Las lecciones de intervenciones nos dejan sabores amargos cuando se revisa la historia. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 19/07/2021 | 05:57 pm
Desde que, a finales del año 2019, comenzáramos a recibir las primeras noticias del virus SARS-COV-2, y el colapso que ocasionaba en los sistemas de salud sin importar que se tratara de un país desarrollado o en vías de desarrollo, muchas han sido las matrices de opinión foráneas sobre cómo Cuba debía enfrentar la pandemia.
Un año y cuatro meses después, estamos transitando por el momento más crítico, y experimentando la saturación de los servicios médicos que la inmensa mayoría de los países del mundo ha sufrido, algunos en varias ocasiones lamentablemente. En ningún caso Cuba ha generado críticas a los manejos locales, por el contrario, ha ofrecido y brindado su ayuda solidaria. Ha sido precisamente la conducción gubernamental de la situación sanitaria, unido al cumplimiento de las medidas higiénicas y de distanciamiento, lo que demoró el tan temido y advertido momento del colapso.
El escenario de hoy es complejo, como han reiterado las autoridades sanitarias, pues al alto número de contagios se suma la reducida disponibilidad de insumos médicos ante las restricciones impuestas por las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos que se han incrementado durante la pandemia, y que además inciden en la disponibilidad de combustibles, en el acceso a financiamientos, en el desarrollo normal del comercio exterior, y en tantas esferas de la vida cotidiana.
Nuestras principales fuentes de captación de divisas están deprimidas en la misma medida que está afectada la economía internacional. Nuestro personal de salud y las posibilidades de mantener los centros de aislamiento como medida esencial de contención del contagio, ya sienten los efectos de la permanencia prolongada del COVID-19 en nuestras vidas. Bajo este escenario el Estado cubano garantiza el cumplimiento de sus funciones y mandatos constitucionales, y la institucionalidad y tranquilidad ciudadana se preservan.
El preámbulo anterior ha resultado necesario para poner en contexto el análisis de una institución que se intenta vincular con Cuba en la actual complejidad sanitaria, y es la «intervención humanitaria». Al encontrarse esta institución en la esfera de la actuación de un Estado respecto a otro en el ámbito de la sociedad internacional, resulta objeto de estudio del Derecho Internacional Público. Sin embargo, no tiene actualmente respaldo en el ordenamiento jurídico internacional por su irreconciliable oposición con el principio de prohibición del uso de la fuerza, recogido en la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La intervención humanitaria tiene como características fundamentales, en primer lugar, la intromisión forzosa de un Estado en el territorio de otro usando los medios militares con que cuenta para ello sin autorización del Estado invadido; y en segundo lugar, detener acciones de sufrimiento humanitario extremo emprendidas por el Gobierno en cuyo territorio se introdujeron, o por un grupo u organización armada local, que estuvieran provocando matanzas de población civil, hostigamiento, limpiezas étnicas, muertes masivas por inanición y/o desatención.
En ninguna de estas situaciones se encuentra ni un metro cuadrado de territorio cubano, que aún hoy en el momento más crítico, mantiene su accionar para generar el ya conocido aplanamiento de la curva de contagios por COVID-19. Aún con recursos limitados se habilitan más capacidades hospitalarias y de aislamiento.
El hecho de la intromisión forzosa que conlleva la «intervención humanitaria», donde no media consentimiento del Estado cuya soberanía territorial se viola, supone para lograrse un evidente enfrentamiento entre el Gobierno intervenido y las fuerzas militares del Estado o los Estados que pretenden sustituir la institucionalidad vigente, por su idea de cómo salvaguardar los Derechos Humanos de otras poblaciones.
Este uso de la fuerza no está autorizado por el Derecho Internacional y está prohibido taxativamente para todos los miembros de las Naciones Unidas, como recoge el artículo 2 apartado 4 de la carta «los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas». En consecuencia, no hay una regla internacional convencional que haya creado la figura de la intervención humanitaria.
Sin embargo, esta institución y su oportunista alusión y defensa, debe llevarnos a la reflexión inmediata. Su último uso fue como justificación de la OTAN para bombardear Kosovo, el 24 de marzo de 1999. Dicho bombardeo se realizó en violación al Derecho Internacional y sin autorización del Consejo de Seguridad, sin embargo, no se activó el propio Consejo de Seguridad para revertir el incorrecto uso de la fuerza. La intervención en Kosovo continuó junto a los bombardeos y las víctimas. Como sintetizó Ruiz-Giménez Arrieta: «la protección armada de los derechos humanos, más conocida como intervención humanitaria, se ha convertido en una de las prácticas intervencionistas de los Estados. Su evolución histórica se manifiesta en dos escenarios radicalmente diferentes: uno, como instrumento de justicia y defensa de los derechos humanos y, otro, como elementocivilizador, de imposición de una determinada visión de la vida o de la justicia, concretamente la occidental».
No resulta ingenuo el pedido precisamente de «intervención humanitaria» que se pretende posicionar como matriz de opinión. Es la vía para preparar a corto o largo plazo una acción de fuerza que tiene como objetivo el cambio del sistema político socialista cubano consagrado en la Constitución modificada en 2019.
