Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Moscú de fiesta

Basta caminar la ciudad para palpar la alegría de la gente cuando 70 años después de la victoria sobre el fascismo, Rusia crece sin desconocer su glorioso pasado

Autor:

Leticia Martínez Hernández

MOSCÚ.— Caminar la ciudad por estos días es, sin dudas, un privilegio. A la cercanía de una fecha que trastocó la vida de millones de personas en el mundo, se une un clima primaveral que enfría, pero no tanto, y calienta solo lo justo para enchufar energías al que —como  quien escribe estas líneas— llega por primera vez a la capital rusa de la que tanto escuchó hablar allá en una isla del mar Caribe.

¿Dónde queda la Plaza Roja? preguntamos, porque es imposible pasar por aquí sin llegarse hasta el sitio más famoso de Moscú, incluida también entre las plazas más visitadas del mundo. Y resulta que esta mañana lucía diferente, mágica como siempre, gigantesca, colmada de tantas personas, pero esta vez marcada por una historia heroica que suma 70 años de haberse vivido. En el aire de la Plaza Roja y sus alrededores puede sentirse un orgullo rotundo por haber sido derrotada en esta patria una de las peores ignominias con la que carga la humanidad: el fascismo.

«Esta es la tierra de la victoria», anuncia un enorme cartel que se repite, con más o menos palabras, por todos los lugares. Son cientos los estandartes que colman la Plaza y flanquean el río Moscova, el afluente que atraviesa la ciudad y pasa a poco más de 500 metros de la Plaza Roja, que no es de ese color por los ladrillos de sus edificaciones o por asociaciones con el comunismo sino porque el adjetivo proviene del ruso antiguo, cuando la palabra «krásnaya» significaba «bonita».

Niños que esta mañana del miércoles observaban los medios de combate utilizados durante la Gran Guerra Patria.

Cuentan que este lugar, declarado desde el año 1990 como Patrimonio de la Humanidad, estaba poblado originalmente por cabañas de madera, entonces era una zona habitada por comerciantes, deambulantes y borrachos. Fue a Iván III de Rusia a quien se le ocurrió la idea de «limpiarla» pues era susceptible de arder con facilidad. Pero por fortuna los años pasan y allí sobreviven al tiempo, en medio de una modernidad impresionante, el Mausoleo de Lenin, la icónica Catedral de San Basilio, el Museo Nacional de Historia y la Catedral de Kazán.

De una plaza para el mercadeo ha llegado a ser escenario de acontecimientos trascendentes, como aquel de noviembre de 1941 cuando por sus adoquines desfilaron, en medio de una fuerte nevada y bajo la amenaza de ser bombardeadas, las unidades del distrito militar que se dirigieron directamente al frente de batalla.

Siete décadas después esa historia parece que renace en la Plaza Roja, en las miles de personas que este miércoles caminaban los alrededores de la zona, en los niños en fila con sus maestros, en las ancianas con pañuelos a la cabeza y las arrugas llenas de vivencias, en los turistas que lo preguntaban todo, en los veteranos con sus uniformes llenos de medallas, en los monumentos que amanecen con flores, en las enormes fotografías de aquellos héroes y heroínas que nos salvaron del horror, en los medios de combate utilizados en la Gran Guerra y que esta mañana lucían como nuevos allí.

El ajetreo inunda en estos días la Plaza, llena de grúas, vallas, uniformados, a la espera de un sábado luminoso para celebrar cuando más de 15 000 soldados y unos 200 medios de combate den fe de una nación que se levantó del polvo, reverenció su historia y se muestra orgullosa de lo que hoy es. Moscú, en su cotidianidad, está de fiesta, aun cuando algunos quieran minimizar el inmenso aporte y los millones de muertos en la contienda antifascista. Basta caminar la ciudad para palpar la alegría de la gente cuando 70 años después Rusia crece sin desconocer su glorioso pasado, poniendo en el sitio justo a los hombres y mujeres que ofrendaron la vida por ella y la trajeron inmensa hasta este sol de hoy.

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