Foto: AP Un empresario sagaz es aquel que saca las cuentas correctas para determinar si su inversión se verá multiplicada en ganancias o acabará en desastre.
No hablaré de negocios, pero la reflexión vendrá al caso.
Este miércoles, el gabinete que encabeza el primer ministro israelí, Ehud Olmert, aprobó por nueve votos y tres abstenciones ampliar el despliegue de sus tropas en el sur del Líbano, con el objetivo de golpear la capacidad de respuesta misilística de la guerrilla de Hizbolá, que hoy, a 29 días de la agresión, permanece intacta.
Según fuentes del gobierno sionista, la operación comenzaría no antes de tres días, «para dar tiempo a los esfuerzos diplomáticos», en referencia a un demorado proyecto de resolución del Consejo de Seguridad, sobre el que Francia y EE.UU. parecen estar haciendo un enjundioso ensayo poético.
Curiosamente, la decisión del gabinete autoriza a Olmert y a su ministro de Defensa, Amir Peretz, a ordenar la nueva ofensiva, pero deja en claro que no están obligados a hacerlo. Tienen todo el tiempo del mundo para pensarlo.
Y tiempo es lo que necesita Olmert.
El diario israelí Haaretz apunta que el primer ministro, consciente de que una ampliación del despliegue puede costar cientos de nuevas bajas al ejército sionista, quiere hacer un análisis «costo-beneficio». Ahora, cuatro semanas después de desatar esta barbarie de escaso resultado práctico para Israel, ha despertado dentro de sí el «sentido empresarial».
Las tropas israelíes, según lo pensado, tomarían el área comprendida entre la frontera común y el río Litani. Si se observa el mapa del Líbano, se aprecia que esa corriente de aguas discurre a entre cinco y 30 kilómetros de la frontera. Una zona extensa, máxime en un país tan pequeño.
Creo, no obstante, que he empleado una palabra equivocada: tomar. Apoderarse del territorio, controlarlo. Es eso lo que los halcones esperan que puedan hacer sus fuerzas. Un legislador del derechista partido Likud (oposición), se preguntó: «¿Finalmente el gobierno decidió encargar al ejército que nos defienda de los misiles? Es desafortunado que se tome esta decisión con cuatro semanas de retraso».
Pero una cosa es con guitarra y otra con violín. Olmert no es un simple diputado, y a estas horas, aunque diga lo contrario, puede estar lamentando mil veces haber dado la orden de fuego. La cosa no resultó un paseo, y en cada poblado libanés se combate cuerpo a cuerpo. Así que nada de «tomar y apaciguar».
Si en el primer momento hubiera accedido al intercambio de prisioneros que le proponía Hizbolá, hoy no estaría preocupándose de cómo salir de este embrollo. El pretexto de la operación era rescatar a dos soldados capturados por la milicia libanesa, pero en este instante no se sabe nada de ellos, y paradójicamente, 67 soldados sionistas ya han muerto en los combates.
No abundo, por carecer de interés para Olmert, en la cifra de mil libaneses muertos. Esos no le dicen nada. Sin embargo, de los que sí le importan, ya faltan 67. ¿Decenas de soldados muertos por dos que podían haber regresado tras una negociación? ¡Hum! Realmente esto habla muy mal de la «sagacidad» del premier...
Y es ahora, cuando tiene «manos libres», que decide pensarlo mejor. Algunas voces cuerdas, como la del diputado pacifista Yossi Beilin, le están advirtiendo que «en vez de dejar que el ejército libanés se despliegue en la zona meridional, Israel se adentra más profundamente en la trampa de Hizbolá».
¿Estará Olmert, pese a las bravuconadas, dispuesto a hacer esa pésima inversión?