Trump small running Autor: Falco Publicado: 07/11/2020 | 09:35 pm
La paciencia se acababa para algunos y las tensiones subían; todavía lo hacen. No valieron declaraciones de triunfo que faltaban a la verdad y estimulaban a fanáticos; ni las amenazas de acciones legales para involucrar a una Corte Suprema que le es afín, un limbo en el cual quiere —infructuosamente— sumergir a la nación. Donald Trump perdió y el demócrata Joe Biden jurará el 20 de enero como el 46to. Presidente de Estados Unidos.
Fueron cuatro días de conteos y más conteos que iban dando ventaja al demócrata tanto en voto popular como en el del Colegio Electoral, pero no acababan de dar el nombre ganador en una contienda verdaderamente reñida que estremeció a la democracia estadounidense y, con ello, a la sociedad misma, porque se quiso romper las reglas de ese juego.
El mundo perplejo y la ciudadanía de Estados Unidos confundida, así pasó la semana hasta este sábado en que Pensilvania, estado natal de Biden, inclinó con el peso de 20 votos electorales la balanza a su favor, en un proceso que es en sí mismo una intrincada telaraña donde el dinero se despilfarra en una prolongada etapa del show mediático al que este 2020 y la pandemia de COVID-19 le dieron un proscenio particular.
Se dice que entre los asesores de la campaña de Donald Trump, solo un pequeño número de los que están en el círculo íntimo le alientan firmemente a no aceptar derrota. Ya se alistan los abogados para discutir opciones legales y se desata la ofensiva judicial para que sea la Corte Suprema quien decida en los resultados, un objetivo anunciado desde hace meses, cuando el magnate-presidente menciónó la palabra fraude por vez primera y solidificó a su favor al máximo órgano de justicia, donde ha nombrado tres de los nueve jueces de por vida, aumentando por mucho la ventaja republicana conservadora a seis.
Sin embargo, difícilmente esa maniobra de anulación de votos tenga efecto, porque no hay evidencia alguna del supuesto fraude. Incluso, políticos republicanos intentaron hacerle entrar en razón cuando era evidente la derrota, antes de este veredicto celebrado en las calles de Estados Unidos, en algunos casos llevando escobas y plumeros para limpiar la Casa Blanca.
Ahora, junto a Biden y sus cuatro millones de votos más que Trump, llegará a la Casa Blanca la primera mujer vicepresidenta, quien, además, es negra y sudasiática, la senadora californiana Kamala Harris, para cumplir ambos la promesa de una calmada campaña electoral que repetían también hoy: «luchar por el alma de la nación», la arrebatada por un Presidente que consideraron advenedizo en la clase política, que amenazó a los mismísimos pilares de su especial democracia, y que obstinadamente y pensando solo en retener su autoridad, llevó a cabo una política fallida frente a la pandemia de la COVID-19.
Trump despreció el saber de los científicos y propició que casi diez millones de estadounidenses hayan contraído el coronavirus y unos 240 000 fallecieran hasta el momento, y fue precisamente un enfrentamiento razonable a esa letal pandemia el que llevó a que más de cien millones votaran anticipadamente o por correo —esas son las boletas que en sus teorías conspirativas Trump acuña de «ilegales».
Pero el relevo no se produce hasta enero, y el impredecible mandatario saliente tiene dos meses y medio para hacer quién sabe qué, aunque su único deber sería preparar, propiciar y llamar a una transición pacífica a una nación polarizada en extremo, que vio arder sus calles en un clamor de justicia para la población negra y de rechazo a la brutalidad policial, en el cual se unieron todos los colores que pueblan ese país.
Tan pronto los medios daban a conocer el triunfo demócrata, las redes sociales de todo el mundo estallaban, la inmensa mayoría celebrando el resultado, y también llegaban mensajes de Jefes de Estado y líderes de otras naciones saludando al nuevo presidente electo.
No es para menos, cuando Trump caracterizó cuatro años de Gobierno por una arrogancia que dio envoltura a un aislamiento extremo, un ataque a socios, amigos y adversarios, un desprecio a los acuerdos internacionales de cualquier tipo intentando enterrar el multilateralismo, las relaciones comerciales fiables, y mucho más.
En su mensaje inmediato, Angela Merkel, la canciller alemana, le deseó de Biden «fortuna» y «éxito» y recalcó la importancia de la «amistad transatlántica» para superar los actuales retos globales. Otro tanto hizo el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, quien dijo que trabajarían estrechamente en las prioridades compartidas «desde el cambio climático, hasta el comercio y la seguridad».
El francés Emmanuel Macron escribió: «Los estadounidenses han designado a su presidente. ¡Felicidades a Joe Biden y Kamala Harris! ¡Tenemos mucho que hacer para superar los desafíos de hoy! ¡Actuemos juntos!».
Algunos fueron bien abiertos en mostrar alegría en su saludo al ganador proclamado, como el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, quien calificó este sábado de «día inolvidable para Europa y la democracia». Otro tanto hizo el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel: «La UE está lista para comprometerse en una fuerte asociación transatlántica. La COVID-19, el multilateralismo, el cambio climático y el comercio internacional son algunos de los desafíos que Europa quiere abordar juntos».
«Felicito al pueblo estadounidense por el récord de participación en las elecciones, una clara expresión de la voluntad popular. Saludo a @JoeBiden, próximo presidente de los Estados Unidos, y a @KamalaHarris, que será la primera vicepresidenta mujer de ese país», dijo en Twitter el presidente argentino Alberto Fernández. También lo hizo en la tarde el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Interminable la lista. Es evidente que de haber votado el mundo, el actual administrador de Estados Unidos también hubiera sido el perdedor.
Trump agoniza, y aunque sigue mascullando que ha ganado «por mucho», tenía que golpear a alguien y el sábado en la mañana, cuando la ciudadanía le extendía su boleta de cesantía, llegaba a su campo de golf en Virginia. Las peloticas pagan la «culpa».