Clara y Consuelo, sanas y salvas, en el aeropuerto de Maiquetía.
Con un inmenso suspiro y algunas lágrimas, millones de seres humanos contemplaron por TELESUR las primeras imágenes de Clara Rojas y Consuelo González a su «salida» de la selva. Lágrimas, al compartir la emoción del reencuentro con sus familiares después de seis largos años. Alivio porque estaban vivas y porque su entrega, sanas y salvas, al presidente Hugo Chávez, devolvía esa misma lozanía a quienes abrigan la esperanza de un canje humanitario en Colombia.Después del desconcierto inicial provocado por las contradicciones, infundadas o reales, en relación con el paradero y la identidad del pequeño Enmanuel —de padre guerrillero y concebido y dado a luz por Clara en cautiverio—, los escépticos habían propalado la idea de un fracaso del operativo que el líder venezolano había organizado cuidadosamente en su condición de receptor de las rehenes, de acuerdo con la decisión dada a conocer por las FARC a mediados de diciembre.
El engranaje tenía que funcionar aceitadamente, con perfecta sintonía de sus piezas y la buena voluntad de todas las partes. Sin ella, la difícil misión encomendada al Presidente de Venezuela tras la interrupción de su labor mediadora junto a la senadora colombiana Piedad Córdoba, no habría llegado a término.
Debía preservarse, sobre todo, la integridad de las rehenes. Solamente por eso valía la pena asumir y aguardar con confianza la posposición anunciada por las FARC aunque ello significara un golpe adicional a la credibilidad del movimiento después de los entuertos en torno a Enmanuel, así como tomar en cuenta la promesa reiterada por Chávez luego de confirmarse que Clara y Consuelo no volverían a casa, como él habría deseado, el 31 de diciembre. «El operativo se mantiene», insistió el Presidente venezolano poco antes del Año Nuevo.
La presencia militar en la zona por la que se desplazaban, entorpecía y alargaba el trayecto, alegaron entonces las FARC y lo confirmó Rojas, el viernes, en conferencia de prensa en Caracas, al hablar de «20 días tensos» durante los cuales notó la preocupación por su integridad en los guerrilleros que las conducían. Aviones sobrevolaban el recorrido.
Una frustración del plan solo habría sido aplaudida por quienes apuestan, dentro o fuera de Colombia, contra las soluciones políticas.
Desde los tiempos del CaguánAunque ha sido más difícil, no se trata de la primera liberación incondicional de rehenes que realizan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Tampoco resulta nuevo que se hable de un intercambio humanitario.
En junio del año 2001, 307 soldados y policías capturados en combate fueron liberados por las FARC como otro gesto de buena voluntad que buscaba, precisamente, estimular el canje. Desde entonces, el intercambio humanitario de rehenes ha sido un reclamo insurgente.
La Macarena: más de 300 policías y soldados fueron liberados por las FARC en 2001. La Macarena fue el escenario principal de aquella liberación, una mañana gris y lluviosa. Para llegar hasta allí, pobladores desandaron largos caminos, y tal vez una veintena de periodistas volamos en la única avioneta que hacía el recorrido hasta San Vicente del Caguán para atravesar después, durante horas, los terraplenes pedregosos o senderos verdes, húmedos bajo la vegetación, de la llamada zona de despeje.
Eran los tiempos de la presidencia de Andrés Pastrana y el Caguán, concretamente la localidad de Los Pozos, se había convertido en el centro de las conversaciones abiertas, desde algunos años antes, por Pastrana y el jefe de las FARC, Manuel Marulanda, presente en La Macarena.
Para la guerrilla, posiblemente, el acceso con los rehenes hasta el lugar de aquel acto de liberación no debió resultar tan difícil entonces, como trasladar a Clara y Consuelo al Guaviare ahora.
Roto el diálogo poco antes de concluir el mandato de Pastrana y terminada la vigencia del despeje, las FARC han exigido que se desmilitaricen dos municipios, Pradera y Florida, como requisito indispensable para cualquier acuerdo de canje, entre otras peticiones que incluyen el análisis de demandas de tipo económico y social que, como en los tiempos del Cagúan, volverían a ser temas de un eventual diálogo político.
El gobierno, por su parte, ha propuesto recientemente el despeje de un corredor, sugerencia que sigue al ofrecimiento de una denominada zona de encuentro para un eventual intercambio, expuesta en el año 2006 como resultado de un plan concebido con la mediación de España, Francia y Suiza, y reiterada en noviembre con la intercesión de la Iglesia.
Pero las FARC han considerado que bajo esas modalidades no habría garantías de seguridad para su desplazamiento, ni el de los rehenes.
Adicionalmente, cada amago de acercamiento en los últimos años se ha visto ensombrecido por una intempestiva contingencia bélica: ya fuera una acción real o atribuida a las FARC, operativos contrainsurgentes, o las no siempre bien entendidas muertes de algunos rehenes.
Los canjeablesPoco después del no atendido gesto de La Macarena, el secuestro de altas personalidades políticas centró la estrategia de la guerrilla para forzar el canje.
