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Un hermoso torrente de amor por Chávez (+ Fotos)

La oración de todos, no por política ni formalismos, sino por humanidad, es que se recupere pronto el Presidente venezolano

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.— «Así, así, así es como se gobierna». No era un grito de guerra. Fue de amor. Hugo Chávez tiene esa magia. Aunque no esté, mueve multitudes... Millones... Y si por casualidad no aparece: las mayorías se encargan de reencarnarlo.

Fueron ellas las que estuvieron gritando la consigna durante todo este jueves. Desde las ocho de la mañana —y antes también—, cientos de miles de personas comenzaron a llegar y a caminar a paso firme hacia el Palacio de Miraflores. Casa de Gobierno y sus adyacencias fueron copadas.

Vinieron de todas partes. Fueron convocadas por el Partido Socialista Unido de Venezuela y el Gran Polo Patriótico en respaldo al estadista en este 10 de enero —cuando comienza el nuevo sexenio presidencial—, a la Constitución de la República, y al acuerdo del Parlamento de aplazar su juramentación.

Y también, en respaldo a la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que consideró legítimo posponer para una fecha ulterior la obligación protocolar del Jefe de Estado de juramentar su cargo para el período 2013-2019 como Presidente reelecto.

Según colegiaron los primeros magistrados de la nación, la ceremonia se realizará ante ellos, cuando cesen las causas sobrevenidas que obligaron a Chávez, por motivos de salud, a no oficializar su cuarta ascensión ante la Asamblea Nacional.

La oración de todos, no por política ni formalismos, sino por humanidad, es que ocurra pronto.

Venezuela es (un) el mundo

Las mayorías revolucionarias venezolanas volvieron a bajar —no sin poca algarabía—, desde los indescifrables cerros caraqueños. Desde las parsimoniosas —y vestidos de rojo— torres de las parroquias capitalinas donde cohabitan los más disímiles sectores sociales.

Rascacielos —a veces no tan altos— en los que la tensión entre chavistas y escuálidos (opositores a la Revolución) entretejen día por día un duelo donde pasión y razón es a veces implacable.

Otros muchos, viajaron cientos de kilómetros —quizá más de mil— para estar aquí. En Miraflores. En el compromiso de apoyar al presidente Chávez y a la Constitución Bolivariana.

Vinieron desde las grandes ciudades. Desde los llanos. Desde los médanos y deltas. Desde las alturas y los páramos: el andino —donde la nieve aparece de repente y rápido se va.

En algunos puntos de Venezuela —los más elevados—, nieva. Lo he visto. En la lejanía. También me lo han contado. Acontece en las zonas más altas, heladas, de Mérida o Táchira, donde los copos —dóciles— parecen espuma. Caen en apenas unos minutos. Luego se vuelven escarcha. Y rápido, en sequedad.

Son paisaje habitual los cóndores y los frailejones —plantas parecidas a las sábilas— con sus puchas amarillas, que se extienden kilómetros tras kilómetros en montañas donde el oxígeno escasea.

En las alturas de Táchira, Mérida y Trujillo se ha asentado una idiosincrasia que se conoce como los gochos. Es gente linda. De lengua pegada. Acento único. La zeta allí parece reivindicar la más pura hidalguía de Castilla y León. O la ingenuidad de los cubanísimos pinareños.

Los «gochos» son gente tranquila. Parsimoniosa. Junto a ellos, este jueves, 10 de enero, también llegaron a Miraflores y la bulliciosa Caracas, habitantes de las pueblerías de pescadores de agua dulce, donde la adoración a ángeles cristianos y sincréticos se monta en frágiles casas que bambolean encima de palafitos: postes de dura madera sobre las que se «cosen» pisos, se levantan paredes y se cierran techos para vivir toda una eternidad.

Los palafitos se abren, espléndidos, encima de los ríos Orinoco o Amazonas, o en cuanto lago milenario marca esta geografía. Para quienes viven allí, tierra firme no es lugar del transcurrir. A lo sumo: posada para pernoctar: unas horas.

Todos esos rostros de Venezuela rodearon a Miraflores.

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