La cruda advertencia sobre el creciente caos y la confusión en el planeta formulada este martes por el secretario general de la ONU, António Guterres, recibió una mucho más alarmante respuesta de Donald Trump, quien se atrevió a calificar su propia presidencia como la mejor de la historia de Estados Unidos.
«En menos de dos años, mi administración ha logrado más que casi cualquier administración en la historia de nuestro país», dijo Trump.
Su declaración fue seguida rápidamente por la risa de la multitud, en una colectiva expresión de burla ante la irónica valoración de una política que, al menos en el Oriente Medio, alimenta el terror, las guerras y serias violaciones del Derecho Internacional.
«Hoy, el orden mundial es cada vez más caótico. Las relaciones de poder son menos claras», dijo Guterres a la Asamblea de 193 naciones apenas minutos antes de que el Jefe de la Casa Blanca subiera al podio.
Guterres no criticó específicamente a ningún país, pero está claro que el Gobierno de Trump ha echado a un lado importantes tratados internacionales, como el acuerdo nuclear con Irán, y deja entrever el abandono de la «solución de los dos Estados» para resolver el conflicto israelo-palestino.
Al enumerar los más acuciantes problemas del mundo, Guterres advirtió que los esfuerzos de paz están fracasando y que las normas humanitarias internacionales están colapsando.
«Hay indignación frente a nuestra inhabilidad para poner fin a las guerras en Siria, Yemen y otros lugares», dijo.
El Secretario General de la ONU enfatizó que la solución de dos Estados para el conflicto israelo-palestino está cada vez «más y más distante» mientras la amenaza nuclear «no se ha alejado».
Meses después de que la Asamblea General de la ONU votara para reprender a Donald Trump por reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, según recordó el diario israelí Jerusalem Post, el mandatario advirtió al mundo que se prepare para más cambios de política en cuanto a la solución del problema palestino pendiente.
El segundo discurso de Trump ante la comunidad mundial apenas tocó el eje central de la crisis en Oriente Medio, pero lo que dijo refleja recientes trascendidos de sus asesores, respecto a un presunto plan para la paz entre israelíes y palestinos, que desafiará las normas convencionales aceptadas durante mucho tiempo.
En lo que calificó como una «política de realismo de principios, que no será rehén de viejos dogmas o ideologías desacreditadas», Trump dejó entrever su decisión de abandonar de una vez las negociaciones para la creación del Estado palestino independiente.
Eso explicaría su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel —un hecho consumado, que a su entender liquida viejos reclamos de la comunidad árabe y musulmana— o la supresión del financiamiento a la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos que, según su equipo asesor, perpetúa un asunto —el derecho al retorno a sus tierras— que en su opinión no ayuda a la paz.
Los expertos que Trump pretende desconocer recuerdan que la Autoridad Palestina ha insistido en que las negociaciones deben basarse en las cuestiones centrales de Jerusalén, los refugiados, las fronteras, la seguridad y el agua.
La decisión del mandatario estadounidense de eliminar de la mesa los dos primeros puntos principales indica la opción por un camino inaceptable para el liderazgo palestino, que procura el respaldo internacional para su causa.