La propuesta del intercambio humanitario nace «del deseo de sacar de las cárceles del régimen a nuestros camaradas guerrilleros hechos prisioneros de guerra», aseveró a esta reportera el comandante Raúl Reyes, miembro de la comisión negociadora de las FARC y su vocero, en declaraciones de enero de 2006.
«Es un planteamiento político coherente con nuestra condición de organización beligerante, levantada en armas contra el Estado por la conquista de reivindicaciones sociales, económicas y políticas, en beneficio de las mayorías de nuestra patria».
Del otro lado estaban en aquel momento unos 500 guerrilleros o colaboradores del movimiento, según Reyes. Dos de ellos, los comandantes Ricardo Palmeiro (Simón Trinidad) y Sonia, habían sido extraditados ya a Estados Unidos, donde permanecen. El vocero de las FARC dijo entonces que sus condiciones de vida eran «deplorables».
La posición de la guerrilla se mantiene inamovible. «Los esfuerzos deben dirigirse ahora a lograr el despeje militar de Pradera y Florida como escenario del diálogo gobierno-FARC para el acuerdo y la materialización del canje que haga posible la liberación de todos los prisioneros en poder de las fuerzas contendientes, de los cautivos en la montaña y de los guerrilleros presos en las cárceles del régimen, incluidos Sonia y Simón», insistieron las FARC en el comunicado donde celebraron el cumplimiento de su palabra en relación con Clara y Consuelo, y dado a conocer el propio 10 de enero pasado.
«Hemos dado este primer paso esperanzador que invita a pensar en la posibilidad de la paz en Colombia», enfatizó el mensaje.
Se estima que unas 45 figuras de la política colombiana se mantienen ahora en su poder, bajo la vida dura y peligrosa de la clandestinidad, la selva y la guerra. La ex candidata presidencial por el Partido Ecologista, Ingrid Betancourt, es una de ellas, además de algunos altos cargos militares y de la policía, y tres denominados contratistas estadounidenses que Reyes ha identificado como «agentes de la CIA», capturados al ser derribada o accidentarse la nave en que sobrevolaban el agreste territorio colombiano.
Según declaró la senadora Piedad Córdoba a la llegada de las recién liberadas, ellas han traído pruebas de vida de algunos de esos reos. Se trataría —«tengo entendido», dijo a TELESUR—, de cartas y fotos que dan fe de la integridad de al menos ocho cautivos entre los que se encuentra otra mujer, Gloria Polanco.
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe —quien dio el visto bueno al viaje de los helicópteros de la Cruz Roja hasta el Guaviare a pesar de haber negado, antes, la presencia de otra comisión internacional en su país— fue de los primeros en saludar la liberación de Clara y Consuelo, y reconocer la gestión de su par venezolano.
Las expectativasCompulsado por el ansia de retorno de sus familiares y el temor a un rescate militar que ponga en juego la sobrevivencia de los rehenes, el canje humanitario se ha ido convirtiendo, poco a poco, en deseo que penetra a la sociedad colombiana.
De ahí que al atardecer del jueves 10 de enero, muchas voces se sumaran a las de las dos mujeres para agradecer a Chávez, e invitar a un acuerdo que posibilite la salida del resto. Para no pocos, la confianza que deposita la insurgencia en el Presidente de Venezuela, ha sido clave.
Buena parte de la teleaudiencia mundial había permanecido ese día en vilo, frente a los televisores, pendientes de las señales de TELESUR y VTV o de los respectivos noticieros nacionales, para apreciar los momentos más importantes del operativo.
Primero se vio a Clara y Consuelo apenas de espaldas, mientras dejaban el helicóptero que las condujo desde el punto no identificado del Guaviare colombiano que marcaban «las coordenadas» dadas por la insurgencia a Chávez.
Luego del breve paso por la base aérea de Santo Domingo, casi en la frontera venezolana con Colombia, impactó la apariencia saludable que exhibían a su arribo a Maiquetía tanto como, antes, llamaron la atención los saludos respetuosos y hasta de afecto con que se despidieron de sus custodios. Alguna entre las cuatro jóvenes guerrilleras que acompañaron a las políticas en el largo y tortuoso recorrido, les obsequió una rama florida. Ambas partes se desearon suerte.
Fue un intercambio de relativo afecto que muchos no entendieron y otros pretendieron cuestionar, pero que la ex congresista González explicó como una reacción natural después de la preocupación de la columna por ellas. Trataron de hacernos menos azaroso el camino y nos deseaban que aquello no se fuera a estropear, narró la ex congresista, quien explicó aquella actitud como, tal vez, la evidencia de que «queda humanidad» en los gerrilleros.
Como otros, también se manifestó persuadida de la necesidad de una negociación, y consideró su libertad como algo más que la vuelta con sus hijas.
«El conflicto en Colombia tiene una solución en la medida en que logremos negociar la paz. (...) Estoy absolutamente convencida que vamos a avanzar con este gesto de las FARC», señaló.