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Desenlace de foto-finish

Pocos dudan de que la segunda ronda electoral de este domingo en Chile será la elección más reñida de su historia. Frei vs. Piñera: amenaza la derecha y muchos se preguntan: ¿la Concertación pierde el batón?

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Cortar el paso a la derecha. Esa es la motivación que ha aunado voluntades, fraguado pactos e impreso ribetes dramáticos a la ronda del balotaje, este domingo, en pos de la Presidencia chilena, en una votación que mantendrá en vilo a propios y extraños hasta que se den los primeros cómputos parciales al final del día.

Los de adentro —¡obviamente!— estarán atentos porque la votación marcará sus destinos. Los de afuera, porque en medio del proceso integrador en marcha en Latinoamérica, el resultado en Chile podría significar el viraje hacia la más recalcitrante derecha de otro país de la región, después de los bochornosos sucesos de Honduras.

Frente a la Concertación para la Democracia, que por cuatro mandatos consecutivos rige los destinos chilenos desde el fin de la dictadura militar, se erigen precisamente dos de los partidos que sirvieron de base civil al régimen del sátrapa Augusto Pinochet: la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional, reunidos ahora en una denominada Coalición para el Cambio que intenta mostrarse como una derecha desprejuiciada y fresca tras la figura de su candidato, Sebastián Piñera.

No ha faltado en esos esfuerzos el concurso de personajes como el escritor peruano Mario Vargas Llosa, literato de indudable mérito pero político de muy baja estofa, liado a los sectores más recalcitrantes del hemisferio, y cuyas actitudes en las últimas décadas dan cuenta de su deseo baldío de obtener notoriedad en estas arenas. Su paso por Chile los últimos días lo metió de lleno en campaña, así como ilegalmente lo hizo en Venezuela en 2008, cuando buscaba votos para la oposición antichavista y contrarrevolucionaria en los comicios regionales de aquel noviembre…

Ahora ha vaticinado que sería «un hito para América Latina» un eventual triunfo de Piñera, a quien presentó como muestra de «una derecha moderna, democrática y liberal»; un empresario «muy popular» que, aseveró, «no es enemigo de los pobres».

Multimillonario hombre de negocios con acciones en la aerolínea LAN y dueño del Canal Chilevisión, algunos critican, sin embargo, que Sebastián Piñera amasara su fortuna en los momentos en que la nación se ahogaba en la sangre de los miles de asesinados y desaparecidos por la dictadura que desbancó a Salvador Allende, y cercenó los afanes de cambio real de su Unidad Popular.

Los titubeos cuando se le ha preguntado si ex funcionarios del régimen pinochetista estarían en su ejecutivo si triunfa, lo metieron en aprietos. La derecha rancia, porque aspiraba a un contundente «sí». Los otros, porque vieron a un fantasma de vuelta.

Son esas las evocaciones que reflotan cuando se mueve la conciencia de una nación en cuya psicología social han tenido indudable peso los escollos casi recién vencidos para enjuiciar a asesinos y torturadores, así como el manto de silencio y mentiras levantados por la dictadura para tapar sus crímenes, y los mecanismos que el pinochetismo instauró, como modo de perpetuar un sistema excluyente…

Ello podría explicar el voto que los chilenos ejerzan.

Y, desde luego, habría que contar también el paso del tiempo y el advenimiento de las nuevas generaciones que no vivieron el ayer, aunque mujeres jóvenes como Odette, una activista social del norte chileno, reproche indignada la introspección y el pensar en sí mismos que inculcó el neoliberalismo, impuesto por la dictadura. Esa fue la estrategia trazada por los círculos de poder que escogieron a Chile como vitrina de sus «bondades»… Un sistema que la heterogénea alianza de partidos integrantes de la Concertación para la Democracia, en parte maniatada, ha impulsado hasta hoy.

Paros en el importante sector minero, que —afirman los sindicalistas— se desnacionaliza aunque crece y aporta a la economía; huelgas de estudiantes universitarios y secundarios en contra de una educación cada vez más elitista, y la pervivencia de estrechos pero dolorosos cinturones de pobreza que hacen de Chile el segundo país latinoamericano más desigual, han demostrado que tampoco la vida ha sido un lecho de rosas en los años recientes.

