Cuentan los historiadores que, en su quinta de la isla de Capri, al sur de Italia, el emperador Tiberio se entregaba a los placeres más licenciosos. Roma, al parecer, le resultaba un sitio demasiado público como para poner por obra sus fantasías, por lo que solía llevarse a su «plan vacacional» a muchachos y muchachas que, vestidos como figuras mitológicas —y las más de las veces nada vestidos—, se encargaban de convertir el sitio en un paraíso del desenfreno.
Hoy es otro el que deja Roma los fines de semana y se marcha a una isla del Mediterráneo a «gozar la vida». Se trata del primer ministro derechista Silvio Berlusconi, y según las últimas revelaciones del diario español El País, el hombre no va a «descansar» en el más bucólico sentido de la palabra, a sembrar orquídeas o a labrar un pequeño huerto. No.
Las imágenes que publica el periódico evocan más bien las escandalosas bacanales de Tiberio. Todas fueron tomadas por un fotorreportero italiano, desde un promontorio en la isla de Cerdeña, y captan escenas en la hacienda particular del Cavaliere. Las más fuertes muestran a mujeres desnudas y semidesnudas, que reposan y beben refrigerios alrededor de una piscina, y a un individuo, también vestido «como Dios pintó a Perico», que se aproxima en actitud lasciva a otra fémina con el mismo «traje».
Habría más, pero el resto de las imágenes fueron confiscadas por la Autoridad para la Protección de la Privacidad, bajo el argumento de que violan el ámbito privado del dueño, es decir, del Primer Ministro, quien, vale decirlo, aparece siempre con ropa (no sé cómo aparecería en las que faltan), aunque acompañado por despampanantes ninfas.
Si bien ha anunciado que presentará una demanda contra El País, Berlusconi insiste en que las fotos son «inocentes»: ¿Cuándo se ha visto que alguien se duche con chaqueta y corbata?», y añade: «Se están dando un baño en un jacuzzi privado, en una casa», en la que sus invitados se comportan «como les da la gana». Original respuesta, ¿no?
Sin embargo, lo que sí resulta muy «original» es que un sujeto como Berlusconi, el segundo hombre más rico de Italia, se dé el lujo de largar estas respuestas en calidad de Primer Ministro. Lo más inconcebible sería que el público las acepte. ¡Pero muchos las aceptan! La hacienda del jefe del gobierno sirve de escenario a francachelas sin límite moral, ¡y su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL), se pronostica como el más votado en las elecciones para el Parlamento Europeo!
No es una pobre evidencia aislada. La propia esposa de Berlusconi, Verónica Lario, advierte que «muchos padres están dispuestos a cerrar los ojos para ofrecer sus vírgenes al dragón», en alusión a las jóvenes (modelos, bailarinas, presentadoras de TV) que parten cada weekend a participar de esas orgías, y se sospecha que incluso una menor de edad esté involucrada en el asunto.
Pero además, esta banda de eróticos saltimbanquis vuela hacia Capri, ¡perdón!, hacia Cerdeña, en aviones oficiales. ¿Por qué? Pues porque el hombre se las arregló para modificar la ley: no solo el gobernante puede utilizar estas aeronaves, sino también aquellas personas que él decida en función de sus «necesidades». Si no es para esto, y para otorgarse inmunidad como Primer Ministro ante acusaciones de diversa índole (que no le faltan), ¿entonces para qué rayos sirve la mayoría parlamentaria?
Otra interrogante es: ¿Cómo es posible que los laboristas británicos estén en picota por revelaciones de fraudes monetarios, y el PDL italiano, con un jefe que es un escándalo vivo, y que desvaría incluso diciendo que la crisis económica mundial es fundamentalmente «psicológica», se perfile como la formación europea con mayor posibilidad de votos (un 40 por ciento) para ocupar escaños en Bruselas...?
Para algunos, la explicación reside en que el Cavaliere representa él mismo el ideal del «hombre de éxito»: un simple joven que se ganaba la vida cantando en cruceros por el mare nostrum, llegó a ser el multimillonario dueño de las cadenas televisivas más seguidas en Italia, las que aprovecha, por cierto, para hacerles creer a millones de sus coterráneos, endulzados con telenovelas, que la vida es un cuento de hadas, en el que la rana, al final, se vuelve príncipe. ¡No digo yo si en las elecciones europeas votarán por la rana...!
La otra razón del auge del PDL es la ausencia de una oposición sólida. El «centrista» Partido Democrático no levanta cabeza desde que perdió los comicios legislativos frente a la derecha en 2008. Y en un final, como los políticos «son todos iguales» —el libro La Casta, de dos reporteros del diario Il Corriere della Sera, relata todos los inimaginables excesos que se regalan los diputados italianos, cuyos salarios son los más altos de Europa—, pues la conclusión no es complicada: «Votemos por el malo conocido (que es, además, el más próspero)»...
Descanse entonces Tiberio con sus alegres amigos de Capri. Poco importan unas cuantas fotos.