Desplazamientos forzosos de palestinos en Gaza esperan rendirlos por hambre y sed. Autor: Gisha Publicado: 19/10/2024 | 10:25 pm
En uno de sus más recientes alardes de impunidad, Benjamin Netanyahu le restregó en su cara al presidente francés, Emmanuel Macron, su absoluto desprecio a las Naciones Unidas y los principios del Derecho Internacional.
Más aún, exaltó orgulloso la semilla terrorista del Estado sionista en Palestina, al ignorar la Resolución 181 de la ONU que aprobó la creación de Israel, y calificar de «Guerra de Independencia de 1948» las masacres y la expulsión violenta de sus tierras y hogares de más de un millón de palestinos, el primer episodio de limpieza étnica conocido como Nakba o la Catástrofe.
Cuando parecía que Israel había traspasado ya los límites de su guerra de tierra arrasada en Gaza, los brutales bombardeos de barrios superpoblados de Beirut y otras ciudades del Líbano, desde principios de octubre, revelaron que la barbarie racista y colonizadora puede llegar más lejos.
Macron se mostró harto con la desenfrenada actuación de las tropas de ocupación israelíes, que en sus incursiones en el sur libanés abrieron fuego más de una vez contra las tropas de la Fuerza de Paz de la ONU (FPNUL) e hirió a más de una decena de sus miembros. Cuatro mil soldados franceses integran el contingente internacional que vigila y preserva la seguridad en la línea de separación.
Sin embargo, la ONU decidió que la Misión de Paz permanecerá en todas sus posiciones en Líbano a pesar de los llamamientos israelíes para que abandonen el sur de ese país.
Los demoledores bombardeos aéreos de Israel sobre indefensos campamentos de refugiados palestinos de Gaza, erigidos sobre ruinas y escombros, sumados a los ataques con bombas de penetración y demolición que pulverizan barrios completos de Beirut y otras ciudades libanesas rebasan todo lo imaginable, y solo resulta creíble al ver las imágenes.
Eso no termina ahí. La ONU acaba de denunciar las «peores restricciones jamás vistas» a la ayuda en Gaza desde el comienzo de la guerra de venganza desatada contra todos los habitantes del minúsculo territorio, donde más de dos millones de civiles son obligados a continuas evacuaciones, de un lado a otro, en largas caminatas, sin agua, alimentos, medicinas, obligados a acampar sobre los escombros, a la intemperie.
En la Franja de Gaza, según informó el Ministerio de Sanidad de ese enclave palestino, 42 438 personas han muerto, como resultado de la ofensiva israelí, los siniestros bombardeos nocturnos, la cacería de presuntos combatientes.
Pero poco o nada se dice de los niños, mujeres y ancianos que mueren a diario de enfermedades contraídas por la falta de alimentos, la desnutrición, escasa higiene, carencia de atención médica oportuna y remedios.
James Elder, portavoz de la agencia de la ONU para la infancia Unicef, denunció las «peores restricciones jamás vistas» a la ayuda en Gaza desde el inicio de la guerra.
Netanyahu contra la ONU
El Primer Ministro israelí, pronunció un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas a finales de septiembre, en el que calificó a la organización mundial como «casa de oscuridad» y «pantano de bilis antisemita» y tras esa arremetida, a principios de octubre declaró al secretario general de la ONU, António Guterres, persona no grata y le prohibió la entrada a Israel.
Las fuerzas israelíes han abierto fuego contra las fuerzas de la FPNUL que operan en el sur del Líbano, incluso contra su cuartel general, y varios miembros del personal han resultado heridos.
Israel ha matado a unos 230 empleados de la ONU en la Franja de Gaza desde octubre de 2023.
Netanyahu, le respondió al presidente francés, Emmanuel Macron —quien se pronunció a favor de cesar el suministro de armas a Israel—, que no aceptará un alto el fuego «unilateral» de Israel en Líbano, y que cualquier solución al conflicto pasa por eliminar la presencia de Hezbolá junto a la frontera; además, criticó la conferencia anunciada por París para el próximo 24 de octubre sobre Líbano.
