Foto: Roberto Suárez Como una «primavera democrática para América Latina», aderezada con la fundamental contribución de las ideas de un intelectual y revolucionario como lo fue José Martí, calificó el teólogo brasileño Frei Betto, el momento histórico que hoy vive Latinoamérica toda.
«Es una transformación que está ocurriendo con carácter urgente. En nuestra región los pueblos un día se despertaron y se percataron de que los gobiernos neoliberales, las élites políticas tradicionales no tenían respuesta para sus necesidades. Por eso decidieron seguir a personas como el presidente Lula Da Silva en mi país, al mandatario bolivariano Hugo Chávez o a Rafael Correa, en Ecuador; a Evo Morales o Daniel Ortega, en Bolivia o Nicaragua, porque se han visto representados en ellos. Porque ellos son gente que viene de abajo, son gente que “tiene cara de gente”, tal como lo ideó José Martí».
En diálogo con JR en los pasillos del capitalino Palacio de las Convenciones, donde participa en II Encuentro Internacional Por el Equilibrio del Mundo, el autor del reconocido libro Fidel y la Religión, definió con conceptos muy claros el papel que ha jugado en la historia americana la figura cimera del Apóstol cubano, quien por la universalidad de su pensamiento, su obra y los objetivos de su proyecto político-social es también una personalidad de trascendencia mundial.
—Para usted, ¿como influiría el pensamiento martiano para evitar la inminente destrucción a que está destinado el mundo?
—Martí tiene tres dimensiones que se articulan muy bien: la cubanidad, la latinoamericanidad y la universalidad. Entonces es muy importante a la luz de su pensamiento y ejemplo revolucionario aprovechar este momento de desequilibrio del mundo y usar a Martí como una especie de guía intelectual para profundizar nuestros futuros, preservar nuestra identidad cultural justamente para evitar que el proceso de globo-colonización canalice en nuestra conciencia, nuestra mente, nuestras vivencias, los falsos valores del neoliberalismo.
«O sea, no se trata de cambiar de coche o de ropa o de cerveza, se trata de cambiar de mundo».
A su juicio la mejor forma de llegar a esto es rescatar la utopía en la juventud. «Yo estoy convencido de que cuanto menos utopía liberadora más drogas y cuanto más utopía, menos droga. Porque no es posible, como sabían Bolívar, Martí y el Che, vivir sin los sueños utópicos de la liberación».
—¿Qué aportes le podría brindar, a su juicio, el legado martiano a la juventud latinoamericana de hoy?
—Martí tiene una ventaja sobre otros teóricos políticos: él era un poeta y los poetas tienen la ventaja de saber hablar al corazón y aquí, en América Latina, no se llega a la razón sin pasar por la puerta del corazón. Por eso pienso que la obra de Martí necesita no solamente ser más difundida, conocida, estudiada, sino que, sobre todo los jóvenes, deben saber cómo sacar de ahí ese aliento para una juventud revolucionaria, y que no se pierda en una sociedad consumista con sus permanentes frustraciones.
«Es por eso que el trabajo que se hace en Cuba para socializar cada vez más el pensamiento martiano es de suma importancia para todos los sectores de la sociedad cubana y de la región.
«Tenemos que saber que las verdaderas alegrías de la vida no están en los bienes finitos, sino en los bienes infinitos como la generosidad y la solidaridad».