Bolsonaro y Haddad Autor: Tomado de Internet Publicado: 23/10/2018 | 10:33 am
Denuncias de una engañifa brutal, sostenida sobre 12 millones de dólares del empresariado, planean sobre Brasil cuando faltan solo seis días para que la ciudadanía «decida» quién será su presidente.
Puede que el entrecomillado no sea necesario si el lector ha estado al tanto: revelaciones del diario Folha de Sao Paulo esgrimidas por el Partido de los Trabajadores (PT) para pedir al Consejo Electoral que saque del juego a Jair Bolsonaro, dan cuenta de que su campaña ha estado bombardeando al electorado con mensajes manipuladores por medio de la red social Whatsapp, para seguir salpicando de lodo a Fernando Haddad y la agrupación de Lula.
Lo peor es que las autoridades electorales no se pronuncian, y el periódico Brasil de Fato dice que los mensajes falsos, comprados con dinero también sucio, funcionan como paquetes de disparos que serán más esta semana.
No quiero decir que solo esa campaña ilegal sea la responsable de que las encuestas contradigan ahora sus pronósticos iniciales —dijeron que el ultraderechista sería derrotado por el representante del PT en la segunda vuelta— y muestren un favoritismo para Bolsonaro que anda entre el 50 y el 60 por ciento, en tanto a Haddad se le atribuye un 40.
La lluvia de mentiras desacreditadoras cae con toda su mala intención sobre un terreno empapado ya por el escarnio a que el juez Sergio Moro somete al PT, a Lula y Dilma, y que convirtió el ejercicio de la justicia en Brasil en arma no solo contra quienes fueron sentados en el banquillo, sino sobre una población victimizada por el embuste.
No esconden los protagonistas los hilos que les unen. El despliegue de Moro contra la izquierda ha sido reconocido por Bolsonaro, al prometer que lo ascenderá a la Corte Suprema de Justicia cuando gane las elecciones.
El abono para que sea posible este impensable escenario —que la mayoría del electorado parezca preferir un régimen cuasi militar y facistoide— lo puso el Movimiento Democrático Brasileño de Michel Temer, con una ejecutoria que desde 2016 ha empobrecido a la gente y le ha robado la credibilidad en sus instituciones, conduciéndolas hacia el escepticismo y el miedo a la vuelta del progresismo. ¿Para dónde mirar si la derecha tradicional desgobierna y todos en el PT «son corruptos», como proclaman Moro, Temer y las falsas noticias de Bolsonaro?
Analistas desde Brasil dicen que la cruzada se ha convertido en una verdadera propaganda anticomunista —digna de los tiempos de la guerra fría— con el respaldo no despreciable de la iglesia evangélica que, se dice, hace su labor «persuasiva» en espacios de la población donde el PT no estuvo presente durante sus cuatro mandatos.
Amenazado por sus expresiones despectivas contra casi todos y su enaltecimiento de las dictaduras, Bolsonaro evita desgastarse en debates públicos y acude al golpe bajo en internet, mientras Haddad blande el alerta mediante la movilización popular, para intentar quitarles a los engañados la venda. Ese ha sido el tránsito hacia la segunda vuelta.
Trabajan duro el PT y los sectores progresistas. Los partidos plenamente identificados en este campo se unieron ya en un Frente Democrático; pero son minoritarios. También se han dado actos unitarios de movimientos sociales y gremiales, mas puede que no sea suficiente para arrastrar a todos.
Una evidencia de lo andado —conste que se habla según los sondeos, y estos no siempre reflejan la verdad— la arrojaría el hecho de que Haddad esté ahora casi igualando el favor que se preveía para el inhabilitado Lula, quien era entonces el más popular sin sobrepasar el 40 por ciento de los apoyos.
Se sabe que el nordeste, donde históricamente el PT tuvo su voto duro, se mantiene. Más no falta quien recuerde que el PT consiguió la presidencia en 2002, y la mantuvo, gracias a la alianza con las ahora traidoras derecha moderada y centroderecha, cuyas bases, de cara al balotaje y con sus líderes desacreditados, parecen decantarse por Bolsonaro. Igual camino se deduce ha tomado el grueso de los abstencionistas. Constituían un 20 por ciento en la vuelta anterior y ahora andarían por los nueve puntos porcentuales.
Haddad toma las calles y asegura que queda tiempo de cambiar las cosas hasta el domingo. Bolsonaro maniobra desde las penumbras, y espera el momento de sacar las garras. Muchos en el mundo piden que el electorado no lo permita.