comunicaciones de Donald J. Trump como presidente.

La venganza como motor

Otro frente lo abrió desde mucho antes de ganar las elecciones del 5 de noviembre, al anticipar que arremetería contra sus enemigos y detractores políticos con furia para cobrarse agravios y sinsabores, dando del mismo caldo a quienes lo enjuiciaron a él y a sus seguidores, sobre todo, cuando el 1ro. de julio la Corte Suprema de Justicia, que responde a su hechura, le dio impunidad amplia para actos cometidos en el cargo presidencial.

Como se sabe, por seis votos contra tres, los de las juezas progresistas, el máximo tribunal concluyó que «un expresidente tiene derecho a inmunidad absoluta frente a un proceso penal por acciones dentro de su autoridad constitucional», aunque estableció que «no hay inmunidad para actos no oficiales».

Según National Public Radio, la lista de personas y organizaciones es larga, pues registró más de 100 amenazas de ese tipo, además de que Trump prometió nombrar a «un verdadero fiscal especial que persiga» a Biden y a su familia, y dijo que Kamala Harris debería ser «procesada por sus acciones» en política fronteriza, y esas amenazas incluían a Hillary Clinton y Barack Obama.

La alusión al fiscal especial Jack Smith es clara, y aunque este ya cerró los casos contra Trump, pocos dudan de que cumplirá, cuando menos, su palabra de despedirlo «en dos segundos». Hasta consideró que debía ser echado del país. Ya se afirma que Smith renunciará antes.

Tampoco se salvarían la fiscal de Nueva York, Letitia James, que lo condenó a pagar 450 millones de dólares por defraudar a prestamistas, ni Alvin L. Bragg, el fiscal de distrito de la ciudad de Nueva York, que condenó a Trump por 34 delitos graves derivados del dinero pagado a una estrella de cine de cine porno para mantener su silencio.

Obviando que el mandato de un director del FBI es por diez años, ya nominó sustituto para Christopher A. Wray, al frente del brazo policiaco del Departamento de Justicia, que allanó su residencia en la Florida en busca de documentos secretos de su primera presidencia. Ha designado a Kash Patel, del que se dice es un ferviente partidario del presidente electo, que ha prometido ayudar a desmantelar el FBI, y en los principales cargos del Departamento de Justicia está el grupo de sus abogados defensores en todas las causas que hubo en su contra.

Ese campo de la «justicia» tiene otra cara en las promesas del primer día: indultar a varios de los condenados por atacar el Congreso el 6 de enero de 2021 para intentar frenar la certificación por el Congreso de Joseph Biden como presidente de Estados Unidos. Ese día unas 10 000 personas, luego de escuchar un discurso de Trump frente a la Casa Blanca, marcharon hacia el Capitolio y varios cientos irrumpieron en el ala de la Cámara de Representantes. Hubo cinco muertos y cerca de 140 agentes de la policía del Congreso heridos.

Posteriormente, más de 1 230 fueron acusados de delitos federales por el motín, algunos de ellos por delitos graves como agresión a agentes de policía y asociación ilícita sediciosa. Hubo condenas de días en prisión a unos pocos cabecillas de organizaciones de extrema derecha, de 18 y hasta 22 años de encarcelamiento. Todos esperan la absolución.

Otros favorecidos…

Por supuesto, regresará con su visión a favor de los más ricos y en las propuestas están políticas fiscales que favorezcan a las corporaciones mediante la reducción de impuestos, pues prevalece el criterio de que los gastos del Estado deben obtenerse de los mayores aranceles a los países que exportan hacia Estados Unidos.

Esta promesa lleva de acompañante la reducción del aparato estatal federal y recortes en los presupuestos de servicios públicos, incluidos la seguridad social, los servicios de salud y la educación, entre otros. Durante su campaña, más de una vez pidió retirar la financiación federal «a cualquier escuela o programa que promueva la teoría crítica de la raza, la ideología de género u otro contenido racial, sexual o político inapropiado en nuestros niños».

Esas medidas implicarían el despido de miles de empleados para los que ya exige también lealtad. Dos multimillonarios están al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE): Elon Musk y Vivek Ramaswamy, con el objetivo de reformar el Gobierno federal, al parecer privatizando no pocas de sus funciones o simplemente cortándolas de tajo. Si la reducción de los gastos se centrara en el Pentágono, bien podría aplaudírseles; pero no será el caso, aunque también este se encuentra en la lista de la poda, que probablemente no toque los intereses de Musk como contratista y parte del complejo militar-industrial.

El mundo de quienes intentan salvar al planeta Tierra del cambio climático se estremece con las promesas de la agresiva segunda etapa, según los anuncios de Trump, quien dijo que a partir de ese primer día «aprobará nuevas perforaciones, nuevos oleoductos, nuevas refinerías, nuevas plantas de energía, nuevos reactores y reduciremos la burocracia». Lo que haría por hecho con sus nombramientos: el ejecutivo de petróleo y gas Chris Wright para dirigir el Departamento de Energía; para la Agencia de Protección Ambiental (EPA) al exrepresentante de Nueva York Lee Zeldin, quien votó protegiendo los intereses de los combustibles fósiles durante su tiempo en el Congreso; y a Doug Burgum, gobernador de Dakota del Norte, el estado que ocupa el tercer lugar en la nación en producción de petróleo y el séptimo en producción de carbón, al frente del Departamento del Interior y encabezará un recién creado Consejo Nacional de Energía, con el que procurará establecer el «dominio energético» en todo el mundo.

Mucho más podría decirse en este acápite de las promesas por parte de un presidente electo que una vez mostró su júbilo explicando así el poder de la Presidencia: «Lo puedes hacer todo. El presidente tiene tal poder».

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