Alienta el hecho de que un diario como The Miami Herald comentase, en la edición del pasado domingo, algunos de los documentos del FBI y la CIA que señalan la participación de Luis Posada Carriles en la planificación y ejecución del crimen de Barbados.
Aunque el rotativo estime en el título que se trata solo de «nuevas intrigas», su reporte no deja de resultar buen alerta para una ciudadanía sometida al mayoritario silencio con que la gran prensa de ese país deja a Posada disfrutar tranquilo en el recogimiento de una casa de las afueras de Miami, la impunidad con que las autoridades de Washington compran su silencio.
La nota resulta el primer aldabonazo luego de los editoriales de algunos periódicos influyentes como Los Ángeles Times y The New York Times, preocupados en su momento porque el encausamiento de Posada solo como un mentiroso inmigrante ilegal, ponía en duda la cruzada mundial de Bush «contra el terrorismo». Pero, una vez desestimados los cargos por la jueza Khatleen Cardone, parecería como si el temporal hubiese pasado ya...
Ahora, al referenciar los mensajes e informes desclasificados —algunos entre los muchos que ha sacado a la luz el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington— el Miami Herald concede que, a quienes piensan que Posada Carriles era el cerebro detrás de los hechos en el atentado contra el avión de Cubana en Barbados, los documentos les proveen de lo que considera «sólidas evidencias».
Se trata de textos con acusaciones muy serias enarboladas ya por el pueblo cubano y que prueban, entre otros pasajes, el conocimiento que tenía el FBI de la reunión fundacional de la anticubana CORU, en República Dominicana, el 11 de junio de 1976, y su descripción de las organizaciones miembros. Del Movimiento Nacionalista Cubano, el FBI reconocía ya en esos tiempos la realización de actos de violencia en EE.UU. y Canadá; igualmente espeluznante es la caracterización que hacía del Frente de Liberación Cubano: «una organización terrorista de exiliados cubanos» que se acredita —dice el texto— «unos 25 actos de terrorismo».
Pero lo más notorio es que los documentos aludidos por el Miami Herald no dan cuenta solo del conocimiento que se tenía en Washington sobre las fechorías de Posada —el tema en el candelero hoy. También pone sobre el tapete a otro terrorista de origen cubano que hace mucho goza de humillante libertad: Orlando Bosch, de cuya protección por el gobierno venezolano de Carlos Andrés Pérez, se habla en otro de los informes, así como de su, ya entonces, largo historial terrorista.
Quizá lo mejor sea el reconocimiento de que Luis Posada Carriles hace de él como cabeza pensante del criminal atentado contra el avión cubano: «Ahora que salió bien lo de Letelier vamos a tratar de hacer algo más», había dicho Bosch durante una cena para recaudar fondos contra Cuba. Algunos días después, Posada apuntaría: «Vamos a golpear a un avión cubano». Y, adjudicando a Bosch la parte que le tocaba en la autoría del plan: «Orlando tiene los detalles».
Ambos, Posada y Bosch, están sueltos en Miami. Quizá los estadounidenses puedan enterarse mejor ahora: ¡están conviviendo con terroristas!