LOS sucios manejos que dictan las guerras de cuarta generación no han tenido resultados hasta ahora, como no sea endurecer la vida del pueblo venezolano.
Por ello no debe dudarse de que el títere Juan Guaidó quisiera solventar su fracaso con la fuerza de Estados Unidos, según se desprende de su confeso deseo de discutir la coordinación de una eventual invasión estadounidense a su país, de modo directo…
Pero sabemos que Guaidó solo no puede nada y que tampoco se manda. Por tanto, la «petición» también podría ser la mísera hoja de parra que necesite el Pentágono para enviar sus tropas.
Es visible una paradoja: mientras más eficaz resulta la resistencia del chavismo al encarnizado asedio, más peligrosa se puede tornar la situación; aunque ello parezca controvertido.
No debe extrañar entonces que Washington use, finalmente, esas cartas que no ha tocado y que «permanecen sobre la mesa» —como reiteran sus halcones— ante la pérdida de credibilidad y de prestigio de su «hombre»; sobre todo, después del fracaso del llamado a una sublevación militar y popular contra Nicolás Maduro que dejó solos a Guaidó, al prófugo Leopoldo López, y a unos cuantos militares.
De un lado y otro podrían estar ya muy impacientes: Guaidó, quien dijo el fin de semana que sus «enviados» ante la Casa Blanca estaban tratando de abrir una línea de comunicación directa con el ejército estadounidense; y la propia administración Trump, por más que haya trascendido que allí existen divergencias sobre la alternativa militar.
La versión de Guaidó fue corroborada por uno de sus fantoches en Washington, Carlos Vecchio, a lo que anteceden las declaraciones del jefe del Comando Sur, almirante Craif Faller, quien dio cuenta de la disposición a «apoyar a los miembros de las Fuerzas Armadas de Venezuela» para que tomen «la decisión correcta», en otra alusión a los vanos esfuerzos para crear fisuras profundas dentro de la FANB.
La postura vendepatria y traidora de Guaidó halló, desde luego, oídos receptivos. Un comunicado de Vecchio hecho público desde el lunes, dio a conocer la expectativa de «que la reunión tenga lugar dentro de los próximos días».
¿O tal vez todo sea una jugada para levantar la imagen del «presidente interino», haciendo ver que es un hombre con poder y ascendencia en EE. UU.?
«Con Guaidó aparentemente perdiendo impulso, puede que, en última instancia, la administración Trump sienta la necesidad de involucrarse más directamente en una invasión; a pesar de su esperanza de que el autonombrado presidente interino consiguiera una sublevación tras él, algo que no ha logrado», comentó poco más o menos el sitio web alternativo Antiwar.
De cualquier modo, las presiones desde otros ángulos han seguido esta semana, lo que puede ser una muestra de que nada está decidido.
El títere de Estados Unidos está clamando a voces el respaldo de la Unión Europea, que se ha negado al uso de la fuerza militar; hubo otra resolución de la OEA contra Caracas por el arresto de diputados de la Asamblea Nacional en desacato que apoyaron el fallido golpe, en tanto se recrudece el asedio a la legación de Venezuela en Washington, defendida por los activistas estadounidenses que se niegan a que el inmueble sea hollado por los ilegales «representantes» de Guaidó: pretendidos embajadores de un ejecutivo que no existe.
El asunto venezolano fue tema del diálogo telefónico sostenido hace algunos días entre Donald Trump y su colega de Rusia, Vladimir Putin, y centró otra vez las conversaciones sostenidas este martes en Moscú por el secretario de Estado Mike Pompeo, y el canciller Serguei Lavrov, quien defendió nuevamente la posibilidad del diálogo.
No solo Rusia se opone a una intervención directa y denuncia la escalada hostil que protagoniza una guerra no declarada de Washington contra Caracas. Tampoco avala la vía militar el Viejo Continente, ni el llamado Grupo de Lima —creado por EE. UU. y la OEA, precisamente, para presionar al Gobierno venezolano—. No respaldan esa opción (ni siquiera reconocen a Guaidó) China, África, el Medio Oriente ni el Caribe, incluyendo a Cuba.
Pero, cuidado: la historia nos enseña que a Estados Unidos poco le importa estar a tono con lo que piense el mundo ni respetar el Derecho Internacional.
También pueden dejar a Guaidó sin respuesta, y acabarlo de sepultar.