La Casa Blanca se quedó muda esta semana después que las autoridades británicas de Gibraltar rechazaron un pedido de Estados Unidos y permitieron zarpar al buque iraní Grace 1, retenido en ese territorio del sur de España.
Washington pretendía la confiscación del superpetrolero, con más de dos millones de barriles de crudo, basándose en el régimen de sanciones impuesto contra la República Islámica, que le impide exportar petróleo a cualquier país.
La decisión de Londres mostró que puso por delante sus propios intereses como firmante del Acuerdo Nuclear con Irán, negociado por el Grupo 5+1, integrado por Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Rusia y China, que la Unión Europea trata de preservar a toda costa.
El Gobierno británico ni siquiera lo pensó dos veces a pesar de las presiones del presidente Donald Trump, quien abandonó en mayo de 2018 el tratado firmado en 2015 por su predecesor, Barack Obama, y reimpuso severas sanciones a Teherán.
La retención del petrolero por parte de la marina británica, el pasado 4 de julio, provocó una importante crisis diplomática entre Teherán y Londres, agravada por la injerencia de Washington, que trató de sacar provecho del conflicto.
La Casa Blanca intentó arrastrar a Londres al clima de «peligro bélico inminente» generado como parte de su política de «máxima presión» para tratar de doblegar al Gobierno iraní e imponerle un nuevo acuerdo, que de hecho impida el uso de la energía nuclear con fines pacíficos y cambie su política exterior hacia la región.
En la práctica, según el criterio de los líderes iraníes, Trump pretende lograr la sumisión de la República Islámica.
El hecho ocurrió mientras en el Golfo Pérsico se acumulan factores de riesgo para una guerra, que de estallar traerá consecuencias fatales para el resto del mundo.
Las autoridades capturaron al petrolero iraní al sospechar que transportaba crudo hacia Siria, país actualmente bajo embargo por parte de la Unión Europea (UE). Tras arduas negociaciones, el equívoco fue resuelto a favor de Irán.
Por segunda vez en los últimos 45 días, las autoridades del territorio situado en el sur de la península Ibérica, rechazaron la solicitud de colaboración del Gobierno estadounidense, que el lunes último debió conformarse con ver zarpar al buque iraní con destino desconocido.
El barco, antes denominado Grace 1 y que contaba con bandera panameña, fue rebautizado para continuar su viaje como Adrian Darya, esta vez con pabellón iraní.
El silencio de la Casa Blanca fue el mejor testimonio de la importante victoria diplomática iraní, conducida por el canciller Mohammad Javad Zarif, a quien Washington descalificó recientemente como interlocutor.
El propio lunes, después que el petrolero abandonó Gibraltar, Irán anunció que había lanzado una advertencia a Estados Unidos a través de la Embajada suiza en Teherán (que representa los intereses estadounidenses) contra nuevos intentos de bloqueo.
Zarif denunció a Washington por llevar a cabo «una guerra económica» contra su país.
El nuevo round perdido por Trump en su enfrentamiento con Irán ganó mayor repercusión al conocerse el comunicado oficial de Gibraltar en el que explicó su negativa a la petición del mandatario estadounidense.
Es «imposible acceder a esta demanda» sobre la base de informaciones suministradas por Washington, toda vez que los delitos invocados por Estados Unidos no lo son en la Unión Europea, reza la nota.
Estados Unidos envió informaciones que pretendían probar que los Guardianes de la Revolución iraníes, a los que Washington califica de «terroristas», controlaban el petrolero y su carga.
En términos más claros que las aguas que Trump quiso enturbiar, el comunicado puntualizó que la Unión Europea no considera a los Guardianes de la Revolución como una organización terrorista y no aplica las mismas sanciones que el Gobierno de Washington.
La respuesta de la autoridad británica de Gibraltar tuvo que hacerle perder el habla al inquilino de la Casa Blanca.
Peor aún, Trump acaba de perder un nuevo round en su pelea con un contrincante que ya dejó fuera de combate a todos los presidentes estadounidenses que lo desafiaron en los últimos 40 años.