El Presidente francés le dijo a Netanyahu que «no debe olvidar que su país se creó por una decisión de la ONU», en una referencia al voto de la Asamblea General que en 1947 aprobó el plan para la división de Palestina entre un Estado judío (Israel) y otro árabe.
La postura de Francia, un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, muestra el creciente aislamiento del idealizado Estado hebreo, convertido en un violador sistemático del Derecho Internacional.
El hambre dispara alarmas
Esta semana la ONU denunció las «peores restricciones jamás vistas» a la ayuda en Gaza desde el inicio de la devastadora guerra israelí con el presunto objetivo de liquidar al Movimiento de Resistencia Hamás. Hoy resulta claro que Netanyahu persigue el mayor exterminio posible, el vaciamiento de la zona norte, para empezar un proceso de anexión y colonización, como reclaman sus aliados de extrema derecha ultraortodoxos.
James Elder, portavoz de la Unicef, afirma: «Día tras día, la situación de los niños es peor que la del día anterior». El norte del enclave «no ha recibido ningún tipo de ayuda alimenticia en todo el mes de octubre», añadió.
Entretanto prosigue el vandalismo en Gaza, como el ataque con bombas incendiarias al Hospital de los Mártires de Al-Aqsa, que provocó un terrible incendio y asesinó e hirió a un gran número de personas inocentes. Un completo ejemplo de crimen de guerra, que ilustra el genocidio de los palestinos, denunció el portavoz del Ministerio iraní de Exteriores, Ismail Baghaei.
El dilema electoral demócrata
Urgido por el impacto electoral que tiene la complicidad con semejante situación, a solo tres semanas de la votación, Washington dejó filtrar una carta en la que daba a Israel 30 días para mejorar la situación humanitaria de Gaza, o pudiera arriesgar la ayuda militar ilimitada que ofrece a Israel. Sin embargo, apenas se divulgó en Israel, la reacción chantajista del efecto en el electorado judío sionista estadounidense determinó una aclaración de la Casa Blanca, al precisar que el flujo de armas y pertrechos seguirá inalterable.
Tanto es así que en la propia semana el Pentágono anunció el emplazamiento en Israel del sistema de cohetes antiaéreos más avanzado de su arsenal y el despliegue de soldados para su manejo, a fin de enfrentar cualquier respuesta militar de Irán a un anunciado inminente ataque israelí de gran envergadura al territorio persa, que Tel Aviv y Washington coordinan desde hace dos semanas. Todos esos son preparativos para un nuevo choque militar que puede poner al mundo ante un cataclismo en un pestañazo.
Pero cuando apenas restan dos semanas para el 5 de noviembre, el día electoral en Estados Unidos, en las que la vicepresidenta Kamala Harris intenta mantener a la administración demócrata, en su propio entorno sopesan cada paso frente a la crisis de Oriente Medio, ante la imperiosa necesidad de captar el voto de árabes-estadounidenses, que puede ser decisivo en algunos estados de la Unión, sin romper la alianza con el rico lobby judío sionista.
Según un extenso informe de The Washington Post este fin de semana, «los crecientes ataques de Benjamin Netanyahu en Gaza y Líbano se han convertido en una vulnerabilidad creciente para Kamala Harris».
Según el estudio, basado en diversas fuentes próximas a Biden y Harris, la rápida escalada desatada por Netanyahu, que involucra a Líbano, Siria, Yemen e Irán, «ha puesto en aprietos a la administración Biden, y llevó a Estados Unidos a pedir primero un alto el fuego inmediato en el Líbano para luego revertir esa política nueve días después y respaldar abiertamente la ofensiva terrestre de Israel».
El latigazo —añade The Washington Post— ha causado confusión y consternación entre los aliados europeos y árabes de Washington, que presionan para que controle a su aliado más cercano en Oriente Medio. Pero los funcionarios de la administración siguen reacios a iniciar una pelea pública en un momento tan delicado políticamente.
Por primera vez, un asunto de política exterior, en este caso el conflicto israelo-palestino, puede jugar un papel decisivo en una elección presidencial, pero sobre todo definir el crucial dilema de la guerra o la paz para toda la humanidad.