El mercenarismo y la deslealtad hacia su país de origen dan a algunos extraños «privilegios». Es el caso de Carlos Gutierrez —así, sin acento, suprimido a causa de hablar en Yes—, quien se pone el sayo correspondiente al decir que copreside con la secretaria de Estado Condoleezza Rice la comisión establecida por George W. Bush, en 2003, para los intentos siempre malogrados de aplastar a Cuba. Y en esa condición el secretario de Comercio de Estados Unidos acaba de pronunciar un discurso sobre Cuba, uno más, ante el Consejo de las Américas.
La cantinela de siempre: los cubanos son «cautivos», sin «libertad», sin «derechos», por tanto, aduce Gutierrez, el bloqueo económico es lo mejor para solucionar tales problemas, aunque lo imagino con la boca en posición de puchero para pronunciar «embargouuuu».
El Gutierrez desacentuado persevera, reclama, exhorta, insiste en el bloqueo. Algo así como exprimamos al gobierno, que el pueblo no sufre nada con la humanitaria política de Washington que lo llevará a la libertad total. «Debemos mantenernos firmes, alega. Eso significa pararnos firmes en nuestras políticas de negar ingresos al régimen, mientras los hacemos llegar directamente al pueblo de Cuba».
En realidad, si los cubanos no sabemos de qué está hablando Mister Gutierrez es porque son contadísimos los nacidos aquí que se alinean en el mercenarismo de la élite anticubana instalada en la administración bushiana.
Supongo que son ellos —los de Washington y Miami—, y aquellos —la exigua cohorte de acá—, los que Gutierrez menciona como «el pueblo de Cuba que merece la misma oportunidad de elaborar su propio futuro, diseñar su propio gobierno, y elegir sus propios líderes». Solo le faltó decir Plan Bush mediante, incluido el ominoso capítulo secreto.
Podemos ayudar, dice el coRice, «proveyendo comida de emergencia, agua, combustible, equipamiento médico... (¿?), asegurando energía eléctrica... (¿?), estimulando asistencia de otros países, asociaciones y compañías privadas... (¿?), proveyendo fondos para la educación... (¿?), rompiendo el bloqueo de información... (¿?), avanzando hacia una democracia libre y representativa... (¿?)»
Gutierrez acentúa: «Al pueblo de Cuba le digo: Nuestro Presidente —ojo, que está hablando de George W. Bush— no tiene intenciones imperialistas. Nosotros no tenemos intenciones militares de ocupar la isla...»
Mientras leo la arenguita de especial simpleza, el subconsciente me juega una buena pasada: el Iraq «liberado y democrático» salta a la vista como buen espejo de lo que está por venir si se cumplieran los deseos de Gutierrez y compañía.
En el país mesopotámico sobran las buenas intenciones de los soldados estadounidenses al imponer la ley y el orden que ahora mismo, a casi cuatro años de la intervención salvadora, cierra entradas, salidas, y calles de Bagdad con un providencial toque de queda. Mientras, los contratistas de Blackwater garantizan que los detenidos muestren sus entrañas terroristas durante los interrogatorios, y eficientes empresas privadas, como la Halliburton, se empeñan a fondo con los apagones o para llevar el agua a los hogares iraquíes que, paradójicamente, antes no tenían tales carencias vitales; y conste, no les va mal en el negocio, pues reciben la buena tajada de los miles de millones dispuestos para la reconstrucción y hay que ver lo que también logran con el petróleo iraquí.
No me caben dudas, Carlos Gutierrez, sin acento y con un rotundo Yes, nos promete en el Caribe iguales bendiciones en democracia y libre empresa.