Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuba y la segunda crisis de octubre

¿Sabe Ud. contar billones? Pues así son las cifras de un asfixiante bloqueo que será juzgado nuevamente por la Asamblea General de la ONU

Autor:

Juana Carrasco Martín

Tengo una vecina que me dice: «Me tienen hasta la coronilla con que la culpa es del bloqueo». Utiliza términos que significan lo mismo, pero no aptos para publicar.

En estos días, cuando podemos decir que como pueblo sobrevivimos a una segunda crisis de octubre, y si era de noche no nos veíamos las caras, ni siquiera nuestras propias manos, y en el barrio se podía oír el silencio, fue ella quien me explicaba: «Es que no dejan ni llegar los barcos con combustible, porque los multan… y mira que trabajan los eléctricos, ellos son héroes nacionales, sin piezas de repuesto, inventando, porque para inventar, para lo bueno y para lo malo, no hay quién nos gane —y podía adivinarle una sonrisa burlona—, no quieren vendérnoslas, le tienen miedo a los del Norte…  Viste, no podíamos perder la paciencia ni la esperanza, si nosotros siempre salimos adelante» —y me repetía aquello de que «somos una Isla de corcho, no hay quien nos hunda, ni nosotros mismos»… Me dijo un amigo que sabe que hasta han llegado barcos cargados, a veces hasta de pollo de no sé dónde, y no descargan a pesar de que Cuba tiene el dinero para pagar, pero los bancos no aceptan nuestros pagos por culpa de la lista esa, la de países terroristas… ¡¿Nosotros terroristas?! Caballero, hay que ser descarado. Ellos, que nos deben justicia por el crimen de Barbados y muchos más…».

Esta entrada anecdótica viene al caso, porque en estos días cuando dos eventos se unieron para empujarnos como nunca contra la pared, paradójicamente nos dieron luz para comprender o reconocer mucho más las causas externas de lo que padecemos, aunque sigamos reclamando contra lo mal hecho y todas nuestras deficiencias, que no son pocas.

De manera que al mismo tiempo que dábamos otra muestra de resistencia y hacíamos bueno el dicho que siempre sacaba mi abuela «quién es tu mejor hermano, el vecino más cercano» —una vecindad que en Cuba abarca desde San Antonio a Maisí y cruza hasta la isla joven—, con prontitud se extendieron también las manos y mensajes de hermanos y amigos, que dejaron explícito su rechazo al papel de la asfixiante política estadounidense.

(El Presidente Miguel Díaz Canel, en uno de sus mensajes en la red social X informaba que 41 países y varios organismos internacionales se habían solidarizado con Cuba ante los impactos simultáneos de la emergencia energética y el huracán).

Coincidentemente, ya se venía incrementando la solidaridad en este aspecto, porque la Asamblea General de la ONU está casi a punto de debatir la Resolución que condena desde 1992, cuando se presentó por primera vez, la guerra económica de Estados Unidos contra Cuba. Será la ocasión número 32, aunque Washington haga caso omiso del rechazo mundial que lo aísla de la verdadera comunidad internacional, pues así también actúa en otros crímenes en los cuales es ejecutor directo o cómplice, digamos, en Palestina.

No es casual que, invariablemente, en todos esos años los votos negativos hayan sido el de Estados Unidos y su socio Israel.

Los días 29 y 30 de este octubre será el debate del Informe de Cuba que, de acuerdo con la Resolución 78/7 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se presenta anualmente bajo el titulo de «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba». Este se actualiza con el impacto de las afectaciones y daños que en el lapso del último año han sufrido diversos sectores de nuestra nación. Del 1ro. de marzo de 2023 hasta el 29 de febrero de 2024 esta política unilateral de Washington causó daños y perjuicios materiales estimados en 5 056.8 millones de dólares, y dice el informe presentado por Cuba que en las más de seis décadas de su implementación «tomando en cuenta el comportamiento del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, el bloqueo ha provocado perjuicios cuantificables por más de 1 499 710 000 000 de dólares».