Y no es paranoia, lo mismo ocurrió la víspera de los bombardeos de Kosovo según carta a Ángela Merkel de Dietmar Hartwig, ex jefe de la misión europea en Kosovo antes de que fuera retirado el 20 de marzo con el anuncio del bombardeo, incluida en el libro de Noam Chomsky A New Generation Draws the Line (Una nueva generación dicta las reglas), una parte de la cual reproducimos «(…)El objetivo claro y citado a menudo por el Gobierno serbio ha consistido en observar rigurosamente el acuerdo Milosevic-Holbrooke [de octubre de 1998] para no dar ninguna excusa a la comunidad internacional para intervenir. (…) Hubo enormes “diferencias de percepción” entre lo que las misiones en Kosovo han estado informando a sus respectivos gobiernos y capitales, y lo que éstos han filtrado posteriormente a los medios de comunicación y al público.
Esta discrepancia sólo puede ser vista como un elemento de preparación a largo plazo para la guerra contra Yugoslavia. Hasta el momento en que abandoné Kosovo, nunca había ocurrido lo que los medios de comunicación y, todavía más, los políticos afirmaban sin cesar. En consecuencia, hasta el 20 de marzo 1999 no había ninguna razón para la intervención militar, lo que hace ilegítimas las medidas adoptadas posteriormente por la comunidad internacional. (…)».
A pesar de la situación compleja, el Gobierno cubano no ha perdido su capacidad de manejar el rebrote, y moviliza recursos humanos y materiales para los territorios en función de las necesidades. ¿Realmente queremos una ayuda en forma de bombas y balas? No estamos viviendo una situación de conflicto armado ni de ingobernabilidad para que sean aplicables las normas del Derecho Internacional Humanitario, y se habilite un corredor humanitario, que tiene como objetivo garantizar que la ayuda llegue a su destino final y no sea incautada o atacada por las partes insurgentes en una guerra, como se recoge en los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos.
Las vías para ayudar a nuestra Nación en estos momentos difíciles están habilitadas. Entre gobiernos hay canales de comunicación permanentes a través de sus representantes diplomáticos. Las personas naturales y jurídicas cubanas y/o extranjeras pueden canalizar acciones solidarias desde cualquier rincón utilizando las embajadas y consulados cubanos, qué están recibiendo las donaciones y ayudas.
El capítulo 3 de la Resolución 366 del 2020 del Ministro del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, que desarrolla el Decreto-Ley 16 de 2020 de la Cooperación Internacional, regula el procedimiento expedito para la tramitación de donaciones puntuales. Estas incluyen casos de desastre o emergencia, dando un marco jurídico a cualquier recepción de ayuda. La soberanía estatal no se erosiona con la asistencia o ayuda que le pueda brindar la comunidad internacional al Estado nacional. Cuba ha declarado oficialmente su disposición a aceptar las ayudas sin condicionamientos políticos y respetando los procedimientos establecidos. Una muestra de ello es precisamente la ejecución de las intervenciones sanitarias con las vacunas Soberana 02 y Abdala con las jeringuillas donadas por cubanos residentes en el extranjero.
En conclusión, cualquier acción solidaria será bien recibida por nuestro pueblo y gobierno. Lo que no estaríamos dispuestos a aceptar, y sería enfrentado por todos los medios a nuestro alcance, es una «intervención humanitaria desplazada de los debates de la comunidad internacional precisamente por ser una oportunidad de transgredir los principios obligatorios de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, de igualdad soberana y de prohibición del uso de la fuerza. Principios todos plasmados en la Carta de la ONU, que sí es Derecho Internacional vinculante. Por demás, en una situación de crisis sanitaria, es completamente inverosímil que un conflicto armado o una ocupación militar, mejoren las condiciones de acceso a la ayuda o las capacidades del sistema sanitario.
Nuestro país necesita acceso a mercados de medicamentos e insumos médicos sin restricciones para garantizar cobertura universal a nuestra población, no corredores humanitarios. Necesitamos acceso a ventiladores pulmonares sin trabas ni mínimo de 10% de contenido norteamericano de por medio y no asistencia.
Necesitamos disciplina y respeto, no intervenciones. Más qué una publicación en una red social qué se convierte en ceros y unos, Cuba necesita acciones qué pongan en manos de nuestros médicos y personal de salud las materias primas y los antibióticos para garantizar el tratamiento a todos los enfermos. El mundo está en continúa crisis sanitaria, no solo nuestro país, animemos las redes con el hacer y no con el decir vacío; practiquemos la información responsable y sobre todo, no pidamos para otros lo que no queremos para nosotros mismos. En Cuba no existe el escenario de la imposición. La defensa de la soberanía es un derecho de los pueblos, y el pueblo cubano de conjunto con sus instituciones está preparado, aún bajo esta situación crítica de salud que azota al mundo, de defender nuestra independencia al costo de cualquier sacrificio.
*Profesora Auxilia de Derecho Internacional Público Facultad de Derecho. Universidad de la Habana