Cerrando filas

Robando un lenguaje escuchado a la izquierda mancillada en otros países por improperios y chantajes que cercenaron su llegada al poder, Piñera también se declara ahora víctima de una «guerra sucia».

Pero los antecedentes, y la vida, hacen plausible la decisión de quienes han echado a un lado las diferencias, y cerrado filas para contrarrestar el 44 por ciento que convirtió al representante de la Coalición para el Cambio en el aspirante más votado de la primera vuelta, lo que sigue presentándolo como posible triunfador en la ronda decisiva de hoy.

«Vota Frei». El llamado, sencillo y escrito como al pasar en un mensaje de felicitación por Año Nuevo que circuló en cadena, es otra muestra de la unidad que frente a esa amenaza asumieron, primero, el Partido Comunista y las minoritarias agrupaciones de izquierda inscritas en la alianza Juntos Podemos, con su candidato, Jorge Arrate.

En un comunicado divulgado hace 15 días, los principales dirigentes comunistas anunciaron la conformación del llamado Comando de Izquierda Por Más Democracia: La Derecha NO, con lo que adosaban su apoyo a Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el aspirante de la Concertación, «más allá de las diferencias programáticas», y llamaban a «asumir con responsabilidad» el voto en «esta encrucijada histórica, para impedir que la derecha agregue al poder económico y mediático que ya posee, el poder político», reseñaron despachos de prensa.

No fueron los únicos alumbrados por la misma luz. También el aspirante concertacionista y el propio ejecutivo de la saliente mandataria Michelle Bachelet, pusieron sus granos de arena en vísperas de la apretada carrera de cien metros que los separaba hasta la meta de hoy.

Frei se comprometió a implementar, si gana, 12 medidas de fuerte impacto popular reclamadas por Juntos Podemos, y la Bachelet introdujo de urgencia en el Congreso varias leyes incluidas en el programa del tercer candidato más votado en diciembre: Marcos Enríquez-Ominami.

¿La figura?

Aunque el 20 por ciento de los votos que ganó en la primera ronda —diez menos que Frei— lo dejaron fuera del balotaje, el joven y apuesto Ominami se convirtió, paradójicamente, en la figura más seguida por políticos y observadores en este segundo y final tramo del proceso electoral.

No lo puso en el candelero, precisamente, su carisma. El caudal que sus votos podrían representar para Frei o Piñera en esta vuelta —polarizada no solo porque contienden dos—, mantuvo a Ominami en el centro de la atención hasta el jueves, cuando finalmente y aunque con reservas, manifestó su apoyo a la Concertación para la Democracia. Alejado de esa agrupación tras la imposibilidad de aspirar a ser su candidato, Ominami echó a un lado los rencores «ante la incertidumbre de que la derecha pueda impedir la marcha de Chile hacia su futuro», dijo. Pero también ha reiterado que formará su agrupación política propia.

Aunque muchos de sus votantes y hasta asesores de campaña, para ese momento, ya habían tomado postura, ese paso de Ominami se aguardaba con ansias en la coalición gobernante, y directivos de empresas encuestadoras consideraron que sería un adarme de alto gramaje para acabar de inclinar el fiel de la balanza hacia la Concertación.

A esas alturas, los nunca absolutos sondeos —tampoco carentes, en algunos casos, de cierta tendenciosidad— mostraban que se había recortado aún más la distancia entre Frei y Piñera. Si una semana atrás las encuestas daban al rico empresario 46 puntos, y 41 al candidato oficialista, para entonces algunos estudios de opinión hablaban de un virtual empate técnico en el que los rivales estarían separados por apenas dos puntos, a favor del derechista.

La directora de la firma Mori, autora del estudio —Marta Lagos—, calificó el resultado de «sorprendente». Pero analistas se mantenían cautos ante un estudio del que los medios no reflejaron la posición de casi un 13 por ciento de electores que se había manifestado indecisos.

Ello ilustra lo cerrada que será la votación de este domingo, cuyo final podría decidirse como dice un verso del famoso tango, que inmortalizó Gardel: «Por una cabeza…». Pero dar pronósticos acabados sería muy aventurado.

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