Demasiado graves son las consecuencias para el pueblo cubano, que se resiente y sufre, fundamentalmente con la escasez de alimentos, la falta de medicinas que afectan los cuidados de salud, perjuicios en la educación y disminución ostensible del transporte, por hablar de los más visibles, y que a nivel macro golpea con sanciones, acentuadas desde la administración Trump, en el comercio exterior y las relaciones financieras internacionales de Cuba.

Sin embargo, la política agresiva iniciada por Dwight Eisenhower cuando el 19 de octubre de 1960 impuso un embargo parcial y rompió las relaciones diplomáticas el 3 de enero de 1961, dejando una herencia nefasta a John F. Kennedy, quien la legalizó en 1962, y fue incrementada por un entramado de leyes a lo largo de las administraciones de otros 11 presidentes, no ha logrado lo que constituyó y sigue siendo su motivación primaria y esencial: provocar privaciones, hambre, desesperación en el pueblo, a tal punto que lleve al derrocamiento de la Revolución, como lo definió el Memorando iniciador de un complot cruel e inhumano contra el bienestar de nuestra población.

La connotación económica y social de las leyes del bloqueo se intensificó cuando a unos días de terminar Donald Trump su paso por la Casa Blanca, el Departamento de Estado nos listó como país patrocinador del terrorismo, un registro unilateral, burdo, falaz e ilegal.

Entre sus consecuencias, impide el uso del dólar en las transacciones internacionales, y sanciona a bancos y otros entes financieros y comerciales (entre enero de 2021 y febrero de 2024 hubo 1064 negativas de bancos extranjeros a prestar servicio a entidades cubanas), por lo cual Cuba perdió proveedores habituales en Europa y América Latina, por el sambenito de «Riesgo País», que al igual que el neurálgico Título III de la Ley Helms-Burton, aplicado desde el 3 de mayo de 2019, intimida la inversión extranjera.

Ese fortísimo apretón adicional fue mantenido por la administración Biden, junto a las medidas contra la importación de combustibles, cuya ausencia resultó desencadenante de la caída del Sistema Electroenergético Nacional.

El costo anual para el mantenimiento del SEN, sin incluir el combustible, es de aproximadamente 250 millones de dólares y equivale a 18 días de bloqueo.

Nada de pura coincidencia, la persecución extremada a partir de 2019 alcanzó honduras insospechadas, cuando en sus constantes campañas para intentar desacreditar a Cuba apuntaron contra el programa de cooperación médica internacional y a una de las bases de nuestra economía, el turismo, con las denegaciones del sistema de visas online ESTA a ciudadanos de terceros países, represalia que afecta a viajeros de decenas de países, incluso a cubanos residentes en el extranjero, impidiéndoles que visiten libremente nuestro archipiélago.

A todo ese redoble de las agresiones, habría que sumarle otro componente de la hostilidad, del cerco asfixiante que desde Washington se nos hace, el cual utiliza como armas o herramientas a los medios influyentes, cómplices en los flujos de desinformación, y a las plataformas digitales, las conocidas como redes sociales, donde las noticias falsas pululan para describirnos  como un Estado fallido, punto central en agresivas campañas de comunicación, financiadas con el aval del Congreso estadounidense. La intención es perversa, fabricar un contexto desestabilizador para derrocar a la Revolución, y ahí van las etiquetas llamando a la insubordinación.

Sin embargo, el gran apagón fue también lumbrera de resistencia, dignidad y solidaridad del pueblo y, al mismo tiempo demostró, una vez más, que Cuba no está sola, pues de inmediato llegaron los mensajes de naciones amigas tendiendo las manos dispuestas al apoyo y de no pocas organizaciones en defensa de nuestro pueblo, incluidas las de cubanos residentes en el exterior.

Ese apoyo, que reconoce al Gobierno de Cuba como representante y defensor de los intereses y los derechos de la población cubana donde quiera que ella se encuentre, lo veremos expresarse, en la semana que ya comienza, en la Asamblea General de la ONU, cuando den su voto afirmativo, de manera casi unánime, a la resolución que rechaza una política que perjudica a nuestra gran familia.

Lo aseguro, alto y claro será el SÍ por Cuba, y aquí seguiremos diciendo a Biden y al que venga: #TumbaElBloqueo.

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